4 de noviembre de 2024

Colorín colorado… : La Feria

Sr. López

La vida pública mexicana se compone de un batidillo en el que se revuelve de todo, desde costumbres religiosas hasta rituales políticos. El 12 de diciembre el país se pone guadalupano; el 6 de enero los Santos Reyes dominan la escena; el 3 de mayo la Santa Cruz antecede la santa cruda; el dos de noviembre, el culto al hueso… y en lo secular, el 13 de septiembre nos ponemos patrióticos con los Niños Héroes; el 18 de marzo somos petroleros; el 21 de marzo, juaristas; el 5 de mayo la batalla de Puebla nos saca el zacapoaxtla que llevamos dentro; el 16 de septiembre le aplaudimos a Hidalgo (el calvo de greñita atrás) y a Morelos (el de pañoleta); el 20 de noviembre mezclamos a Madero con Villa y Zapata, Carranza y Obregón, celebrando a nuestra modo la derrota de don Porfirio (secretamente admirado por no pocos mexicanos estándar), sin mencionar que esa Revolución fue el origen del antiguo régimen priísta del que es de buen tono hablar mal (pero muchos ya extrañan, malo, malo, pero se vivía mejor).
Aparte celebramos el día del cartero, del contador, del amor y la amistad, del bombero, de la madre, del padre, del compadre, del charro (con caballo, no sindical), del maestro y así hasta llegar a las 65 celebraciones anuales de varia intención y franco vacile.
Ayer fue Día de la Bandera y la verdad, habría de celebrarse de mejor manera, no es venerar un trapo, es la insignia, la enseña, el emblema de la nación. No se moleste, pero se nos han adelgazado los valores patrios (no patrioteros y menos, nacionalistas), sino esos que son la concreción civil de valores morales, esos que dan sentido social a los empeños personales, que hacen respetar y permiten respetarnos.
Por cierto, ayer fue la celebración del Día de la Bandera, con el Presidente en el Campo Marte. Ante él doña Olguita Florero, en su gustado papel de deslucida presidenta del Senado, pronunció sentido y equivocado discurso en el que equiparó con fallida discreción, a la bandera nacional con el lema político-morenista y eso es un desfiguro; dijo la damita que “la bandera es un símbolo y señal de transformación y el ondear permanentemente la bandera nos lo recuerda”.
No, doña Olguita, la bandera no es símbolo de la transformación patentada por la 4T, sino símbolo de la patria y por eso también es bandera de opositores al régimen y de quienes no comulgan con los ideales personales o las piedras de molino de su líder, sí, todos siguen siendo mexicanos y la bandera es de todos porque todos somos el país, no pretendan monopolizarla junto con la verdad; están en el poder y eso aconseja moderación y no ambición, ya lo dijo el Quijote: “Nunca o muy pocas veces se consigue una ambición sin hacer daño a terceros”. No dañen a México, no lo dañen más.
Y antes de la ceremonia, sucedió en Palacio algo que merece saberse. El Presidente, recorriendo Palacio con algunos de sus clientes frecuentes de las madrugadoras, dijo que ya no puede más.
Primero dijo que en 2012, por poquito se raja: “Estuve a punto de decir: ‘no vuelvo a ser candidato de nada’, fue un borrador, lo hice, lo pensé”. Y que finalmente se postuló en 2018 a la presidencia porque “(…) dije: ‘van a hacer fiesta y todavía puedo hacer algo, no me siento insustituible, pero todavía puedo’, entonces ya no leí la carta en el Zócalo y decidí salir adelante. Pero sí, ya no puedo más, o sea, ya cierro mi ciclo”. (Vámonos entendiendo, aparte de haber sentido que todavía “podía”, por no darles el gusto a los que iban a “hacer fiesta”, continuó en la brega. Esos son ideales y esas sus razones de Estado, pa’ que se lo sepa).
Ahora lo que sigue es formar una Comisión Nacional de Búsqueda de Tarugos, para detectar a los zonzos que se lo crean.
No sostiene este menda que lo haya dicho mintiendo intencionalmente, no, lo dijo porque se le ocurrió, nada más. Y como los tíos viejitos cuando cuentan sus aventuras, la adornó (que en 2012 escribió su renuncia… ¡vaya!, con todo el país de testigo de cómo en 2012 estaba a todo vapor haciendo hasta lo imposible por ser candidato a Presidente, como fue de la coalición Movimiento Progresista, del PRD-PT-MC).
Nada más que las ocurrencias del Presidente no le cierran la puerta a sus proyectos verdaderos, a sus más íntimas aspiraciones, por eso dijo:
“Soy partidario de la revolución de las conciencias, siempre, hasta la muerte, nada más que ya no voy a ejercer el noble oficio de la política, porque cuando yo termine, me retiro, me jubilo y ya no vuelvo a participar en nada que tenga que ver con la vida pública”.
¿Se fijó?: “cuando yo termine, me retiro, me jubilo”, y los cándidos piensan que se refiere a cuando termine su periodo de Presidente, cosa que él no dijo, sino “cuando yo termine”, cuando a él le dé la gana, como es su derecho, faltaba más, y vaya haciéndose a la idea el estimable peladaje de que el Presidente, a partir de 2025 asumirá el papel de apolítico padre de todos nosotros, cuidando la “revolución de las conciencias” hasta la muerte o sea, mientras Dios le preste vida, que se le desea sea larga, como la de su héroe secreto, Luis Echeverría, que ha paladeado dilatadamente el acíbar de ser expresidente, lo que en este país es la nada y a veces el vituperio.
Como sea, no es prudente que el titular del Ejecutivo diga que ya no puede más, pues refleja su estado de ánimo y esa chamba, es obligarse a poder, aguantar la carga, enfrentar problemas, capotear fiascos y denodadamente, buscar soluciones, mitigar penas a los desposeídos y evitar el sufrimiento evitable no de sus seguidores o de los que lo eligieron, no, de todos los 130 millones de mexicanos, que no juró el cargo advirtiendo que intentaría con todos los medios a su alcance, dividirnos y confrontarnos, ni exceptuando de sus deberes a los que él constantemente insulta por ser culpables del delito de no ser sus solovinos.
Mala señal: del increíble optimismo de los otros datos al “ya no puedo más”. El Pípila sin piedra, Sísifo en la hamaca. Se acabó el cuento, colorín colorado…

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