SR. LÓPEZ
Para los morenistas recalcitrantes las elecciones del domingo fueron decepcionantes, su deseo era arrasar cuando menos como en 2018 pero, aparte del no desdeñable desgaste provocado por cómo han gobernado al país, su principal fuerza, Andrés Manuel López Obrador, no estaba en las boletas y no es lo mismo que lo mesmo. Eso es lo malo de los movimientos políticos (o partidos, que no es el caso), que dependen de una persona y eso en México se agrava en el caso del Presidente de la república que no puede volver jamás a ser candidato ni Presidente.
Para los antimorenistas (antiamloistas) contumaces, las elecciones del domingo también fueron decepcionantes: esperaban ver humillado al movimiento Morena y a su única cara visible, el Presidente, con una derrota de esas de dar pena ajena. Pues no, ya se vio que no da para tanto la oposición al señor que tiene el Ejecutivo federal bien agarrado (de mal lugar, por cierto); y la abstención otra vez rondó el 48% (con Salinas de Gortari la abstención en elecciones intermedias fue del 34% y con Zedillo menos del 28%… digo, por si interesa el dato).
Ambos bandos tienen derecho a sus ideas y deseos y ambos tienen sus razones. Tal vez lo más importante es que se pudo realizar el proceso comicial sin que la sangre llegara al río. Lo que puede significar que no es cierta tanta pasión en ninguno de los dos extremos. Claro que hubo hechos violentos aislados, pero en una mayoría aplastante, las casillas fueron lo que siempre son desde que tenemos procesos electorales ciudadanizados: tranquilas reuniones de ciudadanos amables, haciendo lo que les correspondía, unos organizando las cosas, otros votando sin aspavientos y dando las gracias al salir. Nada mal.
La derrota parcial de Morena y el Presidente es cosa buena, créalo: si en estas elecciones Morena hubiera quedado como perro atropellado en la carretera, ya estaríamos viendo plazas tomadas en medio país y oyendo al Presidente clamar ¡fraude!, arengando a sus huestes a bloquear la sede del INE (y vistos los resultados hubiera tenido razón: los que votan por su movimiento sí son millones, siguen siendo millones y hay que tomarlos en cuenta, escucharlos, reflexionar en por qué votan como votan).
Así las cosas, congratulémonos: tuvimos otro proceso electoral sin achuchones y ahora con un añadido muy agradable: sin tandas de gritos y sombrerazos postelectorales.
Morena ganó la mayoría de los estados en que se eligió Gobernador ¿y?… sí ¿y? ¿de cuándo acá los gobernadores significan algo determinante en la política nacional?… si eso fuera de importancia, los 20 gobernadores del PRI cuando ganó Fox, le hubieran descarrillado su gobierno y no, nada de eso. Y los 25 gobernadores que no eran de Morena al inicio del presente sexenio, ¿qué contrapeso significaron?, nada, cero. Es bonito para el Presidente tener a la mayoría de los gobernadores de su lado, muy cómodo a la hora confeccionar la lista de invitados a desayunar en Palacio, pero nada más.
Y otra cosa que sí es importante, es que se desfondó el porcentaje de votos de Morena que en 2018 consiguió el 53.19% y ahora está entre el 34.9% y 35.8% (falta el resultado oficial del miércoles próximo), y eso es una hemorragia de votos: en 2018 arramplaron con 30 millones 113 mil 483 votos y ahora a lo más que pueden aspirar es a 17 millones 548 mil votos (si no es que se andan conformando con 17 millones 107 mil) no es poco perder o por si es usted de juicio ponderado, no es perder, es regresar al voto duro de siempre de AMLO. Por cierto ¿dónde está el voto de los 28 millones de beneficiarios de los programas sociales de Presidente?, sí, en su aritmética electoral eso le aseguraba un mínimo de 56 millones de votos y no, de ninguna manera, las dádivas no aseguran votos, si así fuera, el PRI jamás hubiera perdido.
Otro factor cualitativamente importante es lo mucho que perdieron en la capital del país: por primera vez desde 1997, diez de 16 alcaldías estarán en manos de la oposición. Se necesita hacerlo muy mal para que el capitalino vote por el PRI y el PAN.
Como sea lo que fue, ayer en su madrugadora, el Presidente ayer salió a decir que estaba feliz, feliz, feliz por los resultados del proceso. Cosa más grande diría Trespatines: Morena según el PREP del INE, no ganó ni la mayoría simple, quedó con entre 190 y 203 diputados, algo lejos de los 251 necesarios (en 2018 Morena, solo, ganó 256); ahora sus partiditos rémora, son indispensables para tener esa mayoría y ni sumados todos logran la mayoría calificada (los 334 diputados, que sí tuvieron el primer trienio aunque con triquiñuelas un poquitín ilegales; ahora, ni así).
También dijo el Presidente: Agradezco mucho porque como resultado de esta elección, los partidos que simpatizan con el proyecto de transformación que está en marcha van a tener mayoría en el Cámara de Diputados, esto significa, tener garantizado el presupuesto. Pues no es por amargarle el rato, pero más le vale irse con cuidado con esos socios. Tanto el Partido del Trabajo como el Verde, son del tacón dorado y le van a poner las peras a 24, si no es que le dan la espalda en cuantito les convenga cambiar de padrote (con perdón).
Dijo más: ( ) se reafirmó el camino hacia la democracia, eso es fundamental, el que se puedan resolver las diferencias por la vía electoral y pacífica (pues sí), también dijo que la derrota en la CdMx fue por la guerra sucia (se solicitan informes, ¿no es democrático votar en contra de su movimiento?).
Agregó el Presidente: No fueron elecciones de Estado como las que se llevaron a cabo durante décadas y siglos en México (bueno, sí, desde el 2000 no son elecciones de Estado).
Y remató: ( ) la gente se portó muy bien, los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien. ¡Zambomba!
¿De cuándo acá el Presidente le da las gracias, le agradece nada a la delincuencia organizada?… perdone la estrechez de criterio de este menda, pero eso es una metida de pata o qué, ¿se le salió?