21 de noviembre de 2024

LA FERIA: Mala fama.

Sr. López
La administradora general y jefa de disciplina del Campo de Adiestramiento en que fue domado este menda (otros niños les decían “mamá” y “casa”), era famosa en la familia por su estupenda memoria y por el rigor con que aplicaba las normas que emitía, relativas a las prohibiciones aplicables a su prole. Doña Yolanda no aflojaba. Ya casi adolescente su texto servidor, castigado en su recámara por alguna de sus no raras infracciones a la legislación doméstica, el primo Lalo lo fue a ver y dijo que él quisiera que su mamá fuera como la del junta palabras; ante las imprecaciones con que le respondió el del teclado, Lalo explicó: -Tú tienes la ventaja de saber a qué atenerte, en cambio con mi mamá, lo que hoy le parece bien, mañana la enfurece… no es vida –tenía razón.

Las reformas a la Constitución que están en discusión y cuya aprobación por la próxima legislatura, parece inminente, tienen enchiladísima a la gente que sabe de derecho y leyes, gente que ya ve venir el despelote judicial qué va a sufrir el país. Tienen razón.

Lo que llama la atención a este su tecladista de confianza, es que pareciera una escandalosa novedad que se reforme nuestra Constitución. Cosa más rara, diría Trespatines.

Nuestra Constitución tiene 107 años de edad, se promulgó el 5 de febrero de 1917 y se componía de 21,381 palabras; hoy ronda las 55 mil, o sea, dos veces y media más que la original. Al 24 de enero de este año, mediante 256 decretos ha sufrido más de 700 reformas, por ahí del 75% de sus artículos han cambiado. No es serio.

Como las comparaciones son odiosas, comparemos: la Constitución de los EUA se promulgó en 1787 y le han hecho en total, 27 enmiendas (en 237 años); la Constitución española es de 1978 (se esperaron a que su dictador, Pancho Franco, estirara la pata, digo, por precaución), pero en estos 46 años, la han modificado tres veces, la primera para para adecuarla a la firma del Tratado de la Unión Europea, agregando dos palabras (“y pasivo”), a su artículo 13.2; la segunda, veinte años después, para asegurar el pago de su deuda externa; y la última vez, este año, para cambiar en su artículo 49, la palabra “disminuidos” por “personas con discapacidad”. En Alemania, su Constitución se emitió en 1949 y ha tenido unos 60 cambios. Y por cierto, en el Reino Unido -los ingleses, pues-, no tienen Constitución, ni falta que les hace, respetan sus leyes ordinarias, su jurisprudencia, sus costumbres y el sentido común… y tan frescos.

Como sea, en México, la Constitución es de hule y a lo largo del gobierno del PRI imperial, cada Presidente hizo lo que le dio la gana, con el reglamentario aplauso de nuestros aguerridos legisladores; y más o menos ha sido igual desde el año 2000: don Chente Fox, modificó 31 artículos; Calderón, cambió 119; Peña Peñita Pena, alteró 156 y el actual, lleva 63 artículos reformados (al 22 de marzo de este año).

Las reformas a nuestra Constitución que cocinan los legisladores cuatroteros, las quieren aprobar en septiembre como regalo de despedida al Presidente, sin pensar que el gobierno entrante, iniciará con la deslegitimación de estas reformas con aromas de gobierno autoritario. Aparte, nadie parece ver que aún si los diputados del partido en el poder las aprueben con la súper mayoría con que los obsequiarán el INE y el Trife, no tienen los votos necesarios en la Cámara de Senadores, les faltan tres; pero la realidad es que nadie confía en el correcto comportamiento de los supuestamente opositores en el Senado; bien sabemos que procederán a vender, rentar o prestar los votos que le hagan falta a la 4T para que el señor de Palacio se mude a Palenque con la satisfacción de la venganza cumplida. Si por un portento del Buen Dios, no sucede así y los de oposición se toman en serio a sí mismos, no habrá reformas, ninguna, punto redondo; y los del PRI, del PAN y de MC, recuperarán algo de respeto público, algo.

Pero no es cosa de esperar contra toda esperanza. En principio, el señor de Palacio se saldrá con la suya… aunque, quién sabe.

Mire, hay cosas en la Constitución que no requieren de leyes para aplicarse, por ejemplo, el artículo primero dice que está prohibida la esclavitud en nuestro país y que los esclavos que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad; bonito y no necesita legislación, está claro y se aplica a rajatabla (otro día le cuento de una visita oficial de un jeque árabe que traía en su comitiva a varias mujeres de su harén que legalmente eran esclavas… no se imagina los malabares diplomáticos para decirle que mejor nomás trajera a su esposa, porque le andábamos volando a sus muchachas… fue en los años 80, otro día).

Pero hay cosas que estando en la Constitución, no se pueden llevar a la práctica, hacerse realidad, sin leyes secundarias que normen su aplicación; y suele decirlo la propia Constitución en el texto del artículo que se trate… “conforme a la ley”, o algo así, para dejar claro que el Congreso deberá legislar si no quiere que sea letra muerta alguna disposición constitucional.

Y la reforma al Poder Judicial, requiere de varias leyes nuevas o modificadas, para que se pueda aplicar. Para elegir por votación a los jueces, magistrados y ministros, el INE necesita una ley que lo faculte para realizar esos comicios. El nuevo órgano de administración judicial, que sustituye al Consejo de la Judicatura Federal y el nuevo Tribunal de Disciplina Judicial, necesitan de nuevas leyes, igual que la extinción de la sala regional especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Está bien que le aprueben en septiembre su último capricho al Titán de Macuspana, total, se va pando de gusto sin sospechar que es tinta sobre papel y que falta mucho, para deformar el Poder Judicial.

Dirá usted que esas leyes se las despachan los cuatroteros en un periquete… sí, a menos que la presidenta Claudia Sheinbaum, meta freno para no iniciar su gobierno con el pie izquierdo y desde antes de gobernar tener mala fama.

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