28 de marzo de 2023

Laquito

Manuel Zepeda Ramos

Mis padres tuvieron cuatro hijos únicos: Entre uno y otro hubieron varios años de por medio.

María llegó ocho años después de que Laquito, en Tuxtla y bajo el cuidado de doña Flora Maza, llenara la vida de cuatro hermanos no prolíficos.

Yo nací -al igual que María, en Tapachula-, cuatro años después de que mi hermana hiciera la parejita de la familia Zepeda Ramos.

Rafaelito hizo su aparición en Tuxtla seis años después de mi nacimiento.

Entre Laquito y Rafaelito había 18 años de distancia.

Fuimos pues, cuatro hijos únicos, cuidados en su momento como tales lo que nos dio, con el paso de los años, fortaleza y seguridad.

Laquito siempre fue baliza y rumbo, luz que iluminaba nuestro paso cotidiano. Referencia.

Mi primer recuerdo de él me lleva a la primera sur, en Tuxtla, rumbo al cine Coliseo que estaba en la quinta oriente donde hoy está lo que alguna vez fue el Vistarama, el cine de los Serrano Figueroa. Íbamos camino a las luchas, a ver al Santo, a Black Shadow,  la Tonina Jackson, al doctor Wagner y al Cavernario Galindo. Desde que salimos de la casa me dijo que me agarrara de su dedo. Obediente, lo hice con toda la fuerza de mi manita, en el trayecto de tan solo dos cuadras que me pareció eterno. Había mucha gente y muchos parados por el sobre cupo. Nosotros fuimos de esos. Como no veía nada, Laquito me montó en su nuca. Descubrí un mundo de fantasía, máscaras blancas  y humo de cigarro. Fue tanta la impresión y las horas de la noche, que me quedé dormido apoyado en su cabeza. Le oriné la espalda. Tenía cinco años.

Con sus padres: Eraclio Zepeda Lara, Esperanza Ramos de Zepeda y mi hermana María.
Con sus padres: Eraclio Zepeda Lara, Esperanza Ramos de Zepeda y su hermana María.

También me acuerdo del día que Laquito se fue a México con la compañía de teatro de Marco Antonio Montero, que iba a la capital a conquistar lauros. Se fueron en la Colón que salía desde el parque, enfrente de la papelería El Escritorio que estaba en la parte baja del Café París. El autobús llevaba una manta para que el mundo se enterara de quien se trataba: Aquí va la compañía experimental de teatro, decía. Tenía un agregado: Y también va Laco.

Como alumno de escuela militar, Laquito se volvió experto en artes marciales. Sus exhibiciones a la familia, las hacía con su hermanito Manolo. Era su conejillo de indias. Volaba por los aires, siempre con gran cuidado de su parte. Hasta que llegó el momento de la tragedia. Salí disparado para caer de cabeza, directo al Sanatorio Muñoa en donde me cosieron.

Eraclio, con su abuela Lola.
Eraclio, con su abuela Lola.

Pero el recuerdo más profundo acerca de Laquito está en las tardes de angustia que mi papá y yo pasamos  en el corredor de la casa escuchando Radio Habana Cuba desde el Philco de bulbos, pendientes de las noticias de la isla. Él, que había sido militar anti reeleccionista y conocía muy bien a su hijo mayor, sabía que estaba movilizado defendiendo a la Revolución Cubana. Yo, que entendía las preocupaciones de don Laco con solo verlo, oía y callaba.

Laquito, hermano querido: a un año de distancia, me haces mucha falta.     

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