20 de mayo de 2024

La Feria: ¿Quién como él?

A los 25 de edad, enviudó tía Amelia (de las de Autlán). Quedó con 11 hijos varones (y el duodécimo en primera base). Cuando iba a cumplir los 30, apareció un adinerado tapatío cuarentón, viudo sin hijos, bien plantado (y muy valiente), que quiso enamorarla, con intenciones de llevarla al altar (entre otras cosas, porque la tía estaba muy por encima de lo que se dice “de buen ver”… de las de Autlán). Mujer sensata, le dijo que no, porque aparte de que no quería marido (ni loca), él no iba a poder con sus 12 hijos, que eran tremendos (no malos, pero traviesos como Pancho Villa en Columbus). Él insistía, y le decía que eran así porque les faltaba “figura paterna”, que nomás con su presencia entrarían en razón y si no, impondría su autoridad de señor de la casa. Cansada la tía de tanto requiebro, al fin le dijo que sí pero con una condición: que se llevara una semana a sus hijos a Guadalajara, una semana completa. A los cuatro días recibió tía Amelia un telegrama: “Encuéntrome hospital.  Mayoría hijos regrésanse autobús, resto ignórase paradero. Proposición cancelada”. Y por Autlán y cercanías no se volvió a saber de él.

Este López recordó el “pensamiento Alicia”, al ver el jueves pasado el extraño retorno del programa Tercer Grado, de Televisa, en el que Leopoldo Gómez -el muy poderoso vicepresidente de noticieros de esa empresa-, Denise Maerker, René Delgado, Carlos Loret de Mola, Raymundo Riva Palacio, Joaquín López Dóriga y Leo Zuckermann, entrevistaron al Pejesús, quien con su pedagogía para limítrofes, retardados y pueblo bueno en general, repitió y repitió y repitió, lo que viene repitiendo desde hace doce años, solo que sonriendo y con voz amable (la disculpa a López Dóriga por haberle alzado la voz, le salió tan natural y sincera como un “pase usted por favor”, de un oficial nazi a una dama rumbo a la cámara de gas). Respuestas directas, pocas. Muchos “qué” ni un solo “cómo”. Y los experimentados periodistas parecían como el perro que alcanza al coche… lo huele, le ladra más… se va.

Solo por si alguno no sabe que es eso del “pensamiento Alicia”, le cuento (a grandes rasgos): cuando alguien describe o propone proyectos para una futura sociedad feliz y pacífica, sin explicar cómo los hará realidad (porque no considera ni mide la diferencia entre el hoy y su propósito para el futuro), se dice que esa persona tiene “pensamiento Alicia”, pues confunde o considera igual lo pensado o imaginado con el mundo real, el verdadero (que es por lo que se le llama así, por la novela de fantasía “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, continuación de “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas”, escrita en 1865 por Lewis Carroll -pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson-, en la que bastaba que Alicia atravesara el espejo para entrar en un mundo de fantasía hecho realidad).

Se solicita al respetable no confundir “pensamiento Alicia” con utopía, porque esta se caracteriza precisamente por lo contrario, por plantear como irreal lo descrito, que fue lo que hizo Tomás Moro al escribir el “Libro del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía”, que de ahí viene la palabra.

Tampoco se confunda con la ucronía que es el plantear los efectos del cambio del pasado, por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si España no conquista México; si Porfirio Díaz le hubiera ganado a Madero; si el 2 de octubre de 1968 hubiera habido un terremoto y no hubiera habido manifestación en Tlatelolco; o si Fox hubiera fumigado de PRI al país… ucronías.

El “pensamiento Alicia” es plantear un ideal, un ensueño, sin reparar en si es o no posible, sin explicar cómo se hará realidad, proponiendo soluciones simplistas a las objeciones que se presenten: solo se cruza el espejo y la fantasía se vuelve real: toma el poder un personaje y la realidad social, política, económica, se transformarán como él prometió, indudable, irremediablemente. El político que sufre de “pensamiento Alicia” puede ser un cándido bienintencionado o un redomado mentiroso.

El filoso filósofo Gustavo Bueno (que es buenísimo), le abolló para siempre el prestigio al presidente de España José Luis Rodríguez Zapatero, con su libro “Zapatero y el Pensamiento Alicia, un presidente en el país de las maravillas” (editorial Temas de Hoy, Madrid, 2006), comentando que (no es cita), los políticos bajo el influjo de este modo de pensar, conciben un mundo propio de la ensoñación infantil, confunden la realidad y equivocan el alcance de términos como solidaridad y justicia, que aplican por igual a desposeídos que a bandas de criminales, actuando siempre (esto sí es cita), “con una sonrisa permanente, con una actitud optimista y angelical”… lo dijo en 2006, nunca conoció a nuestro redentor de chancla pata de gallo, San Pejesús bendito.

El Pejecutivo predicó en tercer Grado las cosas de siempre, más las de esta campaña, pero a este su texto servidor la que más le llama la atención, por encima de la amnistía a la mafia del poder o la “consulta” para otorgar perdón a la delincuencia organizada; la integración del ejército, la armada y las policías; que va a trabajar el doble para hacer dos sexenios en uno (con el mismo presupuesto; explíquenle que no es por horas sino por recursos); por encima de todo, lo que más extraña al del teclado es que según él, poniendo su sacro trasero en La Silla, se esfuma la corrupción. Y cuando le preguntan cómo será ese prodigio, repite como iluminado que su solo ejemplo bastará. Fuera bueno.

Pero aún si así sucediera, ¿no habrá nadie que se atreva a preguntarle cuál será el efecto del recambio de trasero, seis años después?… sí: si sus milagrosas nalgas ya aposentadas en La Silla, hacen que todos los corruptos se comporten como el Niñito Jesús cuando era de brazos, ¿qué va a suceder después?, ¿su sucesor deberá probar antes su capacidad de hacer prodigios?… sí, que nos diga qué vamos a hacer sin él, y otra: no tendríamos corazón si no reeligiéramos al obrador de semejante portento… ¿quién como él?

 

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