Sr. López
Quien no conocía a tía Carlota, si la oía regañar a sus tremendos cinco hijos varones, pensaba que era un monstruo y que sus retoños vivían en un campo de concentración nazi. Lo menos que les gritaba era “te voy a despellejar las nalgas a cuerazos”, pero la tía no pasaba de darles un jalón de orejas murmurando, “ya pórtese bien”.
Era un dulce, sus niños lo sabían y acabaron siendo clientes frecuentes de la delegación de policía del barrio.
“Ella los hizo así”, decían las señoras de la familia. Ni modo.Gobernar originalmente, significaba dirigir un navío, pilotarlo; viene del griego y pasó al latín como ‘gubernaculum’, que es precisamente, timón. En la antigua Roma, el timón se usaba como símbolo del gobierno, del buen gobierno y la palabra gobernar acabó siendo lo que ahora es, lo que todos entendemos (y gobernar corresponde al gobierno… sabio este menda).
El gobierno en rigor es eso que se compone de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial (y los órganos constitucionales autónomos, algunos de ellos, hoy, en peligro de extinción); y se le divide así para que haya frenos y contrapesos, y evitar la concentración del poder (no se ría).
Pero en la vida diaria, cuando decimos gobierno, nos referimos al Poder Ejecutivo, a la presidencia de la república, por ser la autoridad que conduce la política general del país, interna y externa, y la que administra y dirige las dependencias y entidades (y se gasta el dinero de todos, por cierto).
Pero nos entendemos.Debe decirse que de un tiempo acá, se ha impuesto referirse al gobierno como estado, escribiéndolo con minúscula tratando de evitar confundirlo con el Estado, que es sinónimo de país (estado con minúscula también se usa en referencia a las entidades parte de un país, el estado de Chiapas, por ejemplo).
Para no enredarnos, la manera más fácil de comprender la diferencia es reflexionar que el gobierno cambia y el Estado permanece, sí, gobiernos y gobernantes van y vienen, el país sigue, pues un país, un Estado, es un territorio con límites reconocidos por sus vecinos, más su población y su gobierno (no hay país sin territorio o deshabitado o sin gobierno, pues por más poblado que esté un territorio, si no se gobierna, no es Estado, no es país, es un amontonamiento de gente).
Así las cosas, quien tiene en sus manos el gobierno (el timón) de México es Claudia Sheinbaum, nuestra presidenta (aunque usted no haya votado por nadie o haya votado contra ella, nos guste o no, nos acomode o no, es Presidenta de México y de todos nosotros); y pareciera al leer la prensa diaria, que la señora lleva años en el gobierno.
Lleva diez días.Claro que los analistas profesionales atisban por síntomas, por indicadores que permitan saber por dónde va a ir el actual gobierno, qué armas porta la Presidenta (en sentido figurado, armas políticas), desmenuzando lo que dice, descifrando sus iniciativas, olvidando que en esta nuestra risueña patria, los presidentes no tienen especial apego a sus dichos y frecuentemente sus declaraciones quedan en un inútil ejercicio de ventilación de la garganta. Son sus hechos lo que cuenta y sus resultados lo único importante.
Lo anterior no significa que nos echemos a la hamaca a esperar campechanamente los acontecimientos ni muchísimo menos, que los partidos políticos de la desdibujada oposición, no debieran estar vehementemente afanados en reconstituirse y preparar -¡ya!- candidaturas viables para recuperar en las elecciones intermedias de 2027, las suficientes curules de diputados federales y arrebatar a Morena & Cía., la sospechosa mayoría calificada con que hoy pueden hacer y hacen charamuscas con la Constitución.
No es sano. Morena y sus socios en el Poder Legislativo y la Presidenta en el Ejecutivo, ya probaron que no oyen ni quieren oír a nadie y que interpretan ser mayoría como licencia para imponer lo que les venga en gana.
No es sano.La timonel de la patria, doña Sheinbaum, tiene primero que sortear las procelosas aguas del crimen organizado, principal problema del país que afecta todo, la vida cotidiana de tal vez, millones de personas, y a las estructuras de algunos gobiernos estatales y muchos municipales (¿y el federal, apá?), junto con su innegable penetración en cuerpos policiacos y militares. Es lo mero principal.
Sin empezar a recuperar la seguridad pública seguiría el languidecimiento de la economía, inexorable. Es tan complejo el problema y está tan extendido, que nadie debe esperar que se resuelva en un sexenio.
No. Pero sí debe primero, contenerse, que ya no crezca más, y primero también, mitigarse, que se repliegue el crimen organizado ante muy firmes acciones del gobierno.
No dirá nada más este junta palabras sobre la estrategia planteada tanto por la Presidenta como por su Batman García Harfuch, esperemos que tengan cartas bajo la manga que usarán sin anticiparlas a los delincuentes. Quiera el Buen Dios.De lo demás, tal vez hay lugar al optimismo.
Doña Sheinbaum sí es de izquierda, lo trae en su ADN, pero como es inteligente, al enfrentar la realidad, se verá obligada a dejar para mejor ocasión sus convicciones estatistas.Lo que hará que doña Sheinbaum no dé un giro a babor al timón nacional (babor es izquierda, claro), será la revisión del T-MEC en 2026, cuando el gobierno de los EEUU le ponga mala cara.
No van a aceptar que doña Sheinbaum esfume los órganos constitucionales autónomos, ni van a tolerar desplantes ni “pausas”.
El T-MEC está vigente hasta el 2036, si las cosas van bien en esta revisión se prorroga hasta el 2042, pero si no, entramos en revisiones anuales hasta su plazo original.
Los EEUU no depende de nosotros, les acomodamos, les convenimos, pero no los traemos de las barbas. Nosotros sí dependemos del T-MEC y por triste que sea, eso es los EEUU.Doña Sheinbaum se tendrá que conformar con seguir hablando de ‘humanismo’ y de ‘opresión’, si quiere hasta de lucha de clases, para espantar a los que no sepan que es puro discurso y que con el tío Sam es muy consentidora.