29 de marzo de 2024

Sin disculpas: La Feria

SR. LÓPEZ

A estas alturas ya ni le digo que la abuela Elena, la paterno autleca, de mero Jalisco, era inteligente, práctica, más brava que Pancho Villa (nomás que delgada y de ojos verdes), y nunca se metía en asuntos ajenos. Sin embargo, en cierta ocasión, la casa que colindaba con la ventana de su recámara, la rentó una familia que aparte de lo que cualquier familia tiene, tenía gatos, muchos gatos, más de 20, pero no mininos, sino unos animalazos preciosos, gordos y peludos, no persas sino de una raza turca muy fina que criaban para vender. Todo bien, pero los súper gatos esos a veces, maullaban noches enteras (y no dormía nadie en media manzana a la redonda). La abuela le pidió a la vecina que por favor hiciera algo para arreglar el asunto y la tipa le contestó con no buenos modos, que en su casa hacía lo que le daba la gana. No supo lo que hizo: maullaran o no los  gatos, diario, de día y de noche, a cada rato, doña Elenita subía a su azotea y tronaba cuetes, pero de esos que llaman ‘palomas’, que hacían retumbar puertas y ventanas. Los gatos y sus dueños no tenían punto de reposo, se estaban volviendo locos. La vecina furibunda (y ojerosa), se fue a quejar y la abuela le dijo que ellaen su casa también hacía lo que le pegaba la gana y señaló, reposando junto a la puerta, una escopeta cuata de su propiedad (que sí estaba cargada). Fue pronto la mudanza.

Este menda no suele opinar sobre asuntos del extranjero, no por creer que México sea el ‘ombligo de la Luna’ (?), ni mucho menos, la tontada esa de que sea ‘el centro del mundo’ (con traducciones del náhuatl imposibles de verificar para el común de los mortales), sino porque en nuestra risueña patria sobran sabrosos asuntos que tonifican nuestro sentido del humor y simultáneamente, fortalecen la resistencia del gen tenochca a la adversidad.

Sin embargo, es obligado hacer una excepción, por el asunto en que nos ha enredado la 4T con Bolivia (y andar en broncas con Bolivia es de pena ajena).

Por supuesto no se puede aceptar la retahíla de insultos que el pasado 26 de diciembre endilgó a nuestro Presidente el tal Jorge Quiroga, expresidente de allá y hoy delegado presidencial de ellos.

Nos guste o no a los que no nos guste, Andrés Manuel López Obrador es titular de nuestro Poder Ejecutivo y el extranjero que insulta a nuestro Presidente, dada la naturaleza unipersonal del cargo, de alguna manera injuria al país. Y por cierto: nosotritos (como dice una estupenda señora cuyos generales se reserva el del teclado), tampoco lo podemos insultar. No. Punto.

Lo anterior no significa que deba uno estar de acuerdo en todo lo mucho que dice y lo no tanto que hace nuestro Presidente. Podemos estar en desacuerdo y decirlo, sin confundir el culo con las témporas, que son ciclos litúrgicos sin relación ninguna con las partes usualmente utilizadas para sentarse (usualmente). Además: la crítica, si es veraz, aguda y con su pizca bufa, duele más a los políticos que un ataque de tos con fractura de costillas: un político, cualquier político, prefiere una serenata de mentadas de madre a una frase de Ibargüengoitia o Voltaire (este López prefiere al primero, por supuesto), pues la ironía es letal para sus egos. Resisten el abucheo. La carcajada los hiere de muerte.

Como sea: en lo de Bolivia estamos en algo parecido a una película de Viruta y Capulina, no por haber asilado a Evo Morales (cuya biografía merecerá un renglón en los libros de Historia Universal); sino porque el concepto jurídico que tienen Marcelotzin Ebrard y nuestro Presidente sobre el derecho de asilo, es como de revista del Oxxo.

Para empezar: es obligación de la nación que da asilo, impedir que el asilado realice actos que puedan poner en riesgo la paz pública del país que huyeron (artículo 16 del Tratado de Derecho Penal Internacional de Montevideo, 1889; aceptado por toda Latinoamérica).

Para seguir: el perseguido por delitos comunes que se asile en una embajada, debe ser entregado a las autoridades del país que lo persigue, previa revisión con lupa de la Cancillería que lo tiene asilado, para verificar si es o no un malandrín; si se trata de delitos políticos, se le pinta un violín al que solicita su entrega (claro).

Nada tiene que ver la “doctrina Estrada” (que es otra cosa, no muy de presumir, por cierto… otro día): es obligatorio actuar así y México lo ha ratificado en 1928 (Convención de La Habana); 1933 (Convención sobre Asilo Político de Montevideo); 1939 (Tratado sobre Asilo y Refugio Político en Montevideo); 1940 (Tratado de Derecho Penal Internacional en Montevideo también); y en 1954 dos veces,en Caracas (la Convención sobre Asilo Territorial y la Convención sobre Asilo Diplomático).

Al tal don Morales nuestro gobierno federal le dio todas las facilidades para sus conferencias de prensa y declaraciones políticas (lo de las llamadas telefónicas, si son ciertas, no cuentan: eso no es imputable a México).

Y entre los nueve bolivianos asilados en nuestra embajada de allá, cuatro tienen orden de aprehensión. Nuestro Presidente no puede declarar por sus ejecutivos chones que no los entrega, cuando tiene obligación de ordenar a la Cancillería verificar las acusaciones y después, decidir. Bolivia en represalia, no otorga los salvoconductos para que salgan en paz los otros cinco. Película de pastelazos.

No valdría la pena este asunto de carpa de tres tandas por un boleto, si no fuera porque España está invitada a la misma fiesta y como traen problemas políticos muy serios (y ya ve el carácter que tienen), no es difícil que se venga a saber bien a bien cómo está eso de que Venezuela (el ‘chavismo’), financia políticos y campañas en otros países.

En España las cosas no se arreglan como acá (caso práctico de estudio: la pureza virginal de Manuel Bartlett), y a nuestro Presidente lo traen entre ojos; ojalá y sea falso lo que algunos aseguran como cierto, porque lo ventilarían a los cuatro vientos, sin piedad, para hundir su prestigio, saldar una cuenta pendiente y sin disculpas.

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