19 de abril de 2024

Ni para dónde hacerse: La Feria

Sr. López

Contaminar o no contaminar, no es el dilema: hay que reducir tanto como se pueda y tan rápido como sea posible las fuentes industriales, domésticas y personales de contaminación. Es un asunto de sentido común no contaminar, no ensuciar, ni tener un tiradero de casa, calle, colonia, ciudad, país, países y planeta.
Ayer salió la noticia de que “La humanidad está en código rojo por el cambio climático”, según António Guterres, secretario general de la ONU, quien lo advierte fundado en el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC); y llamó a tomar medidas inmediatas y más ambiciosas para frenar el calentamiento global. Bueno.
No entremos a desmenuzar las numerosas críticas que recibe el IPCC de la ONU, de parte de no pocos científicos (en realidad muchísimos), ni mencionemos el “climagate” en que se vio envuelto por filtraciones del “WikiLeaks”; busque por su cuenta “El calentamiento global es el fraude científico más grande que se ha perpetrado a la humanidad”, de Tad Murty, oceanógrafo del Departamento de Ingeniería Civil y Ciencias de la Tierra, de la Universidad de Ottawa, entre centenares (miles) de artículos científicos que ponen en duda la prédica de la ONU.
Las emisiones excesivas dióxido de carbono (CO2), de origen humano, son las causantes del calentamiento global; este es el dogma y ¡hay del que lo ponga en duda!, barato le sale si lo tachan de negacionista (y si es científico se gana el ostracismo de la “comunidad científica”).
Como este menda no tiene vocación al martirio (y menos por esto), se apresura a insistir en que por supuesto se deben reducir y de ser posible, eliminar las fuentes de contaminación humanas (antropogénicas, dicen los sabios para ratificar que lo son).
El fantasmón del calentamiento global, asegura que al calentarse la atmósfera, se desertifican amplias regiones, se derriten los polos, hay más huracanes e inundaciones, subirá el nivel de los océanos, nos espera la hambruna, y todo porque los humanos, necios y suicidas, seguimos emitiendo CO2.
¿De veras se está calentando el planeta?… no pocos científicos han probado que los cálculos que hace el IPCC tienen maña y que siendo cierto que la atmósfera se ha calentado, es en una ínfima proporción y que al revés, el planeta parece ir rumbo a una “pequeña glaciación”, por la disminución observada de las ondas magnéticas solares que se corresponde con períodos climáticos fríos de la Tierra, como sucedió en la Pequeña Edad de Hielo del siglo XIV hasta mediados del XIX… y terminó porque se calentó el planeta, claro, pero sin emisiones humanas masivas de CO2. El planeta tiene sus veranos y sus inviernos, a resultas del humor en que ande el Sol.
Se estima en 29 gigatoneladas (billones de toneladas), lo que los humanos emitimos de CO2 al año. Es una barbaridad. Sí. Pero los océanos emiten al año 332 gigatoneladas y los bosques y vegetación contribuyen con otras 439 gigatoneladas. La naturaleza aporta el 96.23% del CO2 en la atmósfera. Son datos de la ONU, del IPCC, no anda uno buscando a Lutero para hablar de la iglesia. Y no se asuste, la misma naturaleza reabsorbe la inmensa mayoría del CO2.
¿Se desertifica el planeta?… cosa rara, informa la NASA con datos de los últimos 20 años de dos de sus satélites, que la masa verde en el mundo ha aumentado en un área equivalente a todas las selvas tropicales del Amazonas. No significa que se puedan rapar montes y selvas, no, pero sí que por alguna razón se nos dicen cosas que ponen al más bragado al borde de un ataque de nervios y la evidencia es otra.
¿Se están licuando los polos?… se nos muestran imágenes de masas de hielo derrumbándose al mar y de osos polares asustadísimos haciendo equilibrios en un pedacito de hielo. Es verdad, pero no toda la verdad, la NASA (otra vez), encontró con sus satélites que la masa de hielo se incrementa anualmente: “La cantidad de hielo que rodea la Antártida está actualmente en su nivel más alto desde que los satélites comenzaron a monitorearlo hace casi 30 años. Simplemente hace demasiado frío para que llueva en la Antártida y permanecerá así por mucho tiempo. En resumidas cuentas, hay más hielo que nunca rodeando la Antártida”. ¿En qué quedamos?
Quedamos en que tras el dogma del calentamiento global, hay intereses inmensos. Sin “conspiracionismo”, con lo que está a la vista, parece mentira que Al Gore, exvicepresidente de los EUA, mantenga su imagen de paladín de la ecología, siendo como es el cabildero estelar del impuesto universal por respirar. Es en serio y ya lo lograron, que eso son los “bonos verdes” que para proyectos ecológicos pagan las empresas contaminadoras (impactando el precio de sus productos); pero las empresas los pueden comercializar como “bonos de carbono” para repagar sus “bonos verdes”, cuyo costo ya cargaron a sus productos: negocio redondo.
Y estos bonos de carbono resultaron a propuesta del sacrosanto Protocolo de Kioto de la ‘Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático’ de 1997. Revise, verá que no le miento.
La cosa es seria. Publicó The Guardian el 28 de noviembre de 2009: “El mercado de carbono podría llegar a ser el doble del tamaño del mercado del petróleo, de acuerdo a la nueva generación de jugadores de la City (el Wall Street de Londres) que comercian con las emisiones de gases de efecto invernadero, mediante el régimen de comercio de emisiones de la Unión Europea“. ¿Ya le va encontrando la cuadratura al círculo?
Aparte de eso hay el interés geopolítico en debilitar el poderío que el petróleo da a algunos no muy amigos de los EUA y el capital global. Por eso su reconversión industrial después de acumular reservas casi infinitas de petróleo. No dan puntada sin hilo.
En resumen: hay que atajar la contaminación en todas sus presentaciones, sí, pero unos cuantos perversos personajes de enorme influencia, encontraron la manera de hacer un negocio brutal con eso, metiéndonos en el alma el pavor ecológico. Y ni para dónde hacerse.

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