29 de marzo de 2024

La Feria: Chueco o derecho

Sr. López

Es del todo normal que un político aspire al triunfo en las urnas y hacerse con el poder, ni modo que no.

En México por cosas de nuestra historia, el Presidente de la república es el único político castrado electoralmente, lo que es contra natura política, pero la herida del porfiriato no parece acabar de cerrar nunca y más de un siglo después de haber echado del cargo y del país, a don Porfirio, seguimos aferrados a la no reelección.

Está bueno, ni quien diga nada.Nuestros presidentes, sabedores de que no pueden reelegirse, acarician la esperanza de que su partido político triunfe en la elección de su sucesor, un poco por considerarlo aprobación de cómo se desempeñaron en el cargo y otro poco por tener la tranquilidad de que ningún adversario suyo llegue a revolver expedientes y destapar asuntos.

Algunos con discreción y otros no tanto, influyen en las elecciones de su fin de gobierno. Normal.

Lo que no es normal y nunca se había visto, es que haya un Presidente que quiera modificar las reglas electorales con que se harán los comicios de los que resulte su sucesor.

El solo planteamiento del Presidente López Obrador, permite intuir que entre sus mayores preocupaciones (si no la mayor), está que uno de los suyos se siente en La Silla el 1 de octubre de 2024 (en un año y once meses… ni falta tanto).

Tal vez en su lógica política personalísima, considere un timbre de orgullo que se tercie la banda presidencial quien él haya puesto de candidato (o ella, todo puede pasar); también puede haber algo de precaución en su afán pues en su gobierno, él sabe, hay unas cuántas cositas un poco cuestionables (nada más imagine que se ordenara revisar cada contrato asignado sin licitación en este sexenio, ni lo mande Dios); y ya metidos a suponer cosas que no sabemos, no es difícil que el Presidente tenga preocupación de que su sucesor se ponga a papalotear los verdaderos números de su administración, en todo, en economía, salud y muy particularmente en seguridad pública, con la torcida intención de dejarlo en nuestra historia como un nefario (sí, nefario, palabra que ya nadie usa, pero si usted la busca en el diccionario va a dar un salto para atrás, es cosa suya).

Se equivocan los que insinúan que el Presidente de nuestra república ha celebrado algún tipo de pacto con los jefazos de la delincuencia organizada.

En serio, es una idea descabellada por lo inmenso que es el poder presidencial en México, con nadie necesita pactar quien se desempeña como Titular del Poder Ejecutivo, para ni mencionar lo inmensamente estúpido que se necesita ser para sentarse a negociar nada con delincuentes de bota punta-para-arriba, teniendo a sus órdenes a todo el aparato del Estado mexicano (esto es: si algún convenio, acuerdo o pacto buscara con semejantes sabandijas, le sobra personal que en su nombre pero sin mencionarlo, hicieran de celestinas, y ni siquiera de alto nivel… es demasiado el riesgo en estos tiempos de artilugios electrónicos que todo graban).

Los datos duros sobre economía y salud en estos tiempos de la 4T, están a la vista y es solo cosa de buscarlos tanto en los sitios de internet del propio gobierno como en los reportes de entidades internacionales que ningún interés tienen en poner en mal a nuestro gobierno.

Un ejemplo que ratifica el Premio Pinocho para el Dr. López Gatell, es el reporte de la Secretaría de Salud “Exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia por COVID-19, México, 2020-2021”, se consigna que son (solo en ese periodo), 492 mil 980 muertes asociadas al Covid 19 (no las 324 mil 611 que acepta en público).

La cosa es buscarle en los sitios oficiales.Y en lo de la economía, para que calcule los resultados maravillosos que podemos esperar para el fin de este sexenio, tenga muy presente que en su primer año, 2019, la economía decreció un -0.2%; luego, por la pandemia en 2020, bajamos -8.4% y en 2021, crecimos el 4.8% (desde la caída acumulada los dos años anteriores, o sea, -3.8% abajo del año 2018).

Para el presente año, 2022, el Banco Mundial estima un crecimiento del 1.7%; para 2023 del 1.9% y 2.0% en 2024. O sea, va a rondar el escuálido crecimiento De la Madrid del 1.09%… si todo hacen bien. Como sea: sexenio perdido.

Nomás para que le duela, se le recuerda que del inicio del gobierno de De la Madrid, en 1982, a 2018, año final de Peña Nieto, el PIB del país creció 127.53%. Y para las almas llaneras fervorosas seguidoras de la 4T, se acepta: sí, fueron presidentes malos, malísimos.

Ahora que si le busca más atrás, se va a echar a llorar: el país creció 39.86% con Miguel Alemán (1946-1952); 44.85% con Ruiz Cortines (1952-1958); 47.51% con López Mateos (1958-1964); 48.75% con Díaz Ordaz (1964-1970); 43.12% con Echeverría (1970-1976) y 43.11% con López Portillo. Sí, ya quedamos, fueron presidentes malos, malísimos pero… de esos quisiéramos ahora.

Nada de lo anterior reviste la gravedad de nuestra inseguridad pública. Del 1 de diciembre de 2018 al 30 de octubre de 2022, oficialmente, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, van 137 mil 965 homicidios dolosos en México. En el gobierno anterior en el mismo periodo iban 85 mil 811; y con Calderón, 64 mil 993. ¿Así o peor?Pues sí hay peor.

El dato sin confirmar que se ha encontrado en los papeles de los ‘hackers’ Guacamaya, es que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), reporta que del total de 2,446 municipios del país, por lo menos en 1,058 hay presencia de bandas del crimen organizado. Tal vez no le sepa ni a limón lo anterior… bueno, según la filtración Guacamaya, en los reportes de inteligencia de la Sedena se consigna que en 72% del territorio mexicano hay presencia de carteles del narco, bandas del crimen organizado o células criminales.

Como ve usted, la fineza del crecimiento económico o la desgracia de los muertos, palidecen ante casi tres cuartas partes del país en manos criminales. No tiene opción este gobierno: cueste lo que cueste, ganar o ganar, chueco o derecho.

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