26 de abril de 2024

La Feria: Sostener errores

Sr. López

A principios del siglo pasado, había un solo médico en Autlán y el abuelo paterno, Víctor, lo odiaba por el chisme de que había tenido “queveres” con la que luego fue la abuela Elena, que aclaraba sonriendo: -Eso que no pasó, fue antes de que me casara -y rabiaba el viejo.

El galeno y el abuelo no se dirigían la palabra aunque alguna vez conversaron a puñetazos, más que otra cosa, por librar la facha delante de los machos del pueblo, que esas cosas se atendían así. Nacido quien luego fue padre de este menda, una vez se puso grave y el abuelo fue corriendo por el doctor: -Mi orgullo o la vida del chamaco -explicaba serio. Y se lo curó… para buena suerte de su texto servidor.


El tema sigue de moda: sostener o no, a las fuerzas armadas en tareas policiacas; la militarización del combate a la inseguridad pública.

En pocos días más se discutirá en el Congreso la ampliación del plazo constitucional que autorizaría hasta el 2028 la participación activa de nuestros militares en la lucha contra la inseguridad pública.


Con y sin modificación constitucional, el ejército va a continuar en el fallido combate a la delincuencia organizada. Así lo hicieron antes de la presente administración, por casi 12 años, sin el marco legal inconstitucional del pasado 9 de septiembre que ahora lo autoriza. Lo que está en discusión es la prolongación constitucional de su inconstitucional intervención.


Estos tiempos son en México tiempos de descarada ilegalidad sin consecuencias, gracias a la sospechosa lentitud de la Suprema Corte para dirimir tan francos atropellos a la Constitución. Y se decida lo que se decida, la realidad sigue su curso, implacable: la delincuencia organizada es hoy más fuerte que nunca y ocupa regiones enteras del país en las que impone su ley, la del más fuerte que hoy por hoy no es el Estado (si duda, vea los grupos de vándalos que tumban puertas de campos militares, los pintarrajean, los apedrean y les lanzan bombas molotov).


Tratar de comprender cuál es la verdadera intención de este Presidente al pretender predeterminar las acciones de quien sea su sucesor, es perder el tiempo pues igual el próximo Ejecutivo mandará al Congreso sus propias propuestas de reformas a la Constitución como mejor le parezcan (y se aprovecha para advertir la cómica indignación de los que se escandalizan por el apoyo a las iniciativas del Presidente de su partido -y sus partiditos rémora, más los chapulines del caso-, y que los “mayoritean”: así es la política en este planeta, los jefes de Estado cuentan con el apoyo de sus legisladores y las decisiones se toman votando… ¿o qué esperaban, ser minoría y mandar?… chistoso).


Eso no importa, lo que interesa es la inexplicable y necia obstinación (necia en el verdadero sentido de la palabra necio: ignorante que no sabe lo que podía o debía saber, falto de inteligencia o de razón), la terquedad en sostener su estrategia de seguridad que él define con varios lemas que repite con más fe que una abuela reza su rosario: la violencia no se combate con violencia, la paz es fruto de la justicia, atender las causas, resumido todo en su jaculatoria favorita: abrazos no balazos.


Y lo dice aunque los informes de su propio gobierno prueban que la cosa se agrava de manera muy alarmante, incapaz de comprender que su cuadrito comparativo de tendencia porcentual de incidencia de homicidios, NO lo favorece pues su pretendida disminución del 2% en homicidios dolosos, es comparando con el pico más alto del 2018, manteniéndose anualmente esa misma cantidad de asesinatos (con variaciones en más y en menos), lo que arroja un número cada vez mayor de crímenes. Y a ver quién es el macho que se atreve a intentar explicarle que 134 mil homicidios en lo que lleva de Presidente, es más que los 81 mil de Peña Nieto y los 61 mil de Calderón, en el mismo periodo.


Pero tampoco importa, a fin de cuentas si es corto de entendederas o si se pasa de listo, igual ya está trepado y disfrutará a plenitud la dicha inicua de dormir en Palacio Nacional, terciarse la banda en pijama y sentarse en La Silla a leer el periódico. Está bien, que termine sin sofocones y entregue el poder a su sucesora (o sucesor, todo puede pasar).


Y repite el tecladista: más nos vale que gane el candidato de su partido, si no, prepárese a plantones en todas las capitales del país, embestidas populacheras contra el INE y el tribunal electoral; nomás recuerde las que hizo siendo nadie cuando perdió ante Calderón, imagínese de lo que es capaz ahora, con el poder presidencial en sus manos. Además por si le sirve de consuelo, quien sea que lo suceda, lo dejará en el doloroso olvido que corresponde a todos nuestros expresidentes. Nuevo Presidente, nuevo todo.


Lo importante es que los altos mandos militares estén conscientes de lo que les está haciendo este Presidente y el riesgo en que los ha puesto. Y no corresponde a los políticos porque no pueden intervenir en absolutamente nada de lo que se decide en el seno de nuestras fuerzas armadas.


Más nos vale que los generales estén claros que este Presidente los ha puesto más que ninguno de sus antecesores, en el trance muy posible de que los malandrines pudran su línea de mando, a sus subordinados, a la tropa, en resumen: a las fuerzas armadas.


La delincuencia organizada dispone de cantidades siderales de dinero y ante los insobornables, aplican su impía estrategia de arrasar con familias completas y no cualquiera arriesga a los suyos por defender una causa perdida, como es el combate militar a la delincuencia: no funciona, los últimos 16 años lo prueban; los militares lo saben; el mundo lo sabe (por algo en ningún país serio la seguridad corre a cargo del ejército).
No imaginamos la gravedad de que las instituciones militares sean corrompidas, que le jueguen doble al Presidente de turno, le digan a todo que sí y le lleven la contra en los hechos, hasta hacerse del control político del país y… ni pensarlo.
Y todo por un arrogante que tiene a orgullo sostener errores.

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