Sr. López.
Hace mucho le conté de tía Tomasa, esa que era un cetáceo con pies, gigantesca (y con bigotes), y de tío Hermilo su esposo, que era normal.
De los de Autlán. Y que ella decía que en su casa mandaba su marido, como le enseñó su mamá; y que el buen tío, decía que sí, siempre y cuando él ordenara lo que ella quería. Cada quien.Ayer (y anote la fecha), el Senado de la república avaló que la Presidenta de México, desacate una orden judicial.
Con 81 votos a favor y 36 en contra, respaldaron que el Poder Ejecutivo se limpiara el extremo inferior de su sistema digestivo (la mera salidita), con la resolución de una jueza (pudiendo excusarse por la clara falta de facultades para semejante barbaridad).
Eso a resultas de que la Consejería Jurídica de la presidencia, consultó al Senado si era procedente obedecer la orden de la jueza (en lugar de acudir como marca la ley, a un tribunal colegiado). Y los H. senadores de la mayoría (H de hazmerreír no de honorables), aprovechando la oportunidad de mostrar sus habilidades para doblar el lomo y parar el trasero, respondieron que pero-por-supuesto-que-sí, pues igual ya está en desacato la señora Presidenta.
Ya lo hemos dicho: es la primera vez que el Poder Ejecutivo se declara en desacato, eso, ni Victoriano Huerta (y para los que dicen que el antecesor de doña Sheinbaum desacató nueve órdenes de jueces, se les recuerda que no fueron resoluciones dirigidas a él y que él nunca dijo públicamente, como su pupila hizo, que no obedecería una resolución judicial… ni él, que ya es decir).
Y tampoco hay antecedente de que el Senado ni los diputados federales, antes hayan caído en el ilícito ridículo de avalar un desacato a una orden judicial.
Eso, ni los legisladores que aprobaron vender medio país. Nadie. Nunca. Ni cuenta se dan que se han puesto, impúdicamente, del lado de la ilegalidad y dejan claro que para ellos, el Poder Judicial no existe. ¡Felicidades!, la historia lo registra.
Al mismo tiempo, avanza en el Congreso la reforma que han bautizado como “Supremacía Constitucional”, para hacer siempre inatacables las reformas a la Constitución. Tontitos.Tontitos porque con eso pareciera que ahora sí se puede y no se puede.
Vamos despacito con el tema:Nuestra Constitución no prohíbe que se puedan controvertir las reformas a la Constitución. De acuerdo. Pero tampoco señala lo contrario, que sí se pueda.
Por eso, ha sido el mismo Poder Judicial el que ha fijado criterio y rechaza amparos contra reformas a la Constitución y ha resuelto que no se puede declarar inconstitucional un artículo de la Constitución: la Constitución no puede ser inconstitucional (ni que fuera tan difícil de entender).
Para ya no enredarse más, la Suprema Corte en el 2002, resolvió que ni el proceso de las reformas está sujeto a los jueces, sino al propio Legislativo: “el procedimiento de reformas y adiciones a la Constitución federal, no es susceptible de control jurisdiccional” (SJF, tomo XVI, septiembre de 2002, página 1136).
Punto redondo.Lo que ahora se está cocinando en la Fonda el Congreso, la supremacía constitucional, es un impúdico guiso esperpéntico, de bajunos políticos ansiosos de quedar bien con la patrona, que deforma a nuestra Constitución, más de lo que ya está (hágase de cuenta, la cara de Lyn May o la de la Layda Sansores), agregando a la ley máxima lo que no necesita y que la Ley de Amparo prohíbe: no hay recurso de amparo contra reformas constitucionales.
Y lo pretenden hacer retroactivo, para parar en seco, por siempre, los recursos que bien o mal, a las derechas o las chuecas, están intentándose contra la reforma judicial; y eso, la retroactividad es una salvajada, la retroactividad solo vale cuando es en beneficio de alguien (si algo deja de ser delito, el que está preso por eso, sale libre, claro).
Agregar a la Constitución que jamás se puede revisar una reforma a la misma, no era necesario y por algo no lo incluyó antes el Legislativo, porque pueden presentarse irregularidades graves en el proceso de aprobación que por supuesto se deben poder atacar jurídicamente. Imagine usted que apareciera un video en el que se viera que los diputados y los senadores, aprobaron una reforma a la Constitución, amenazados con armas de fuego, ¿sería válido lo que votaron?; o imagine que se pudiera probar que se extorsionó a senadores para que votaran a favor de la reforma judicial (como sucedió y sabe todo mundo), ¿también se vale?… claro que no.
Otra cosa que puede pasar es que sea muy aseado el proceso de aprobación pero que se vote algo absurdo, por ejemplo, ¿si reforman la Constitución y ponen que el Poder Legislativo, deja de existir y sus funciones las asume el titular del Ejecutivo, se vale?; ¿si nos hacen monarquía, es inatacable?, ¿si legislan que la elección presidencial sea por tómbola, es correcto?… por eso hay países como Alemania, que en su Ley Fundamental (su Constitución), tiene “cláusulas de eternidad”, inamovibles; o en Brasil, cuya Constitución tiene “cláusulas pétreas”, que no se pueden cambiar ni adaptar; y en Colombia, que no tienen ese tipo de cláusulas sacras, su Poder Judicial ha definido clarito, lo que no se puede andar tentaleando, como los derechos humanos o la separación de poderes.
En México no tenemos eso y ahora con estas nuevas reformas, quedamos peor. Vaya usted a saber qué se le ocurra a doña Sheinbaum cambiarle a la Constitución.
El senador Ricardo Anaya ayer le dijo a sus pares, que anden con cuidado, porque en lo futuro nadie sabe quién pueda llegar al poder. Va a ser de risa loca si llega un grupo de fanáticos de lo que sea, que pongan en la Constitución que el voto deja de ser secreto, que debe ser nominal y que los que votaron por el perdedor pagarán más impuestos, para amortizar el costo de las elecciones.
O que desaparece el partido político que pierda una elección presidencial y que los candidatos derrotados en las urnas sean desterrados, echados del país… ¡sí!Cuidado, hay victorias que son derrotas.