29 de marzo de 2024

Lo de siempre: La Feria

SR. LÓPEZ

Por una de esas cosas sin explicación, el ensayo “Elogio de la tontería”, escrito hace poco más de 400 años por Erasmo de Rotterdam, es conocido como “Elogio de la locura” (pero en latín se llama “Stultitiae Laus”, y estulticia es tontería, no locura… en fin); el caso es que este holandés hace algunas reflexiones que viene al pelo comentar.

Dice Erasmo (que se llamaba Gerardo), que la tontería tiene ventajas y da felicidad a los hombres, tengan o no estudios, grados o alcurnia, pues los simples se gozan en chismorreos (y no había Facebook en su época), y los cultos con toda distracción (¿qué hubiera dicho de nuestros 100 canales de televisión?).

Pone el autor como personaje a la Tontería misma, quien explica que para alegrar a la gente, la auxilia un cortejo compuesto por: el Amor Propio, la Adulación, la Pereza, la Locura, la Molicie y el Olvido y no le digo más porque la obra rebosa en comentarios machistas (en estos tiempos lo hubieran tupido a tuitazos hasta las feministas más mensas).

Este “Elogio de la tontería” pareciera ser el manual de cabecera de nuestra actual clase política (y no hace falta insistir: se refiere el rasca teclas al político tenochca estándar, que siempre hay excepciones, siendo una lástima que ahora sea raro lo que antes era norma):

Un político común,  es el único ser más vulnerable al elogio que una tiple de teatro de revista, y nutriendo su amor propio se le sacan favores, prebendas, candidaturas y nuevos partidos.

Perezosos aparentan no serlo, siempre agitados en ese activismo que no es sino  manifestación de su robusto ego: han de estar en todas y a todas van, lo que ni se parece a trabajar (que trabajo es el esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, ojo: riqueza, no dinero -cosechar la parcela, armar una máquina, echarse una cirugía, escribir una columna, eso es trabajo-, no arramplar con lo ajeno, que eso sí saben hacer, claro que sí).

Locos son y -sostiene López-, que si por ley hubieran de aprobar exámenes psicológicos a fin de obtener licencia para ejercer su oficio, la política -de suyo lo más noble-, habría escases de personal para gabinetes y las curules del Congreso estarían tan ocupadas como el graderío de un partido Zacatepec-Campeche (o Haití-Burundi, que viene a ser casi lo mismo).

La molicie es “comodidad y regalo excesivos”; bueno: si la molicie doliera, a los políticos no les alcanzarían sus grandes fortunas para analgésicos; se dan trato de favorita del harén, comen con paladar de cardenales, beben como nietos de duque, visten como dandi coquetón y subirse a un coche de menos de medio millón de pesos les estallaría las hemorroides (que sí tienen, otro día le explico por qué); todo se regalan, todo les es poco y lo presumen con impudicia que haría sonrojar a la más curtida teibolera.

Y, pero-por-supuesto, el olvido es su prenda más amada, pero el olvido selectivo, olvidan promesas, compromisos (firmados o no ante notario, ahí se cheque lo que haya prometido su candidato favorito); olvidan también lealtades e ideales; véase, si le duda, las maromas tricolores, azules, amarillas y verdes, para ser todos de Morena; o las lealtades pendulares en el PRI, tratando de atinar quiénes se quedarán con la franquicia; o la desreforma educativa  (parecida a que el Papa anunciara su conversión al budismo pero que igual, es católico: nadie entiende nada).

La tontería así entendida, a la Erasmo-Gerardo, sin duda es mal que ha proliferado entre políticos y gobernantes, y los lleva a extremos impensables en el pasado mexicano y el presente de países serios (que sí hay, no vaya usted a pensar que el carnaval nacional es mundial), y de la misma manera que es difícil encontrar un mentiroso de fiar, un banquero caritativo o una cabaretera virginal, es muy difícil que siendo la tontería su hábitat natural, acostumbrados a los disfraces y fingimientos, no caigan en frivolidades y desfiguros que realmente no perciben, que no es cosa de pensar que son unos perversos que se gozan en lucir sus deformidades de conducta, sus monstruosidades éticas ni el absurdo que ya no distinguen, sea usted comprensivo, créalo, su ceguera es real.

Mire si no, unos ejemplos fresquecitos: ayer, Reforma publica: “Tras protesta, STPS (Secretaría de Trabajo), prometió a becarios de ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ liberar sus pagos y reincorporar a quienes fueron dados de baja”…. ¡oh, sí!… todo ya es realidad, nomás falta hacerlo. También ayer, se nos hizo saber: “Presidente AMLO afirmó que su Gobierno decidió no utilizar el Fondo de Estabilización, de 300 mil mdp, para apoyar el rescate de Pemex”… pero todo sigue en pie, cómo que no, nada más es cosa de ver qué hacer, cómo hacerlo y ¡listo!, por eso mismo nuestro Presidente (todo es de ayer), dijo que “no ve ningún problema financiero”, pese al apoyo que su Gobierno ha emprendido para rescatar a Pemex… y es en serio, no lo ve. ¡Tiembla el mundo!, acá… tranquilos: todo marcha sobre ruedas, lo cosa va de rechupete…y La Jornada nos informa (también ayer), que la industria minera prevé un desplome de 43.5% de inversión, respecto de 2018… serenos, todo está bien.

Y mientras, el sordo pleito entre el gobierno federal y Carlos Slim, envenena la mente de  los que pensaban invertir en México (pensaban), porque entre los que mueven dinero, mucho dinero, hay harto chismoso; y (ayer, ya sabe), El Universal, consigna, como si tal cosa: “La sociedad está harta de que no pase nada: Carlos Slim. El empresario recordó que en 1932, ante la depresión mundial, en México se unieron empresarios con políticos y se hizo la gran campaña nacionalista con un plan de industrialización, lo que llevó a crecimientos de más de 6% en 50 años”… bueno, sí, ¿y qué?… lo oficial es que son ¡bienvenidos los inversionistas!

A nuestra querida patria aplica lo que dijo aquella señora a su cándida hija, que dudaba qué camisones llevar a su luna de miel: -Lo que lleves, te va a pasar lo mismo, tontita –y tenía razón, le iba a suceder lo de siempre.

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