30 de junio de 2025

Víctor Hugo


José Antonio Molina Farro

A Juan Carlos Cal y Mayor, por su fe inquebrantable en un destino luminoso para México
Escribió una obra maestra. ‘Yo, Maximiliano. El sueño del colibrí’. Un testimonio literario que fusiona contexto, memoria, imaginación y rigor jurídico. Juan Carlos Cal y Mayor no oculta su fascinación por el personaje. En lo personal me llevó al paroxismo intelectual. Fuente de inspiración de este artículo sobre el autor de ‘Los Miserables’.


Fue el más grande poeta de su siglo e intelectual comprometido. Su fama fue indisputada, absoluta, fulminante. Hijo de su tiempo, leyenda de un siglo. Nació el 26 de febrero de 1802. El pueblo lo adoraba, los escritores le admiraban, los poderes lo respetaban. Audaz y laberíntico, cantaba al amor y a las mujeres.

Con su obra ‘Los Miserables’, cambió el modelo literario para siempre. Defensor implacable de la libertad de expresión, la democracia, y los derechos de los niños y de las mujeres. Amante de las libertades, fue generoso y compasivo, promovió sin reservas ni mezquindades a los nuevos talentos y a las nuevas corrientes literarias.

Al morir, el gobierno le decretó honras fúnebres de carácter nacional. Al sepelio acudieron más de dos millones de personas.


Quiero detenerme en la carta que le escribió a Benito Juárez para salvar a Maximiliano. Hay versiones, interpretaciones de forma, todas apuntan al contenido. Hay quienes dicen que la carta llegó tarde, otros más que el Benemérito la leyó antes de la ejecución, pero que ignoró el indulto. Me quedo con esta versión resumida.

“Escuchad ciudadano Presidente de la República Mexicana: vos acabáis de demostrar el poder de la democracia, ahora mostrad su belleza. Después del rayo mostrad la aurora. A los bárbaros mostrad la civilización; a los déspotas los principios. Dad a los reyes delante del pueblo, la humillación del asombro, vencedlos sobre todo por la piedad. Que el violador de los principios sea salvado por un principio. Que el perseguidor del Derecho sea salvado por el Derecho. Que este príncipe que no adivinaba que era un hombre, sepa que hay en él una miseria, el rey; una majestad, el hombre. Juárez: haced que la civilización de un paso inmenso.

Abolid de sobre la faz de la tierra, la pena de muerte. Que el mundo vea esta cosa prodigiosa. Juárez, ésta será vuestra segunda victoria, la primera, vencer la usurpación es magnífica, la segunda, perdonar al usurpador es sublime”.

Van algunos de los pensamientos de este enorme novelista francés.
Censura. Hay dos clases de censura. La una, que es la que conozco en el mundo, más respetable y de más eficacia, es la censura ejercida en nombre de las ideas eternas del honor, de la decencia y de la honestidad; en nombre de ese respeto que una nación tiene siempre a sí misma.

La otra censura, que es inhábil y torpe, es la censura ejercida por el poder… la censura inconsiderada y opresora… añadid el poder comprometido; inconveniente grave.
La libertad de prensa. La soberanía del pueblo, el sufragio universal, la libertad de imprenta, son tres cosas idénticas, o por mejor decir, son la misma cosa bajo tres nombres diferentes. Las tres constituyen nuestro derecho público entero; la primera es el principio, la segunda es el modo, la tercera es el verbo. La soberanía del pueblo es la nación en el estado abstracto, el alma del país. Estas tres cosas, estos tres hechos, estos tres principios, ligados por una solidaridad esencial, ejercen cada uno su función: la soberanía del pueblo vivificado, el sufragio universal gobernando y la prensa instruyendo, se confunden en una estrecha e indisoluble unidad, y esta unidad es la República. Allí donde estos tres principios se ven cohibidos en su desenvolvimiento, oprimidos en su acción, desconocidos en su solidaridad, y con su majestad en pugna, hay monarquía u oligarquía hasta bajo el nombre de República.
Entonces, como nada hay en orden, es cuando se ve el fenómeno monstruoso de un gobierno de quien reniegan sus propios funcionarios. Y de ser renegado a ser traidor no hay más que un paso.
Entonces es cuando los más firmes corazones dudan de las revoluciones; de los grandes acontecimientos que hacen surgir de la sombra al mismo tiempo tan altas ideas y tan pequeños hombres de las revoluciones, que nosotros proclamamos bienhechoras cuando vemos sus principios, pero que se pueden llamar verdaderamente catástrofes cuando se ven sus ministros. Todo ataque a la libertad de imprenta, todo ataque al sufragio universal, es un atentado contra la soberanía nacional. La libertad mutilada es la soberanía paralizada… poner trabas a la prensa es quitarle la palabra. Hasta aquí Víctor Hugo.
ERA. El gobernador de Chiapas Eduardo Ramírez Aguilar se posiciona una vez más en el primer lugar del ‘ranking’ de gobernadores, como el mejor calificado de México. No es sorpresivo. En Chiapas soplan fuertes vientos de cambio. Hay proyectos, propuestas y una nueva visión de gobierno. Innovando el gobierno, sin agendas particularistas excluyentes y con una nueva generación de políticas públicas, el gobernador del estado, a escasos siete meses de asumir el cargo fortalece gobernabilidad, legitimidad y confianza ciudadana. El pueblo siente alivio al percibir que hay mando y se ahuyentan con rapidez la incertidumbre y el conflicto.
P. D. “La salvación no se opera nunca por los muchos sino por los algunos; jamás por las organizaciones sino por las personas. Nada grande ni vivo puede hacerse si los hombres no son dueños de sí e independientes”. Cardenal Newman (1801- 1890).

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