19 de abril de 2024

¡Qué manera de perder!: La Feria

Sr. López

Casa de tía Mariquita era antigua, de tres patios arcados, allá en Toluca. Al entrar siempre se veía en el primer patio, en una silla de ruedas con una frazada sobre las piernas y una gorra en la cabeza, a su esposo, tío Martín, hablando solo, casi siempre alzando un brazo, señalando con un dedo a la nada. Ahí lo tenían todo el día, ahí le llevaban de comer. Todo el día, desde temprano hasta el atardecer. Solo, hablando y señalando. Alguna vez comentó este menda a la abuela Virgen (la de los siete embarazos), que era “muy feo” que lo tuvieran ahí y la muy buena y muy santa abuela, exclamó: -¡No sabes cómo fue!… yo a la calle lo hubiera echado –y ahí lo tenían, hablando solo.

El día 1 de noviembre, el periodo presidencial llega a la mitad de los cinco años 10 meses que le corresponden, ya luego los presidentes seguirán siendo de seis años completos, él, no, le tocó sexenio mocho.

Mucho se ha escrito y dicho sobre las acciones de su gobierno en esta primera mitad, algunos echando confeti y otros, maldiciones. Los más perversos, comparando dichos con hechos. Tal vez no sea un estéril esfuerzo pensar en lo que viene, en lo que tal vez intente hacer en lo que le queda de Presidente y en lo que previsiblemente podrá hacer teniendo aún el poder.

Al grupo de duros de la extrema izquierda contumaz que tiene en su entorno, entusiasma la posibilidad de que en estos casi tres años restantes, el Presidente se quite la máscara y muestre lo que suponen es su real cara: un Fidel Castro continental, un Hugo Chávez redivivo, un hijuelo de Marx y Engels, que cumpla ahora sí y con alta fidelidad, los compromisos del Foro de Sao Paulo asumidos por Morena desde 2015 sin ningún resultado tangible a la fecha. Se sugiere a estos febriles y desvelados, conseguir confortable asiento. Se van a quedar esperando. El Presidente es de la izquierda oral, nada más, en los hechos es un sincero conservador y su política económica no se aparta ni un milímetro de los compromisos nacionales con el FMI, el Banco Mundial, el T-MEC, el gran capital internacional y lo que se le ofrezca a la Casa Blanca.

Hay otros dos grupos cercanos al Presidente, unos obedientes sin remilgos y otros, los obedientes con intereses. Estos ni huelen ni hieden. Solo hacen lo que les manda el patrón.

Luego están los que aspiran a sucederlo en el cargo. Con excepción de Ricardo Monreal, los demás, se trate de Marcelotzin Ebrard o doña Sheinbaum, esperan rezando, sumisos anticipados en la mejor tradición del priismo imperial ya ido. Don Monreal es tal vez el único de todos los suspirantes, con peso político propio. Ya se verá qué sucede, pero por ese lado no veremos nada que altere el panorama político nacional, aunque sí habrá puertas adentro del gobierno y Morena, pleitos a navaja libre, soterrados, a escondidas del Gran Jefe.

Quien sea que resulte candidato de Morena (del Presidente) a la presidencia de la república para el siguiente periodo, no contará con el apoyo disciplinado del partido-movimiento que creó López Obrador y que solo él mantiene cohesionado. En una de esas andan quedando como partido minoritario en las elecciones de 2024. Nada será igual sin el pertinaz tesón de su fundador… y la gente no transfiere su lealtad electoral en automático (ahí luego piénsele tantito a las elecciones de Fox y Peña Nieto: no hay una reserva secreta de votantes, la misma gente que trepó al PAN, regresó al PRI… y escogió a Morena).

Así las cosas, lo práctico es revisar lo que el mismo Presidente a dicho sobre sus proyectos para el trienio que sigue: se propone conseguir tres reformas constitucionales: una para este mismo año -si puede-, o a más tardar a principios de 2022, para devolver a la CFE el monopolio; está entre difícil e imposible, no tiene los votos necesarios en el Congreso y está reñida con el T-MEC (y el tío Sam es muy brusco en estas cosas); otra, la electoral, para el 2022, eliminando al INE y los legisladores plurinominales, todavía más difícil, los partidos no se van a tirotear los pies y el país no fácilmente se tragaría el regreso del INE al gobierno federal; la tercera es para 2023 en los propósitos presidenciales: incorporar la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, peor todavía, no solo por necesitar votos que no tiene, sino porque a ver cuántos legisladores están dispuestos a quedar como la Chata ante la historia: militarizar la seguridad pública es la peor idea que se le ha ocurrido a López Obrador en su vida; según él es para asegurar que no se corrompa la Guardia Nacional, sin ver que corromperá a las fuerzas armadas y entonces sí, ¿quién podría defendernos?

El Presidente no es tonto, sabe que no pasará ninguna de las tres reformas constitucionales que plantea y ha dicho por qué las va a presentar: “(…) no quiero quedarme con la responsabilidad de no haber propuesto las cosas que considero convienen al país”. ¡Ah, bueno!, que las presente.

Por supuesto en esta segunda mitad del sexenio, en el plano de la política, el Presidente debe intentar cuando menos resolver  su sucesión, tratando de garantizar que sea quien sea el que ocupe La Silla, continúe su proyecto de nación y de ser posible, aparte de respetarlo, lo consulte. No lo conseguirá,  no lo consiguió Lázaro Cárdenas y don Lázaro era don Lázaro. Y por si algún malvado le recuerda el real y efectivo maximato de Calles, ojalá otro le diga que Calles acabó expulsado del país.

Sería estupendo que en los próximos tres años, el Presidente se aplicara a recomponer algunas cosas que le van a costar mucho conforme se acerque el fin de su gobierno y los resultados sean inocultablemente adversos a sus promesas y propósitos: el aeropuerto de Santa Lucía, que no funcionará como él cree; el tren Maya que nunca tendrá utilidades; y su apuesta por Pemex, Dos Bocas incluida, seguro tropiezo mayor para la economía nacional.

Pero, eso no lo veremos. Él no tiene reversa. No corrige nunca. Quedan tres años de mañaneras y berrinches. Pero ¡qué manera de perder!

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