Sr. López.
Se ha de acordar del tío Othón, ese que era más insoportable que rico y era muy rico; ese al que en las bodas de la familia, se le asignaba una mesa con cinco sillas, para él, tía Cuca y sus tres hijos, sin más lugares, que igual quedaban vacíos; ese que celebraba su cumpleaños con muchedumbres de invitados, orquestas y mariachis, porras y vivas, y él sonriendo en 180 grados, agradeciendo a dos manos, tantas muestras de cariño… de sus empleados, porque todos los presentes eran sus empleados y sus familias (con pase de lista al llegar y al salir).
Pero eso sí, cuando murió el tío no hubo velorio ni nada: del sanatorio a la tumba.
Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, dijo: -Yo hubiera donado el cuerpo a la escuela de medicina -Pepe, tan inteligente.
El pasado domingo, la presidenta Sheinbaum, celebró sus primeros cien días en el poder con una concentración en el Zócalo de la capital del país, que irremediablemente recordó a este menda las fiestas del tío Othón.
Ni modo, polvos de aquellos lodos del priismo imperial que se adueña del país. Casi toda la prensa nacional dedicó sus primeras planas a la apoteosis de la señora. Se entiende, de algo tienen que vivir.
El día siguiente, ayer, en el Museo Nacional de Antropología e Historia, doña Sheinbaum presentó su Plan México, que hará de México, dijo, una de las 10 primeras economías del mundo. Ojalá le salga.
Lo presentó ante la plana mayor de los gargantones de la iniciativa privada de México, sí, esos que nunca pierden, esos que apoyaron a Fox, Calderón, Peña Nieto, al señor que NO vive en Palenque y ahora, cómo que no, a doña Sheinbaum.
Ojalá esta vez vayan en serio porque desde el sexenio pasado vienen ofreciendo hacer grandes inversiones que no hacen; ellos sabrán.
Por cierto, se extrañó la presencia de la tercera principal empresa nacional: los generales, bueno, ahí para la otra.
El Plan busca antes que todo, quedar bien con el tal Trump, promoviendo reducir las importaciones asiáticas y apuntalar la relocalización de empresas en el país.
Está bien. Ojalá le salga.La señora de Palacio, afirmó: “Hemos llegado a contabilizar 277 mil millones de dólares de inversiones que quieren llegar a México”.
Con toda el alma: ojalá le salga.Destaca que dijo: “Que cada uno de los mexicanos y mexicanas sepan (…) que frente a cualquier incertidumbre que venga en el futuro próximo, México tiene un plan”.
¿De veras?, ¿ante cualquier incertidumbre?… puede ser que ya tengan apalabrado al Trump: Yo me doblo, tú no dices… y no me revientas la economía y las fronteras.
Antes de eso aseguró: “Nuestro país es una potencia cultural y nuestro objetivo es disminuir la pobreza y desigualdad”.
Lo del objetivo podemos dejarlo en remojo para mejor ocasión. Hoy comentemos algo de eso de que somos “una potencia cultural”. Ya lo ha dicho antes. Ya le gustó.
Primero habría que saber si doña Sheinbaum sabe lo que dice cuando dice ‘cultura’. Cultura es cultivo, más bien, cultivar, del latín ‘cultus’, que proviene de ‘colere’, el cuidado del campo.
En el siglo XIII, se decía ‘cultura’ para referirse al lugar en que se cultivaba (no logró recordar este junta palabras, en qué pueblo de España hay un letrero que reza “No pisar las culturas’, refiriéndose a los cultivos).
Luego, por ahí del siglo XVI, ya se usaba para referirse al acto de cultivar; por eso decimos agricultura, apicultura, horticultura, piscicultura, puericultura y otras.
Después se empezó a usar la palabra cultura metafóricamente, aplicándola al cultivo de las artes y en general de alguna facultad. De ahí es que decimos de alguien que es ‘muy culto’, ‘muy cultivado’.
Esto de la cultura ha merecido la atención de muchos filósofos y pensadores, muchos. Su texto servidor considera que tal vez el que mejor ha tratado el asunto, sea Gustavo Bueno, quien explica (muy a brocha gorda), que hay una ‘cultura objetiva’, que es eso que constituye el todo de una sociedad, desde sus costumbres, idioma, cocina, comportamiento general, etc., en el que los individuos (de esa sociedad), se desenvuelven y educan; y aparte una ‘cultura subjetiva’, que viene a ser la de cada quién, sus conocimientos, habilidades artísticas y lo que se le ocurra, pero de la persona individual.
Lo de cultura objetiva se empezó a usar en Europa a fines del siglo XVIII (Juan G. Fichte: “cuando un pueblo tiene cultura, entonces este pueblo necesita la forma de Estado”, escribió), pero es hasta Otto von Bismarck, el enorme militar y estadista, creador del imperio alemán y del “Kulturkampf” (lucha por la cultura), en este caso un conflicto de 1871 a 1878, de la alemana contra la católica.
Y así, cultura se popularizó en todo el mundo con ese sentido nacional y hoy es parte de los objetivos de las potencias mundiales que pretenden e imponen su ‘cultura’ a la de otros países.
No lo dude, recapacite en la cantidad de anglicismos que decimos en México, en las películas en nuestros cines, los programas de televisión, la música de fondo de las cafeterías, las marcas de tenis y pantalones: todo es cultura yanqui (y en tiempos de don Porfirio, era la francesa la que nos influía, no se le pase).
Decir que México es una “potencia cultural”, no resiste análisis. Tenemos individualidades y tesoros culturales, pero no somos potencia cultural ni económica ni militar ni científica ni tecnológica (los voladores de Papantla no cuentan).
No somos potencia. Punto.Pero como doña Sheinbaum es la presidenta, ahora en el portal del gobierno dice que somos un referente cultural en Iberoamérica, a la vanguardia en la agenda digital de cultura y con actividades culturales de enorme diversidad gracias a nuestra tradición institucional en la materia. ¿Institucional?… ¡dioses!… o sea, la patiza institucional que le puso a la cultura el tipo que ya no vive en Palacio (ni en Palenque), no cuenta.
Sí, no cuenta. Aunque doña Sheinbaum le recortó este año el 30% de presupuesto a la cultura, somos una potencia, una potencia cultural. Así, por sus puras naguas.