5 de noviembre de 2024

LA FERIA: Una terrible cruda

Sr. López

Tío Rafael era grandote, bronco y mandón. Tía Anita su esposa era menudita, alegre y vivísima. Cuando el tío llegaba a comer, ella lo recibía con una cuba ya preparada en el inmenso vaso que él prefería -y botana, claro-; terminado ese trago, comía bebiéndose dos cubas más.

Dormía la siesta y al despertar la tía le tenía listo el siguiente trago; y así el resto de la tarde hasta la hora de dormir: vaso tras vaso le preparaba la tía. Total, vivía borracho con casi dos botellas diarias de ron.

Ya largos años siendo fiambre, este menda preguntó a la tía si no le molestaba que siempre estuviera ebrio y dijo muy seria: -Sobrio molestaba más –pues sí.

En nuestra risueña patria no es necesario definir la palabra ‘borrachera’, aunque debe advertirse que en la tercera acepción del diccionario, borrachera es un ‘disparate grande’ y en la cuarta, la ‘exaltación extremada en la manera de hacer o decir algo’.

La borrachera es una intoxicación de alcohol que causa trastorno mental, falta de equilibrio, euforia, desinhibición del comportamiento y entorpecimiento o inhabilitación, para la toma de decisiones.

Aparte, los borrachos provocan accidentes a veces trágicos.Esto, a cuento de la evidente borrachera de poder que tienen Morena & Cía. No lo pueden negar, sufren de trastorno de raciocinio, desequilibrio, euforia (pero desatada), y toma de decisiones atrofiada.

No es lo mismo un ebrio de poder que alguien alegre por tenerlo, igual que con las bebidas espirituosas, que no es lo mismo un compadre que se pone simpático que un briago que hace barbaridades y ofende a los presentes.

La borrachera de poder la puede padecer cualquier menso cuyo poder sea sellar de recibido los oficios en una ventanilla de Oficialía de Partes, y se pone pesado con la gente y la maltrata por sus complejos y rencores.

Hay.Pero la borrachera de poder que resulta de tener una concentración desmedida de eso, de poder, es peligrosa pues lleva al uso excesivo de atribuciones y a no respetar ningún límite.

Se les nubla el seso, sean o no inteligentes (y son rareza los políticos bobos).

Embriaga el poder a aquellos carentes de las virtudes mínimas para tenerlo, esos que con potestad y autoridad, no puede contener su verdadero yo, y sean sus vicios los que sean, son incapaces de refrenarlos porque el poder -igual que el dinero-, a nadie echa a perder, no, solo impide controlar las verdaderas inclinaciones de las personas.

El millonario y el poderoso pueden ser generosos o atrabiliarios, soberbios o humildes, pueden ser lo que quieran, su riqueza o poderío se los permiten.

Algunos síntomas de la borrachera política son la arrogancia, la certeza de que siempre se tiene la verdad; el hablar en nombre “del pueblo” (o de Dios, que también hay); el convencimiento de que la realidad es como la dicen, sin percibir la verdadera; el discurso mesiánico; creer que sus actos y palabras son siempre históricas; no rendir cuentas ni aceptar crítica ninguna; ni sujetarse a ningún juicio sino al de la historia.

No es de ogaño. Nada nuevo hay bajo el sol. Esos griegos de la antigüedad, se inventaron una diosa Ate (que significa ‘mentira’, ‘insensatez’, ‘ruina’), hija mayor de Zeus (sin mamá, aunque Hesíodo decía que fue Eris, la Discordia, vaya usted a saber).

El asunto es que Ate personificaba los efectos de la irreflexión y los yerros del exceso de orgullo de los dioses o los hombres, que terminaban en su perdición. El peor escenario para los casos de borrachera de poder, sea individual o colectiva, del jefe de estado o de él y su aparato político, es cuando faltan instituciones sólidas que contrapesen a los briagos de poder, en un entorno de crisis de legitimidad de partidos políticos, empresariado, fuerzas del orden, autoridades locales; y todavía más malo, pésimo, cuando las autoridades desafían con impudor el estado de derecho, desobedeciendo abiertamente la ley; cuando ya no se guardan ni las formas, se está ante un borracho de esos incontrolables, de llamar a la patrulla.

Y todo eso estamos presenciando en menos de un mes de estrenado el nuevo gobierno federal. No se cansan de repetir con jactancia que “el pueblo” los eligió (y jactancia es la alabanza propia, desordenada y presuntuosa), sin captar la realidad de que NO los eligió el 63% de la gente (votaron por ellos 36 millones de 98.5 millones), y eso no es “el pueblo”. Encima, interpretan que “el pueblo”, les dio el mandato de hacer charamuscas con la Constitución y no: los que votaron por el partido en el poder, ni idea tenían de sus intenciones, como anular el carácter general de los amparos, para ni mencionar la barbaridad de hacer inatacables sus reformas a la Constitución, se hagan como se hagan. Y ni era necesario, pero… explíquele al borracho.

Para no fomentar el pesimismo, a la vista de las mayorías que este gobierno tiene en el Congreso, confiemos en que más pronto que tarde los veremos con la ansiedad y nerviosismo que causa sufrir la súbita abstinencia de poder cuando los enfrente el verdadero poder, el del dinero duro respaldado por el poder inmenso (ese sí), del tío Sam.

Ya tuvieron que recular la semana pasada de su intención de sacar del artículo 1 de la Constitución el obligatorio cumplimiento de los tratados internacionales de los que México es parte; y también cancelaron el anular el artículo 103 de la Constitución que quedó como está y los tribunales de la federación siguen con facultad de resolver controversias por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos, así como los tratados internacionales o los que vulneren o restrinjan la soberanía de los estados o la autonomía de la Ciudad de México.¿Sabe por qué se echaron para atrás?, porque los EEUU iban a poner el grito en el cielo, por las implicaciones potenciales en contra de sus intereses en México, su dinero, pues.

No fue por buenecitos.Y no se preocupe de más, cuando se sienten a revisar el T-MEC con los EEUU, ya los veremos sufrir una terrible cruda.

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