LA FERIA
En el Toluca de mediados del siglo pasado, divorciarse era impensable y a lo más que se llegaba era a “separarse” (con permiso del obispo, claro). Los tíos Elenita y Rafael, buscando arreglar su matrimonio, por años consultaron curas, a los abuelos y a matrimonios de su confianza, hasta que tía Elenita dijo a su marido: -No quiero consejos… aquí lo que no tiene arreglo eres tú… te vas, hoy –se tardó en aceptar que el tío era una sabandija. Fue muy feliz, sola.
Hay quien cree que Hamlet dice “algo huele a podrido en Dinamarca”, no es cierto. “Algo está podrido en el estado de Dinamarca”, dice Marcelo y Hamlet lo oye, que es distinto.
Lo que sí dice Hamlet es “ser o no ser” (primera frase del acto tercero, escena primera, como bien sabemos).
Lástima es que ‘La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca’, sea menos popular que ‘Romeo y Julieta’ que no deja de ser un churrazo de fotonovela sobre un romance de dos mocosos, que dura tres días y cuesta seis vidas, sin mencionar su sospechoso parecido con ‘Píramo y Tisbe’, de Ovidio (‘Las metamorfosis’, Libro IV, no batalle), escrita 1,600 años antes (¡ay!, Memo).
Sin estirar la liga, podemos afirmar que algo está podrido en México. En serio. Y no se refiere este menda al hasta hoy fallido gobierno de la señora Sheinbaum, no, ni tampoco al de su extraviado predecesor (cheque su diccionario, extraviado es el mejor término para definir al peor gobernante de la historia de México… y no era fácil ser el peor pero él pudo).
Algo está podrido en México, sí. Somos un país nacido de manera rara, conquistado por los indios e independizado por los españoles, para abrir boca. Ya independientes y con un inexistente orgullo de ser mexicanos (el grueso de la gente ni se enteró), a los entonces gobernantes se les ocurrió que era una gran idea vivir en una rebatiña interminable por el poder y vender más de la mitad del territorio (que se debió perder por la fuerza de las armas yanquis; se hubiera podido reclamar después… pero vendido, vendido quedó).
¡Ah!, y también le pareció muy adecuado a esa clase política de tan baja estofa, abjurar de nuestra naturaleza, la del país, centralista de siempre y federalista a palos; y la de la gente, de religiosidad acendrada desde la noche de los tiempos, haciéndonos laicos pero guadalupanos. Sí, nacimos rarito.
Luego en el siglo XX, la Revolución que no fue revolución sino guerra civil, más bien, pleito de generalotes, bandidos y trepadores, se resolvió con la instalación de un régimen autoritario que aparte de refrendar el odio a España -negando de nuestros entonces, cuatro siglos de historia, tres de ellos-, añadieron a la doctrina oficial el odio a los EEUU. Bonita manera de empezar a construir un país, odiando a la madre y al vecino.
Pero ese régimen, se diga lo que se diga, rindió frutos mejores a los esperados, sí, porque de México nadie esperaba nada, pero ratificó la vocación nacional por la mediocridad. México progresó instalado en una medianía que hoy nos hace estar muy orgullosos de ser la segunda “potencia” de Latinoamérica, habiendo sido cuando Nueva España, una de las primeras del mundo, si no la principal, considerando que España era el más importante imperio y nosotros, la joya de la Corona.
En fin, así estamos ahora en este siglo XXI, pandos de felicidad porque somos el primer socio comercial de los EEUU… sin decir que nuestras principales empresas exportadoras no son nuestras sino extranjeras.
A diferencia de la economía, en lo que no hubo avances fue en cómo nos gobernamos, mal. Nuestra clase política llegó a ralea, alcanzando extremos ridículos, como el Noroñas en la presidencia del Senado, que equivale a que Capulina fuera Papa… no, peor, Capulina era buena persona.
Y de los tres poderes nos quedan dos: el Ejecutivo. No tenemos partidos políticos, ni Morena, que es un muégano de arribistas ávidos de venganza por sus justificados complejos y de riqueza, sabedores de que el poder es de una sola persona, que no vive en Palacio, que no se sabe dónde vive, pero NO en Palenque.
Así estamos, encima de las ruinas que dejó el anterior gobierno, el mejor de México según la señora Sheinbaum y con el aparato de administración pública federal, sobrenadando encima de una espesa nata de corrupción, de escándalos que de tan cotidianos y graves ya no escandalizan a nadie.
La Presidenta de la república parece ignorar que su hilarante segundo piso, lo pretende construir sobre algo que está podrido.
La realidad es necia y no pocas veces, cruel. De nuestros políticos de hoy, no es de esperar una reacción revulsiva que obligue al golpe de timón. No. Pero México es importante por buenas y malas razones, para el país más poderoso del mundo, al que nuestro despelote afecta, mucho, que casi cien mil muertos al año por nuestro chistecito del fentanilo que seis años negamos que se produjera aquí, no son ninguna broma.
No nos gobernamos y lo sabe el tío Sam. Ayer, el Trump que por antipático que sea, es el Presidente de la primera potencia mundial, dio otro trompetazo de aviso: “México desde hace años, pero ahora especialmente, está dirigido por los cárteles”.
Señora Sheinbaum, no vuelva a hacerse la ofendida, así fuera mentira, debe actuar y pronto, le acaban de decir “ahora especialmente” y ahora es su gobierno, continuación del anterior. Si no, los EEUU sí van a poner remedio, como ellos hacen.
Señora Sheinbaum, lo primero que esperan allá es que rompa con su antecesor, no de palabra, en los hechos, deteniendo, procesando y en algunos casos, extraditando políticos de primera línea del gobierno ese que usted dice fue el mejor, enquistados en el suyo. Si no, el Trump se limpia con nuestra soberanía y acaba con su gobierno.
Lo que dijo Hamlet es: “Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir las hondas y flechas penetrantes de la fortuna injusta o tomar las armas contra ese mar de calamidades y oponiéndolas darles fin?”
Señora Sheinbaum, asuma la Presidencia, última llamada. Ser o no ser.