11 de noviembre de 2024

El mundo gira : La Feria

Sr. López

Advierte a usted este menda, que desde chiquito, pero muy chiquito, no fue crédulo, porque los mayores decían cosas muy difíciles de tragar; por eso escribía su cartita a los Santos Reyes dudando de la versión de los grandes (¿a qué horas leían tantas cartas, dónde se surtían y cómo repartían todo en una noche?). Cuando ya iba a clases de religión, vivía castigado, por cosas como preguntar si Dios no había provocado lo del pecado original por crear una serpiente que hablaba y no olvida la mirada de furia del cura cuando nos contó lo del Diluvio Universal y le preguntó de dónde sacó Noé la pareja de canguros para treparlos al arca. Al rincón.
Hecho el aviso, le comento, buenos contra malos; santos ahuyentando demonios; pueblos mártires resistiendo pueblos canallas; líderes inmaculados enfrentando caudillos perversos… todo eso está bien para cuentos infantiles, biografías ilustradas de héroes y películas de aventuras, no para la cruda realidad.
Al menos en lo que toca a la historia de las naciones, las cosas no son en blanco y negro. Ahora mismo con lo de Rusia y Ucrania, hay quien espera que los EUA hagan valer su sacra fuerza y metan en cintura al pérfido Putin, reencarnación de Hitler.
Sin intención de hacer una absurda apología del señor Putin, este su texto servidor, primero va a despeinar tantito a los que se presentan como los buenos en la historia y comparan a Putin con Fito Hitler. Vayamos a eso, a la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial.
No pocos historiadores y economistas coinciden en que no hubiera habido Alemania nazi ni Segunda Guerra Mundial, sin la colaboración y apoyo de bancos y empresas de los Estados Unidos; sin la Standard Oil (hoy Exxon), Fito no hubiera tenido combustible para su maquinaria de guerra; sin la Dupont tampoco hubiera tenido llantas para su ejército; sin la General Motors y la Ford, no hubiera contado con camiones para mover sus tropas; la GM era dueña de la Opel y a su director Ejecutivo, James Mooney, los nazis lo condecoraron igual que a Henry Ford porque era cuate y se negó a fabricar motores para los aviones de la Royal Air Force británica. No hay espacio para poner más ejemplos, pero ya declarada la guerra a Alemania, el gobierno yanqui multó a la Standard Oil… con 5 mil dólares y la promesa (no cumplida) de no seguir ayudando a Hitler.
Antes de que señale a nadie con dedo flamígero, le recuerdo que hasta 1941, la URSS -Stalin, pues-, le vendía a la Alemania nazi, petróleo, granos, caucho, hierro y minerales necesarios para su industria bélica; antes firmó con los nazis un pacto de no agresión (el Ribbentrop-Molotov, 24 de agosto de 1939), que incluía la cooperación para ocupar y repartirse Polonia y aparte, Stalin se quedaba con Estonia, Letonia y bocados de Rumania y Bulgaria. Chulada. Ya luego Hitler traicionó a su socio y Stalin casi se infarta. Pero fueron socios en el inicio de esa hecatombe.
Y no para ahí la historia: a los nazis, Suecia les vendió hierro hasta 1944; Suiza hasta 1945 le compraba oro al Reichsbank (el banco de Alemania), a sabiendas de que era robado a los países ocupados y las víctimas del Holocausto, y lo pagaba con francos suizos para que los nazis pudieran comprar materias primas de países neutrales; media Sudamérica le facilitó la vida a los nazis, antes, durante y después de la guerra… y para que no le vaya a entrar el orgullo tenochca, México, el 28 de diciembre de 1945, salió bailar en la boca de un tal Hans Pilder, Presidente del Dresdner Bank, durante el juicio ante el Tribunal de Crímenes de Guerra de Nüremberg, quien confesó haber hecho las negociaciones por las que nuestro país le vendió petróleo a Hitler aún después de declarada la guerra a Alemania, triangulando con empresas fantasma en Sudamérica, porque según el Pilder, “México era campo fértil por la ingenuidad campirana de los mexicanos y por su corrupción”… duele.
Así las cosas en esto de la historia de las naciones: no hay buenos de un lado y malos del otro, hay perdedores y ganadores, eso sí y también hay regímenes intrínsecamente perversos y otros que procuran hacer el menor número posible de vilezas, pero, llegado el caso… sin hacer gestos.
De regreso a lo de Ucrania-Rusia. Es muy larga la historia de encuentros y desencuentros entre ambos. Ucrania perteneció por completo a Rusia desde 1772 (ya antes una buena parte desde 1721); de hecho tal vez el vocablo mismo de ‘rusia’ tenga origen ucranio. Como sea, se independizó en 1991 junto con Crimea; luego Crimea mediante referéndum decidió separarse para regresar a Rusia y Ucrania no lo reconoció ni reconoce, sin saber nadie si fue legítimo el referéndum, pero Crimea se separó con ayuda de Rusia para la que es vital porque ahí se encuentra la base de la Flota del Mar Negro de la Armada de Rusia, nada más.
Luego surgieron en Ucrania movimientos separatistas en la frontera con Rusia (para su alegría), y a la par, Europa le empezó a coquetear a Ucrania y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), también, solo que la OTAN es la fuerza militar multinacional europea y de los EUA… y eso no lo traga Putin: no va a permitir que el vecino ponga una escopeta recargada en la puerta de su casa, pero ni loco se le ocurre emular a Hitler declarando a toda Europa una guerra perdida de antemano.
Imposible un pronóstico, pero muy difícilmente la OTAN (ni el tío Sam), van a responder militarmente pues Rusia tiene armamento nuclear y arrinconada es capaz de todo (recuerde sus 8 millones 700 mil soldados muertos en la Segunda Guerra Mundial junto con 18 millones 300 mil civiles, que suman los 27 millones de difuntos que hundieron a Hitler).
Pobre Ucrania, ahora va a saber que estaba y está sola, muy sola, porque aparte, las potencias no van a dejar a China que nomás está mirando, como única potencia mundial después de un pleito en que todos quedarían en la época de las piedras. Triste pero no hay que preocuparse de más, hasta el momento es otra guerra, una más… y el mundo gira.

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