- E. Cavazos Arózqueta
El que conoce a Andrés Manuel o le ha dado seguimiento, se habrá dado cuenta que el tabasqueño, como algunos animales, ha pasado por un largo proceso de metamorfosis.
En un periodo de alrededor de catorce años, López Obrador ha sufrido cinco grandes transformaciones.
La metamorfosis de AMLO, como suele suceder, ha procedido en diversos estadios. El primero fue el del Desafuero. ¿Cómo olvidar a ese Jefe de Gobierno carismático y trabajador, que siempre con apego a las instituciones y con una gran vocación democrática combatió al aparato del Estado y a los poderes fácticos para salir vencedor?
¡Nada de bloquear avenidas, nada de tomar edificios públicos! Eso le exigía Andrés a la gente desde el templete.
¡Viva la dignidad, viva México! Frase inmortal de López Obrador pronunciada ante el pleno de la Cámara de Diputados en abril de 2005.
En ese entonces, Andrés Manuel López Obrador pensaba en urnas, no en espacios públicos pletóricos.
El siguiente estadio, es el de la campaña de 2006. Y aquí ya tenemos a un AMLO soberbio, engreído y rijoso: ¡cállate, chachalaca! No iré al primer debate. El debate lo ganó la silla vacía.
Concluido el proceso electoral antes referido, López Obrador se transformó nuevamente. A este estadio se le conoce como el de la Presidencia Legítima.
Ahora sí vemos a un líder social ignorando las instituciones, apelando al tumulto y a la exasperación de pasiones.
Luego viene el estadio de la República Amorosa, que transcurre durante la elección a gobernador del Estado de México de 2011, hasta el final de los comicios federales de 2012.
¡Una República Amorosa! Clamaba. Y extendía su mano franca a los otrora enemigos del pueblo. Lo hacía con la finalidad de reconciliarse con México. Mas siempre juntos, pero no revueltos. Eso le quedaba claro a ese grupo de personas al que El Peje siempre ha llamado la mafia del poder.
Hoy estamos ante probablemente el último estadio del proceso de metamorfosis de Andrés. A este estadio lo llamo el de la Angustia de Poder.
El Andrés Manuel de hoy ya es otra cosa, se corrompió. Ya no tiene esa aura de líder social impoluto. Se le pidió pragmatismo; pero se le pasó la mano. Hoy su estrategia política incluso raya en oportunismo vulgar. Como si fuera un político más del montón, López Obrador ya se mete a la cama con cualquiera. La angustia de poder ya le devino autoritarismo. Se conduce como gobernante imperial, diría Sarmiento; y ni ha ganado. Es como si a este AMLO se le hubieran escapado las virtudes de los otros López Obrador, y le hubiesen quedado únicamente los vicios y los defectos de los mismos: la arrogancia, la violencia, el oportunismo, la obsesión de poder.
Hoy El Peje va más allá de cállate chachalaca; seguramente no irá al segundo debate. Porque nadie lo merece. O eso cree. Basta verlo expresándole a la plaza pública que a Meade lo empinó la mafia del poder o referirse a Anaya como un mentirosillo, un mafiosillo vulgar.
La diferencia es que antes causaba gracia; hoy se le ve desfasado, por su edad: abotagado, grasiento, corriente.
Esperemos ahí termine el proceso de metamorfosis de Andrés Manuel. Aunque hay quienes creen que falta el último estadio: el de la Tiranía.
vía SDPnoticias
