SR. LÓPEZ
Tío Mundo, se llamaba Edmundo, no era mala persona y su esposa, tía Lulú, de las de Toluca, lidiaba con garbo con su principal defecto: era terco en grado superlativo, terco de enfurecer a la madre Teresa de Calcuta. Tía Lulú lo que hacía era jamás contradecirlo, como la vez que iban de vacaciones a Acapulco y llegaron a Tampico, con él diciendo que iban bien y la tía callando, total, había playa igual. Así vivían sin achuchones hasta que un día tío Mundo le estuvo neceando al pediatra que lo que tenía su hijo más chico era empacho, no apendicitis y la tía, cargó a su niño, le pidió al médico que por favor la llevara en su coche al sanatorio y a su marido le dijo con voz desconocida, como de bruja enfurecida: -¡Y tú, cuando regrese, no estás! y sanseacabó; se reconciliaron pero a tío Mundo le dijimos ya siempre tío Mudo.
Como todo gobierno, el presente régimen federal ha cometido errores. Es natural, solamente no se equivoca el que no hace nada. Sin embargo, a la vista de los resultados de los comicios del pasado domingo, sería de esperarse que revisaran cómo van porque van mal:
En comicios de medio sexenio, la elección de diputados federales es la que mejor refleja la evaluación que el electorado hace sobre el desempeño general del gobierno -la elección de gobernadores y diputados estatales tiene su propia lógica local y más todavía la de los ayuntamientos-, y sea cual sea el resultado final de los cómputos distritales, que se hacen al tiempo que este menda teclea, la caída de votos de Morena y sus aliados, ronda el 42% (perdió 12.6 millones de votos, al bajar de 30.1 millones de votos en 2018 a 17.5 millones, si no es que menos); pero como el padrón electoral es de 93 millones 935 mil 39 ciudadanos, eso significa que del padrón, solo votó por Morena & Cía., el 18.63% de los electores. Palacio tenemos un problema.
Según Coneval al cierre de 2020, la pobreza general en México llega al 55.7% de la población y la pobreza alimentaria al 64.7%. Ese porcentaje se refleja en proporción parecida en el padrón electoral. Si la masa de pobres fuera de verdad incondicional del Presidente, por su discurso -¡primero los pobres!-, y por sus programas sociales, el gobierno de la 4T debería recibir holgadamente más del 50% de los votos y tuvo el 18.63% del total del electorado y en plan de ayudar, considerando solo a los que se tomaron la molestia de ir a emitir su voto, solo el 35% aproximadamente lo hicieron a favor de Morena & Cía. Algo no checa ¿dónde están los 28.5 millones de beneficiarios de las dádivas oficiales?
La circunstancia obliga a buscar en alguna parte a los votantes huidizos que negaron su voto al gobierno. Los 17.5 millones de boletas a su favor bien pueden haber sido emitidas por la ciudadanía en alguno de los grados de pobreza (a menos que se tratara de un voto oculto de la clase media alta y los ricos, cosa que parece algo improbable), pero igual, los 12.6 millones de votos que ya no recibió en esta vuelta, ¿de quiénes fueron?, todo indica que de la clase media.
Un buen indicador del comportamiento del electorado puede ser lo que sucedió en la capital nacional, que se dividió nítidamente entre municipios más desprotegidos y municipios en mejores condiciones de vida. Los conglomerados en pobreza, del lado de la esperanza (contra toda esperanza), dieron el triunfo a Morena y socios; en tanto que los municipios en que los que campea la clase media, le pintaron un violín al discurso redentor.
Desde el término de eso que llamamos Revolución Mexicana, los grandes movimientos sociales no han surgido de la clase obrera o campesina, sino de la población urbana de clase media; tiene su lógica: la gente que vive en la abundancia no anda buscándole pleito al gobierno en demanda de lo que ya tienen; y los que viven en la miseria, después de romperse el lomo para comer con cierta regularidad, no quedan con ánimos de pelear por lo que nunca han tenido ni por ideales que la verdad ni comprenden; esa masa de desposeídos es utilísima para organizar asonadas o guerras civiles, cuando algunos de la clase pudiente están dispuestos a gastar carretadas de dinero para hacerse ellos del poder, ellos, no los pobres que lastimosamente son solo carne de cañón. Ahí un día que no tenga nada mejor qué hacer, sígale la pista al dinero que pagó el baño de sangre que fue la dichosa Revolución.
Los que están en medio, los que no disfrutan de las mieles de la riqueza y se la viven rehuyendo la pobreza, la clase media, son la clase levantisca, la que más tiene qué perder, la que más pierde con las metidas de pata del gobierno.
Los últimos movimientos obreros que zarandearon al país, fueron el ferrocarrilero de Campa y Vallejo en 1959 y el magisterial de Othón Salazar en 1958 y quedaron con líderes en la cárcel, unos cuantos muertos y lo demás en agua de borrajas. Ni modo. En cuerda aparte está el EZLN, rápidamente encapsulado en su región, donde se les permite pacer y languidecer (aunque en su dominio son de tomar muy en cuenta), pero a efectos nacionales, dejaron pronto de sobresaltar a nadie.
Es la clase media la que ha propiciado los mayores cambios sociales y políticos en los tiempos modernos. Ya desde el 68; luego en 1985 cuando los sismos, la clase media sustituyó al gobierno y cambió el panorama político de la capital del país (hasta este 2021, por cierto). Y también fue la clase media la que hizo ver al gobierno que los fraudes electorales ya no eran un recurso a considerar, con protestas, marchas y plantones masivos e INE.
Y es la clase media la más desdeñada y golpeada por el Presidente y sus seguidores. Es a la clase media a la que pertenecen los académicos, intelectuales y científicos que tanto ningunea. Carlos Slim no es fifí, fifís somos usted y este menda, que a Slim lo reciben de manteles largos en Palacio.
Si la 4T se serena, si deja un discurso triunfal hijo de la terquedad y ajeno a la realidad, si reflexiona, tendría que corregir el rumbo, sin clase media se quedan sin país.