24 de abril de 2024

La contra : La Feria

Sr. López

Se escribe esta Feria la tarde del jueves 15 de este mes patrio. No es difícil reseñar lo sucedido el jueves por la noche y el viernes en la mañana: la noche del jueves, en el Zócalo de la capital del país, espectáculo musical, arenga balconera, vivas, ondeo del lábaro, campanazos, fuegos de artificio y más música; adentro, en Palacio, invitados de la ralea acorde al estilo del anfitrión. El viernes, desfile de militares disfrazados de Guardia Nacional (y tal vez discurso-sermón sobre la paz mundial, como se prometió).

Sanseacabó.


Y hoy, lunes 19, bandera monumental a media asta por las tragedias de 1985 y 2017; simulacro de sismo para simular que nos cuidan y que podemos enfrentar la inverosímil furia de la naturaleza. Terminado el rito, todo sigue igual.


A otra cosa:


El presidente López Obrador, actúa o deja de actuar, guiado por la brújula de su ideología mal resumida en un lema, la cuarta transformación de la patria, ceñida a sus dictados diarios jubilosamente pronunciados para ratificar ante él mismo su absoluto monopolio del poder… es que se siente rebonito (por eso apenas puede reprimir su sonrisa).


Sin embargo de que la ausencia de resultados de su gobierno manifiesta su improvisación, su ineficacia, su alejamiento de la realidad, su desprecio por la evidencia, es en sus numerosos errores y fracasos que encuentra motivo para la reiteración de su dogmática, confundiendo contumacia con perseverancia, que no es mantenerse en el error.


Los profesionales de la política que tienen éxito en los cargos que desempeñan, tienen convicciones, ideas y proyectos, claro, pero además, se caracterizan por su capacidad para captar la realidad, entenderla y también por su habilidad para conciliar intereses, armonizar divergencias, ceder para avanzar y ser inflexibles solo en el respeto a la ley. No se deje influir por la cena de afrodescendientes que es ahora nuestra política (nótese la corrección política), sí hay de esos muy decentitos, aquí y en el mundo, por supuesto.


El peligro son los políticos que embozan su medianía intelectual, su anemia deontológica (¡ándele!, pa’que vea que este menda es ‘leido’… anemia en el cumplimiento del deber y la ética, pues), disfrazando sus verdaderos propósitos con ideología, advirtiendo rapidito que está requetebien tener ideología, entendida como el conjunto de ideas rectoras que caracterizan el pensamiento de alguien, sí, pero esos políticos que hacen daño, se aferran a sus ideas contra toda evidencia y pasando por encima de todo: los atemoriza la reflexión, los paraliza el miedo a lidiar con la verdad.


Y esos políticos, enfrentados con la realidad que les grita que están en el error, más se empeñan en sus afanes, repiten como refranero su ideología y mienten, mienten mucho, mienten tanto que acaban por creerse sus dichos y son irrecuperables. Terminan siendo una mezcla a partes iguales de mitomanía y narcisismo.


Los políticos que llegan al poder para imponer su ideología son los que más daño hacen, más que los corruptos, piense en Franco y su nacional-catolicismo; en Hitler y su superioridad racial pangermánica; en Pinochet y su derechismo cuartelero; en Mao y su culto a sí mismo, que no comunismo, que provocó hambrunas y decenas de millones de muertos; en Pol Pot, famoso por lo despacio que hablaba, y su socialismo agrario que quiso imponer al costo de asesinar a la cuarta parte de la población de Camboya.


Por supuesto este texto servidor de usted de ninguna manera compara al presidente López Obrador con semejantes esperpentos, no, pero sí señala que tiene con ellos el factor común del culto a la ideología y su propia persona, eso sí. No es matón, no, pero no tiene escrúpulos a la hora de acosar en su perpetuo discurso o judicialmente, a quienes no piensan como él o simplemente no le dan la razón y por eso los considera sus adversarios o los persigue como víctimas propicias para aparentar lo que no es: apóstol de la democracia, valedor de la legalidad, apologeta de la honestidad y paladín de la austeridad, viviendo en Palacio Nacional (como Juárez, dice, pero también como Maximiliano y Carlota que ahí se alojaron buen rato), con un costo mensual de 6 millones de pesos que deberían agregarse a su sueldo, y 147 personas a su servicio (datos al 2019, obtenidos por el Sol de México vía solicitud de transparencia folio 0210000034520).


Al poder se llega, ideologías aparte, para cumplir la ley y poner en marcha programas acordados que busquen el bien común y eviten el sufrimiento evitable; no es poco y no es fácil.


El problema de gobernar con ideología es que las ideas son abstracciones de la realidad y la realidad no es la idea. El cerebro va de lo concreto a lo abstracto; de ver niños, se abstrae el concepto de infante, pero al nene de brazos y al niñito panzón, no los describe el concepto y en política se lidia con la realidad no con abstracciones y el gobernar aferrado a las ideas lleva a acabar peleado con la realidad.


Así las cosas y considerando que no hay dato que fisure la monolítica convicción del Presidente en que va bien, muy bien y que el pueblo está feliz, feliz, feliz. Ya sin esperanza de que sea capaz de entender, primero y aceptar después, que sus macro proyectos de infraestructura son un fiasco que ya amenaza las finanzas públicas, que sus programas sociales son insostenibles, que la gente común está sufriendo inseguridad, abandono del sector salud y precariedad en la educación, entonces dejemos de lado esos indicadores que nomás no acepta:


Informó la titular del Secretariado Técnico del Consejo Nacional de Salud Mental (STConsame), Diana Iris Tejadilla, del Inegi (del gobierno, no de sus adversarios), que en los últimos tres años (2019, 2020 y 2021), los suicidios aumentaron un 24%, respecto de 2018, último año del gobierno anterior; y que la principal causa de suicidio es la pobreza. Van 8,448 suicidios en esta feliz etapa de la transformación nacional.

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