Toda la familia materno toluqueña de este menda, la católica summa cum laude, sabía que los tres sobrinos de tía Tencha, eran sus hijos, tenidos sin haber contraído nunca nupcias y gracias a las aportaciones de un señor casado del que todos conocían sus generales; igual con el mozo del solterón tío Ricardo, que sí era su mozo, pero de estoques, porque nadie nunca lo vio lavar un plato o hacer un mandado
¡Ah! pero si quería usted meterse en un problema tipificado en el código familiar como delito grave perseguido de oficio, bastaba que se refiriera a los sobrinos y al mozo con los sustantivos precisos: hijos y querido; las diez plagas de Egipto sobre su cabeza. Y todo Toluca estaba al tanto.
Se va uno haciendo grande y cae en cuenta que no era una peculiaridad familiar: así somos en general los pobladores de este idílico país; es un rastro genético heredado de los mexicas, cuya dulzura de modos y suavidad de trato, llamaban la atención a Hernán Cortés y sus compañeros de aventura, considerando que después de sus saludos llenos de cortesía, seguían las pedradas y los macanazos con que los obsequiaban (la Noche Triste no se olvida, ¡la lucha sigue y sigue!)
Como sea, el caso es que a los tenochca simplex promedio que conformamos el peladaje nacional, nos saca ronchas llamar a las cosas por su nombre.
Malabares hemos hecho para encontrar palabra suficientemente suave para referirnos a los inválidos, baldados o retrasados mentales, ya pasamos por minusválidos, intentamos con discapacitados, nos estacionamos temporalmente en capacidades diferentes y ahora andamos por capacidades especiales (a ver qué más se nos ocurre). Así también, la mierda hasta nuevo aviso, es desecho sólido y las prostitutas, de meretrices, busconas y rameras, pasaron a sexoservidoras, en tanto inventen algo más edulcorado como profesionales técnicas en servicio completo y drenado del aparato reproductor masculino.
Siendo esto un rasgo muy nuestro, también distinguimos cuando se usan palabras suaves con intención de burlarse o de ofenderlo a uno. Nadie sonríe ni agradece si le dicen que su hermana es de faldas ligeras, que su hijo es delicado o la esposa es de amplio criterio, no señor, que todo nacional mexicano nace equipado con detector de ofensas y es coleccionista de agravios.
Un recurso de sobrevivencia nacional que pasó por alto el inmenso Ibargüengoitia en sus Instrucciones para vivir en México, es la desmemoria voluntaria respecto de las frecuentes cuestiones esperpénticas del orden público cuya reparación sabemos no está en nuestras manos, por lo que el connacional debidamente destetado, hace como que las olvida (y a veces sí las olvida).
Por grande que sea un escándalo en México, si se espera el debido tiempo (breve), pasa al olvido. La gente brama y maldice, pero nada perdura semanas en el escaparate del rechazo o indignación y en cuestión de días, se diluye hasta incorporarse en la amnesia colectiva.
Nuestros políticos lo saben y cuando les toca aparecer en la picota del vituperio, esperan estoicamente a que transcurran los pocos días necesarios para que el asunto pase a páginas interiores y después al olvido. No vaya muy lejos, piense en si recuerda cuándo fue el incendio del Lobohombo (22 muertos), los 12 aplastados del News Divine (y don Ebrard tan campante), el incendio de la Guardería ABC con sus 49 bebés incinerados vivos, 70 quemados y sufriendo (y los dueños, tan frescos).
Si le parece lógico que sucesos de hace años ya nadie los recuerde, se le concede, entonces recapacitemos en la tragedia de la Línea 12 del Metro de apenas el 3 de mayo de este año: 26 fallecidos, 80 heridos y 5 cinco desaparecidos (!)
y la autoridad sin despeinarse, nos informa que los responsables son unos pernos mal soldados, sin que salgan las masas a reclamar justicia, cómo para qué, ya ni quien se acuerde. Sería rudeza innecesaria hacerle recapacitar en que la encuesta diaria de defunciones por la pandemia del Covid-19, ya aburre y francamente ni quien lea la estadística en la prensa aunque ya vamos oficialmente en cerca de 300 mil fiambres más los que la propia autoridad acepta que no cuenta, que eleva la cuenta al medio millón. Y de los asesinatos y la inseguridad, ni hablar, eso ¡ya Chole!
Por eso el Presidente pudo poner a Manuel Bartlett de gran jefe de la CFE: nos conoce. Sabía que no iba a faltar el maldoso que recordara lo que él mismo, el Presidente, dijo en su libro Entre la historia y la esperanza, que don Bartlett que era un corrupto y que como gobernador de Puebla tomó el federalismo como patente de corso para atropellar los derechos individuales y políticos de los ciudadanos
¿sí?, pues ¡a la CFE!
Y qué le parece el nombramiento de doña Guevara al frente de la Conade, aunque el 11 de mayo de 2015 le regaló un tuit: Es lamentable que Ana Gabriela Guevara haga campaña a favor de la candidata del PRI en Sonora. Son iguales de corruptos los del PRIAN. Ni quien se acuerde.
Tampoco ruboriza al Presidente su tuit del 15 de julio de 2015, en que dijo: Si cuando menos no renuncia el gabinete de seguridad, va quedar la idea de que hubo complicidad al más alto nivel en la fuga del Chapo
¿sí?, pues él declaró tan campante haber ordenado la libertad del Chapito. ¡Tengan para que aprendan!
¡Cómo nos conoce el Presidente!, por eso sabe que puede hacer lo que le venga en gana sin pagar el precio. Por eso se atreve a mandar una iniciativa de reforma constitucional de la industria eléctrica, sin pies ni cabeza. Ni quien se fije.
Solo olvida el Presidente la afición irreprimible del tenochca estándar de hacer leña del árbol caído y que su tronco favorito son los expresidentes.
También olvida el Presidente la afición nacional por los refranes:
El 14 de mayo de 2017, echándole pedradas a Peña Nieto puso otro tuit en el que dijo: Si el crimen y los delitos crecen, es evidencia que la miseria va en aumento y que la sociedad está mal gobernada
bueno, su boca es su medida.