2 de mayo de 2024

Algo sobre Adonis: José Antonio Molina Farro

“El bien, quisimos el bien: enderezar el rumbo
No nos faltó entereza: nos faltó humildad.
Soberbia de teólogos”.
Octavio Paz.

Cuando un político, un lector cualquiera lee a un gran poeta, este le abre un mundo nuevo, nuevas relaciones entre las cosas y los hombres. Y aunque el compromiso político es por naturaleza antipoético, en estos tiempos de pasiones inflamadas, fanatismos, invectivas y ditirambos, ilusiones colapsadas, engaños y autoengaños, es preciso releer, redescubrir, a sus 94 años, al más grande de los poetas árabes vivos. Su seudónimo alude al dios de origen fenicio, símbolo de la renovación cíclica. En la tradición herética Adonis es un rebelde, un iconoclasta para quien todo fundamentalismo es antimoderno, antiapertura, antilibertad, antisuperación, antiinvestigación, es una vuelta al pasado, una vuelta atrás; se va hacia el futuro por el pasado. Revela en su obra un eclecticismo productivo que engendra una polifonía que da a su obra toda su originalidad. Abre la identidad árabe a otras identidades y se liga a un Goethe, a un Paul Celan, a un Rimbaud, entre otros. Adonis combate con vigor y sin tregua el fanatismo dogmático y cerrado, en aras de una renovación “desestructurante”. Nos conmina a buscar, más allá de la apariencia, el sentido oculto.
Su poesía del viaje es un viaje al interior. Vean qué belleza. “Yo no existo en tanto yo sin el otro. Así, si viajo, viajo al interior, pero también hacia el otro. Porque me descubro a través del otro, sin el cual siento que no existo”. Como no recordar el hermoso concepto de otredad de quien fue su amigo admirado, Octavio Paz, “somos uno y diversos”, “los otros todos que nosotros somos”. Y Piedra de Sol, “…los dos se desnudaron y se amaron por defender nuestra porción eterna, nuestra ración de tiempo y paraíso, tocar nuestra raíz y recobrarnos, recobrar nuestra herencia arrebatada por ladrones de vida hace mil siglos, los dos se denudaron y besaron porque las desnudeces enlazadas saltan el tiempo y son invulnerables, nada las toca, vuelven al principio, no hay tu ni yo, mañana, ayer ni nombres, verdad de dos en solo un cuerpo y alma oh! ser total”. Las obras de Juan Rulfo tampoco le son ajenas. Imposible omitir la analogía con uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos, Baruch Spinoza, “Un hombre completa a otros y es completado por ellos”.
Amor y sexo. Habla del éxtasis, de la interpretación del acto amoroso. “La poesía es como el amor, unifica a los contrarios… No hay límites, no hay fronteras entre la vida y la muerte, y eso se puede experimentar en el acto sexual. Hay en el acto sexual un instante en el que uno nunca sabe si está vivo o está muerto. Ese instante es lo divino en los poetas y en los grandes místicos”.
Une la sensualidad y la sexualidad con lo espiritual. “No se llega a lo espiritual más que a través de lo carnal o corporal. La sexualidad es el éxtasis material de nuestra existencia; en este sentido la sexualidad es la belleza por excelencia de este mundo”. Los contrarios se disuelven, se funden el uno con el otro. Insiste en ese mundo corporal, “si hay un verdadero espíritu, es el cuerpo humano”. “Nosotros, los seres humanos, por el peso del pensamiento religioso, no reconocemos nuestros cuerpos, los ignoramos. Hay todo un continente, el del cuerpo humano, que hay que descubrir de nuevo”. “La poesía y el amor son los dos elementos más esenciales para hacernos comprender la vida y vivirla mucho mejor, pues el amor no solamente es esencial como metafísica: como física también es un elemento esencial de nuestra existencia, y por desgracia el amor también está en crisis, en retroceso, ya no se ve amor, está mercantilizado, se convierte en un intercambio económico, un intercambio de intereses”.
Indiferencia. “Vivimos una época marcada por una indiferencia creciente, una falta de referencias, de valores morales y éticos. Da la impresión de que el hombre es incapaz de afrontar la verdad. Las convicciones personales se disuelven para adherirse a las opiniones de los demás. El mundo está creando otra cultura en el plano intelectual y en el de la vida cotidiana.
Dios y la naturaleza. Es muy difícil hablar del futuro. “No es solo el hombre el que muere, es también la naturaleza, la madre de todos nosotros, la que muere. Si destruimos la naturaleza nos destruimos a nosotros mismos…Mi papel es escribir poesía que predique el amor a este mundo, que el mundo es hermoso y hay que amarlo, no destruirlo…La vida se nos ha dado de una vez por todas, esto no se repite, hay que entender esta realidad y vivirla plenamente a través de la creatividad, el arte y la amistad, eso es lo que debe ser el fundamento de nuestra vida y de nuestro mundo.”
Cuando digo que {Dios ha muerto}, quiero decir el Dios fundamentalista, la concepción cerrada y casi antidivina de Dios. A Dios como identidad hay que buscarlo delante de nosotros, está siempre adelante y viene de delante. ¡Dios no muere nunca!, el problema no es Dios en sí mismo, son las concepciones rígidas y cerradas de Dios.
La dignidad. Es la esencia misma del ser humano, quien por desgracia es oprimido, es humillado, está siempre en crisis, prisionero, perseguido, emigrado, el sufrimiento del ser humano es inmenso en nuestro mundo y esto va contra su dignidad, se le trata como una cosa y, en lo absurdo, por sus riquezas financieras. Pero un gran hombre sigue siendo grande incluso si yace en el polvo, a pesar de la pobreza. El ser humano, aunque muera y haya de morir, tiene en sí algo que lo supera; muere, pero queda en él algo que no muere, esa finitud humana contiene una infinitud, un infinito; ese infinito es la espiritualidad, y eso es lo que queda, lo que supera todo y no muere, y tal vez es ahí donde reside nuestra existencia real.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *