LA FERIA
Sr. López
.Allá en Toluca, del lado materno, tía Mago (Margarita) era una señora con gran sentido práctico. Su esposo, tío Fito (Adolfo), era un buen tipo pero muy vehemente en todo. Un mal día, el tío ingresó a los Terciarios de San Francisco, empezó a vestir hábito y quiso imponer en su casa la pobreza franciscana, pero con tía Mago no había bromas: -Por mí puedes seguirle de franciscano de chiste o volverte comunista, pero a esta casa traes el gasto completo o yo me voy como vine, sin hijos -recapacitó el tío, claro, eran siete chamacos.
Sin meternos en honduras ni en grandes definiciones, evadiendo el engendro ese de la “filosofía económica”, a brocha gorda, se puede decir que el actual gobierno busca el restablecimiento de lo que antes llamaban “Estado fuerte”, contra el “Estado adelgazado”, al que se califica de “neoliberal”, con un dejo despectivo, no muy de fiar.
Este menda, sin apasionamiento, hay edades en que cualquier pasión es risible, no descalifica al bulto el intento desde el 2018, de recuperar el Estado fuerte.
Así funcionó el país el siglo pasado, con un Estado pasado de fuerte, un gobierno de partido hegemónico en el que la división de poderes era un chiste, malo.
Ese viejo régimen con todos sus no pocos defectos, hizo mucho por el país, no solo pacificándolo y devolviéndole la seguridad pública, sino creando instituciones muy beneficiosas: Banco de México, IMSS, IPN, CFE, PEMEX, Ferrocarriles Nacionales, ISSSTE, Conasupo (y todas sus variantes), Infonavit, Fonacot, Profeco, Conacyt, UAM, Fonatur, junto con programas sociales bien operados, que mucho ayudaron a amplios sectores; y más cosas, pero no hay espacio.
Una manera de tasar ese régimen de Estado fuerte, es el incremento en la expectativa de vida en el país: en 1917 eran unos 30 años y en el año 2000, cuando el PRI entregó los bártulos al PAN, el promedio era de 74 años (73.57, por si es usted amigo de la precisión), algo se hizo bien si se más que duplicó la expectativa de vida de la gente.
Otro elemento que ayuda a evaluar qué hizo ese Estado fuerte, es la población: en 1917 se estima que éramos poquito más de 15 millones (15.2); en el año 2000, casi 99 millones (660% más); el viejo sistema -se repite: con todos sus defectos-, de alguna manera dotó de seguridad, educación, salud e infraestructura a esa población; ese régimen construyó casi siete Méxicos… no es poco.
Dicho eso, se debe agregar que el Estado fuerte fue crujiendo, mostrando sus contradicciones y enormes limitaciones; ya se caía a pedazos, no solo en lo político, sino en lo económico; el modelo nacido a principios del siglo XX resultó que no era eterno, ¡sorpresa!El país no podía seguir sin vida democrática, ya éramos muchos y menos ignorantes, la apertura era inaplazable y el mismo PRI de esos ayeres, la propició con no poco éxito, reduciendo su hegemonía, limitándose hasta entregar el poder.
Al mismo tiempo y a la vista del encajonamiento de nuestra economía “nacionalista” y cerrada con sus crisis recurrentes, junto con la nueva organización económica y comercial del mundo occidental, liderado por los EEUU, bajo cuya influencia siempre hemos estado (nos guste o no), era evidente que debíamos cambiar.
El Estado fuerte ya no ofrecía respuestas y mantenía sofocados hasta la asfixia, al empresariado y la inversión, a la economía toda.Así, México se empezó a abrir con la firma de intención en 1979 para entrar al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, en el que los Estados miembros negocian reducción recíproca de aranceles, para favorecer el intercambio); y Miguel de la Madrid formalizó nuestra pertenencia al GATT en 1986.
En paralelo se inició la reducción de la obesidad mórbida del Estado mexicano: se vendieron empresas públicas (el gobierno tenía hasta fábricas de bicicletas); se redujo la burocracia; se desregularon sectores antes sagrados (no se ría), como los hidrocarburos y la electricidad; se regresó la banca a la iniciativa privada; hasta que con Salinas de Gortari, el país entró al TLC, hoy T-MEC, el bloque económico-comercial más grande del mundo, sin el que México, ahora, es impensable; ya hará justicia la historia al innombrable.
Hoy, México es el principal socio comercial de los EEUU, por encima de China y de Europa, por si anda usted con dudas.Es ocioso decir que el regreso de aquél Estado fuerte del México de 1917 a 1979, es una tontería colosal.
Pero no es ocioso decir que el actual gobierno sí intenta recuperar de ese pasado no deseable y que terminó por fracasar, primero, el control político total del país, para lo que invirtió desmedidas cantidades del erario, hasta arrasar en las elecciones pasadas y luego la más deshonrosa extorsión de legisladores para tener el mando absoluto en el Poder Legislativo; agregando a eso, dinamitar del Poder Judicial, como ya hicieron; aparte de la anunciada desaparición de los órganos constitucionales autónomos, para evitar cualquier contrapeso a la autoridad presidencial suprema a que aspiran.
Y segundo: reponer la antes llamada rectoría económica del Estado, con ese discurso sinuoso y mendaz de “conjugar inversión privada con pública”, que en buen castilla significa: el gobierno manda y los inversionistas y empresarios, apechugan.
Pero no es ni fácil ni posible: nuestra economía está abierta y jurídicamente comprometida en 14 acuerdos de libre comercio, como el T-MEC, con 50 países; y 30 acuerdos con 31 países, de protección de inversiones. No son enchiladas.
Poner la economía bajo la rectoría del Estado, cerrarla, nos pondría como están Sudán, Burundi, Afganistán, Congo, Etiopía, Paquistán, Kiribati (unas islitas en medio Pacífico)… y Haití. Nadie quiere eso.Lo sabe la Presidenta y se reúne con empresarios extranjeros, para aclarar las cosas en mesas de diálogo, intentando así, imponer su proyecto sin espantar inversionistas… y eso no se puede, eso es querer domar la res sin desmontar el caballo.
La lástima es que el país se frena entre que son peras o manzanas.