SR. LÓPEZ
Tía Chelo estaba que no la calentaba ni el Sol: debían un año de renta y su señor esposo, tío Luis, no daba ni señales de tener la menor intención ni capacidad de pagar. Por fin una fría mañana toluqueña, su maridazo le comentó que ya no se preocupara, que iba directo a ver al casero y al regresar le dijo lacónico: -Empaca y tras él entraron varios gorilas que pusieron sus muebles en la banqueta porque el tío en vez de buscar un arreglo, fue a decir que el contrato era abusivo y que si no le bajaban la renta no pagaba y ¡a la calle!
Para una mayoría tenochca las calificadoras son tan conocidas como la mamá del Rey Sol de Francia, Luis XIV (Ana María Mauricia, una señora española). Eso hace más misterioso que el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, haya propuesto modificar las leyes que las regulan. Eso no tiene público. Más llama la atención porque el 7 de marzo de 2019, dijo que no se presentaría iniciativa para regular las calificadoras. ¿No?… pues ahora sí.
Y no solo eso, sino que don Monreal se aventó la puntada de decir que del debate de regular a las calificadoras que operan en México depende que una democracia se consolide y fortalezca por el bien de todos; y propuso reformar urgentemente la arquitectura internacional de la deuda. ¡Áchis!
Las calificadoras son empresas privadas que califican qué tan buena paga es el que pide prestado, para decirlo sencillito. Los primeros interesados en los informes de las calificadoras son los inversionistas; de la calidad de los informes de esas empresas depende si prestan (invierten) su dinero en una empresa o país; aunque también interesa el asunto a los que andan de pedigüeños, porque de la calificación que les toque, depende lo que van a tener que pagar de intereses o peor todavía, que nadie les preste.
Antes, las calificadoras vivían de lo que le cobraban a sus suscriptores; hace mucho ya no es esa la principal fuente de sus ingresos: los que necesitan crédito (o inversiones), las contratan y les pagan mucho dinero, para que los califiquen. Los que confían en que los informes (calificaciones) estén bien hechos, son lo que arriesgan su dinero; y las calificadoras procuran no meter mucho la pata porque se quedan sin negocio.
Como sea: si una empresa o país decide no contratar una o más calificadoras, los inversionistas (prestamistas), igual recurren a ellas, para saber qué tanto riesgo corren al prestarle, digamos a Haití o a la Fábrica de Bufandas Acapulco.
Por sus resultados las tres principales calificadoras del mundo son en orden de importancia, Standard and Poors, Moodys y Fitch Raitings, las tres de los EUA. En México las regula la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), aplicando la Ley del Mercado de Valores, la Ley General de Sociedades Mercantiles y otras.
México no puede reformar la arquitectura internacional de la deuda, a menos que don Monreal nos vaya a dar la sorpresa de que nuestro Congreso ya tiene jurisdicción mundial (tiembla la ONU). Lo que sí puede hacer Morena con su mayoría simple es ponerles nuevas leyes o modificar las que ahora regulan a las calificadoras. Pero eso a las calificadoras les preocupa menos que el clima en Hawái, es parecido a que México le ponga reglas al campeonato mundial de Rugby digamos lo que digamos y brinquemos como brinquemos, van a jugar con sus reglas. Las calificadoras no van a dejar de hacer sus cálculos y emitir sus informes como les pegue la gana, nomás porque lo honorabilísimos y estudiosísimos tribunos de Morena en Cuatrotelandia, les ordenen hacerlos de manera diferente.
¿Las calificadoras tienen conflictos de interés?… no sabe uno, pero supongamos que sí ¿hay remedio?… no ¿cómo se le hace para que no lo califiquen mal?… siendo serios, teniendo finanzas viables, asegurando el marco legal parejo para todos. Pero, si en México empezáramos a legislar como quien pide una pizza (por ejemplo, cambiando la Ley de la Industria Eléctrica, al gusto de un señor que flota dentro de un palacio virreinal), entonces es seguro que sí van a calificar mal nuestra deuda digo, aparte de que Pemex y la CFE (clientes frecuentes de las calificadoras), andan volando bajo.
El problema con las calificadoras es que son más frías que Cruela de Vil. Los discursos patrióticos, las declaraciones rumbosas, no afectan sus apreciaciones. Si un mudo es buena inversión, lo recomiendan; si un pico de oro es menso, no lo recomiendan. Punto. Y desde 2019, las calificadoras bajan y bajan las notas con que califican nuestra deuda soberana (la que contrae el gobierno), y las de Pemex y CFE. Y como nuestro Presidente goza de los pleitos de babas, pues no se ha mordido la lengua para acusarlas de haber sido cómplices de la corrupción neoliberal (se solicita información); tan pronto como el 31 de enero de 2019, el Presidente declaró: -Es muy hipócrita lo que hacen estos organismos, que permitieron el saqueo ( ). ¿Permitieron el saqueo?… no sean así, que alguien le explique.
Se achaca al Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, la siguiente frase (de autenticidad imposible de verificar): Hay dos súper poderes en el mundo: Estados Unidos y las calificadoras: el primero te destruye arrojando bombas y el segundo bajando la calificación de tus bonos. Sea o no sea de don Friedman la frase, ilustra la realidad: es una locura pisarle los callos a esas empresas, digo, por si le parece poco, China permite la operación independiente de las tres calificadoras arriba mencionadas. Por algo.
Ya de salida: no depende nuestra democracia de que se cambie la regulación de las calificadoras, como asegura don Monreal; es el crecimiento del país lo que depende de que nos pongamos trompudos con ellas.
Este pleito gratuito, la reforma a la ley de la industria eléctrica pareciera que andan buscando provocar un cataclismo que venga de fuera para echar a alguien la culpa de su fracaso, porque solo ciegos no verían que ya no subió el pastel.