6 de noviembre de 2024

Felipe González

José Antonio Molina Farro

“Simplemente llamadme Felipe”

Este gran estadista nació el 5 de marzo de 1942. Llamado por algunos “el único europeo auténtico”. Figura clave en la historia reciente de España, país que presidió durante 12 años. Se dice que hoy por hoy, el posicionamiento político del sevillano, que si a la izquierda o a la derecha, es el único que se ha discutido más en España que el de Putin desde que comenzó la guerra en Ucrania. Recuerdo sus visitas a México, sus reuniones con Salinas, Zedillo, Calderón, Peña, Andrés Manuel, Muñoz Ledo; sus conferencias: “el pacto de la Moncloa fue un ejercicio de sentido común donde no se dieron los grandes debates ideológicos”. Cómo olvidar su frase, “Los estadistas definen fines con claridad y medios con flexibilidad”. O su visión pesimista de hace apenas unos años, “Gramsci hablaba del pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad, yo digo, el optimismo de la inteligencia y el pesimismo de la voluntad. Se puede ¡pero no se quiere! Por eso soy pesimista”. Hay un espléndido libro que escribió con otro protagonista de la transición española, Juan Luis Cebrián,  fundador de El País, “El futuro no es lo que era”, escrito en 2002.  En la conversación no hay respiro; intensidad, lucidez y autocrítica. La historia del tránsito del autoritarismo a la democracia en España, la historia de la superación de la política del rencor y “en la que, tal vez, estamos recayendo”.  Pasado, presente y futuro se entrelazan, en la búsqueda de un nuevo paradigma político, económico, de seguridad y sociocultural. “No sólo no hay un nuevo orden, sino que tenemos ante nosotros un nuevo y auténtico desorden internacional”.

Señalan cuatro problemas clave de nuestro tiempo: los flujos migratorios, la masa humana de desfavorecidos que deciden huir de su destino, de su condena a la miseria. El segundo, el problema de la incorporación de las mujeres a la sociedad, en todas sus expresiones. El tercero, el equilibrio entre desarrollo y conservación de la naturaleza, y el cuarto, el problema de las identidades culturales o étnico-religiosas, con la idea fuerza de la cooperación y del diálogo entre culturas diferentes, la otredad.  Hay un párrafo, a mi juicio, toral, “la desestructuración del ser histórico que somos, ante el paso vertiginoso de la sociedad industrial a una… informacional o del conocimiento, produce angustia, desasosiego. Percibimos que lo que aprendíamos para enfrentarnos a los desafíos del mundo conocido ya no es útil, y nadie nos explica el nuevo código de comunicación, de guía, en este complicado tráfico de la globalización. Si lo que era sabemos que no será, pero no imaginamos lo que va a ser, el estado de ánimo es incierto y la apelación a los absolutos emerge con fuerza inusitada. Por eso, el futuro que ya está aquí, no es lo que era, como decía Julio María Sanguinetti… Y sí, como dudar que hoy en México ocurren cosas que no estaban previstas y sí ocurren las que no lo estaban. Esto engarza con Zaki Laïdi, “Nunca fue tan grande nuestra necesidad de proyectarnos hacia el futuro y nunca, como ahora, estuvimos tan pobremente armados para concebirlo”.

Hablan de las fuerzas armadas. “El Ejército aceptó la democracia y la supremacía del poder civil, pero los otros dos poderes fácticos clásicos, Iglesia católica y oligarquía financiera, han aumentado su influencia”. Otro tema, el ´fundamentalismo democrático´, consistente en convertir la democracia en una ideología, desfigurando su condición de método. Un fundamentalismo “que esconde torpemente pulsiones autocráticas y talantes totalitarios, muy del gusto de amplios sectores de la sociedad española…” De inicio subrayan el consenso de la transición, “la búsqueda de un territorio compartido…que trataba de comprender cuál era la verdad del otro, para superar la política del rencor”. Sí, el rencor, ese compañero de viaje de nuestra convivencia en la historia de México.

Hay algo que estimo muy relevante. Como gobernante enterró dogmas y liturgias. Mostró  capacidad de rectificar en función de los intereses legítimos de España. En 1981, antes de ser presidente, se pronunció por la NO entrada de España a la OTAN; ya como presidente, decidió lo contrario y convocó un referéndum, hecho que sus simpatizantes calificaron de jugada genial por haber dejado a la derecha fuera del juego mucho tiempo. Al respecto, Felipe habla, “He dicho en público que el referéndum sobre la OTAN fue uno de los más graves errores que he cometido, de los más arriesgados, aunque saliera bien para nuestro país…Nadie en el mundo ha sometido a referéndum la pertenencia a un pacto militar. Hay decisiones que no deben ser transferidas a la responsabilidad de los ciudadanos, y ésta era una de ellas…lo considero un error: por el riesgo a que sometimos al país, por la presión sicológica que hicimos sobre los ciudadanos, transfiriéndoles una responsabilidad que era nuestra, y porque, a pesar de que fue un triunfo, lo fue gracias a la equivocación de la derecha y a la madurez de nuestro pueblo. Pagamos un coste, perdimos veinte diputados y el reproche de una generación entera, que no quería ser consultada porque, sentimentalmente, no quería la OTAN”.

P.D.

Los partidos políticos se aproximan a sus locuras cuando son oposición, y a sus realidades cuando son gobierno.

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