Sr. López
Tío Mateo, de los toluqueños, encima de mandón, era muy grosero. Su casa era un sufridero y su esposa, tía Rita, aguantaba todo. Eran cinco hijos y cuando el mayor -Mateo también-, tendría unos 20 de edad, le dijo: -Aquí ya ni hablas ni mandas, si no te parece, te vas… hasta aquí llegaste -los otros hijos y tía Rita, aprobaron a gritos. Se fue. Fueron muy felices.
Ármese de paciencia, vamos a dar un buen rodeo:
Se suele cargar al individuo y la sociedad, la responsabilidad del descarrilamiento de las naciones, de modo que la población como masa y en lo individual, por negligencia, cobardía o tontería, viene a ser la culpable de los hechos de mala factura que se traducen en extravío de la ética de gobierno y desgracias generales.
Así se cita, por ejemplo, la declaración, que no poema, de un importante pastor luterano alemán, Martin Niemöller (1892-1984), a quien los nazis metieron preso ocho años (1937-1945), y después de la guerra, escribió:
“Primero vinieron por los socialistas y guardé silencio porque no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas y no hablé porque no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque no era judío. Luego vinieron por mí y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”.
Lindas palabras pero palabras: ¿o don Niemöller, pensaba que si se hubiera opuesto se impedían los horrores nazis?… no, no es así nuestra especie, no es así el acontecer de la historia. No hay revoluciones espontáneas; no hay titanes que por sí mismos, derroquen a ningún tirano; los grandes acontecimientos en la historia son acciones de grupo, de grupos de poder, todos, siempre, sin excepción ninguna.
Como sea, el señor Niemöller terminada la guerra, pronunció muchos discursos en Alemania, lamentando que sus compatriotas no aceptaran su responsabilidad individual por su complicidad con el régimen nazi y sus horrores. No aceptaron… ni aceptan.
Dejemos eso en remojo. Ahora vamos con los funcionarios de gobierno:
Se cita mal a Hannah Arendt, quien después asistir al juicio en 1961 del criminal nazi Adolf Eichmann (lo ahorcaron), escribió el libro ‘Eichmann en Jerusalén’, con el subtítulo ‘Un informe sobre la banalidad del mal’, y los pensadores de ocasión, llevando agua a su molino, usan esa idea de que el mal puede verse banal, trivial, y que así se da una como incapacidad de la voluntad individual que atenúa si no anula, la responsabilidad moral y ética de obedecer órdenes y cometer actos de Estado, contrarios a la justicia y la razón, pero no necesariamente contra el derecho y la ley, que a veces se legisla para el mal.
Doña Hannah, por el contrario, califica como “terrible banalidad del mal”, ese anestesiar la voluntad individual, por interés propio, haciendo neutro el pensamiento. De hecho, afirma: “tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno, puedan generar más desgracias que todos los impulsos malvados intrínsecos del ser humano juntos”. Esa es la lección.
Siguiendo con el ejemplo del nazismo, porque todo mundo está de acuerdo en que fue una aberración (aunque hay otros casos, Stalin, Castro, Chávez, Ortega… usted busque a su favorito), conviene recapacitar en una paradoja: los horrores nazis, la anulación absoluta de la democracia, la persecución de minorías, las confiscaciones, los campos de concentración y exterminio, todo fue legal. Por eso el problemón jurídico de los Juicios de Nuremberg.
Si le interesa busque el libro (en español), de David Fraser, ‘La ley después de Auschwitz.
Hacia una jurisprudencia del Holocausto’; los horripilantes y absolutamente injustificables actos nazis en los campos de concentración y exterminio, fueron plenamente jurídicos. Comenta a Fraser, don Antonio Peña Freire, del Departamento de Filosofía del Derecho, de la Universidad de Granada:
“(Es falsa) la creencia común de que el Holocausto fuese gestado en los últimos años del régimen nazi, especialmente a partir de 1942, cuando un grupo de SS crueles y enloquecidos se aplicaron al exterminio sistemático de millones de judíos europeos (…) lo sucedido entre 1933 y 1942 (la emisión de leyes nazis), fue una parte constitutivamente integrante del exterminio sistemático que vino después, pues afectó a todos los que jurídicamente habían sido excluidos de la Volkgemeinschaft alemana”.
Esa Volkgemeinschaft es una expresión alemana de mucho antes de Hitler, que traducida a marro significa algo así como ‘comunidad popular’, una sociedad ideal, armoniosa, libre de conflictos y que hubiera dejado atrás tanto las barreras como las luchas de clases. Suena lindo, suena a Disneylandia. Lo malo fue que los nazis la transformaron en leyes que prepararon el genocidio, definiendo y segregando legalmente a los sujetos que luego serían exterminados. Pero todo legal. Todo aprobado legalmente. Eran nazis, pero eran alemanes y hacen las cosas bien, hasta las malas.
Juristas muy serios sostienen que con las leyes nazis, Alemania no pasó de un Estado de derecho a un Estado criminal, ni hubo un no-derecho alemán, eran leyes legalmente expedidas y con el respaldo delirante de masas que no calibraban los horrores que se cometerían, que no imaginaron hasta qué extremos de maldad y sevicia llegarían los nazis, respaldados por sus leyes en nombre de su pueblo.
El positivismo jurídico separa moral de derecho, valora a este, al derecho, por su utilidad para el gobernante sin dar valor a las consecuencias que sufrirán los gobernados.
El nazismo y sin excepción, todos los autoritarios, totalitarios y similares, tergiversan el sistema jurídico de sus naciones. Se escudan en la ley para legalmente atropellar todo y obtener sus fines, básicamente conservarse en el poder. Y enseña la experiencia, todos caen, tarde que temprano, todos quedan en el albañal de la historia.
Y ¡ya llegamos al tema del día!: señora Sheinbaum, reflexione, seis años pasan muy pronto, su sujeción a los dictados malvados de su antecesor, traerá más desgracias a México, hacer el mal nunca es banalidad.