Sr. López
Hace tiempo le conté que tía Cuca causó un gran escándalo en el Toluca de los años 50 del siglo pasado, cuando se divorció de tío Milo (Camilo). Luego otro aún mayor cuando se volvió a casar… con él mismo (ya nada más por lo Civil, por la Iglesia la cosa seguía vigente). Y debe usted recordar que más se agitaron las lenguas viperinas, cuando se volvió a divorciar de tío Milo… y volvieron, ya sin acta de matrimonio, porque decía la tía: -Ante Dios es mi marido –parece que se entendían así, tuvieron once hijos.
Cualquiera sabe que los seres humanos cometemos errores, hacemos cosas absurdas y hasta increíbles.
Le pongo un caso: de un tiempo acá, es común pensar que la esclavitud es una barbaridad, un atropello injustificable y que los esclavos, todos los esclavos, a lo largo de la larga historia, todos odiaban su condición, todos ansiaban la libertad. No es cierto.
Hay muchos casos registrados en la historia antigua y reciente, de esclavos que rechazaban ser liberados. Para no ir tan lejos, cuando la independencia de Cuba en el siglo XIX, se decretó la abolición de la esclavitud y fueron tantos los que se entregaban a las tropas españolas o a sus antiguos dueños para seguir siendo esclavos, que el “generalísimo” Máximo Gómez Báez, uno de los principales actores de la independencia cubana, lamentándolo, escribió que “la antorcha de la libertad no había iluminado sus cerebros”. Bueno, por lo que sea, fue. Y hay otro caso en la Roma clásica, de esclavos que ya libertos, seguían voluntariamente al servicio de sus amos.
Claro, esos lances no son mayoría, pero sí los suficientes para dejar constancia de que los seres humanos somos impredecibles.
Aunque usted no lo crea esto viene a cuento del anuncio de ayer de la señora del segundo piso: enviará al Congreso “en su momento” una iniciativa de reforma al INE porque es una birria según explicó y aparte, por haber dicho que hubo votos que no se debieron haber contado en la reciente elección del Poder Judicial, “ahora quieren revisar quién sabe qué tantas cosas cuando no es su atribución”, dijo la doña haciendo malabares con su bastón de palo.
Muy bien. Eso de “el INE no se toca”, se lo come en taco la Presidenta. Y tiene razones para pensar que puede hacerse su INE a su gusto. Del 1 de octubre que tomó posesión al 15 de abril pasado, lleva reformados 50 artículos de los 136 que tiene la Constitución (su antecesor y mentor, reformó 96 artículos en todo su gobierno).
Algunas reformas presentadas con doña Sheinbaum ya en Palacio, eran tan polémicas que se pensaba no se atreverían a impulsarlas, como la del Poder Judicial o la extinción de ocho órganos autónomos, acotar el amparo solo al que lo gana, incorporar la Guardia Civil al ejército, ampliar la prisión preventiva oficiosa para encarcelar gente en lo que se sabe si son culpables de algo, y volver a hacer empresas públicas a Pemex y CFE (lo que se traduce en que sus estratosféricas deudas son de todos nosotros, los del pagador peladaje).
La bastonera de Palacio no ha visto ni oposición ni protestas. Todo le aprueban y nadie brinca. Tal vez lo atribuya a los casi 36 millones de votos que la sentaron en La Silla; tal vez a su increíble popularidad (increíble es lo que no se puede creer o es muy difícil de creer, dice el diccionario), superior al 70% y que ha llegado al 85%, según reportes de los expertos en la inexacta ciencia de medir al contado la opinión pública. Tal vez.
La prudencia política aconsejaría que no se reformara al INE sino hasta pasadas las elecciones intermedias… o todo lo contrario: reformarlo ahora para asegurar el triunfo en 2027 y 2030, porque para la admiradora del Señor de los Abrazos, sería su peor fracaso perder las elecciones y entregar el poder, primera mujer y primera derrotada. Eso no.
Tal vez ni ella sepa cuándo mandará la iniciativa para tener un INE a modo. Lo que sí sabe es que no se movió la hoja del árbol por los comicios descaradamente fraudulentos del Poder Judicial. No está el Zócalo retacado de tenochcas en huelga de hambre. No hay protestas masivas. No pasó nada y pasó esa elección desvergonzadamente tramposa. Así, cualquiera no se cree capaz de comer lumbre.
También sabe la arrimada en Palacio Nacional (arrimado, dice el diccionario, es el que vive en casa ajena, a costa o al amparo de su dueño), sabe que la diminuta participación en la elección de juzgadores, no significa nada, son siempre así las consultas.
Por supuesto también está muy al tanto que siendo indiscutibles los 36 millones con que ganó la presidencia, no votaron por ella 61.5 millones (22.7 millones votaron por la oposición y cerca de 40 millones por nadie, se quedaron en su casa contemplándose las uñas crecer), pero la señora confía en que el tenochca indiferente, el baquetón (es mexicanismo), seguirá igual, dejando que otros decidan a cambio de la dicha inicua de quejarse de todo. Le puede salir.
Tiene algunos nubarrones su paisaje idílico: el impredecible Trump que después de lo de Irán está que no lo aguanta nadie; el Congreso y su propio partido controlados por ajenos a ella; su gabinete que no es de ella; la inseguridad, el desabasto del sector salud y la economía que si se le desbarajusta, le puede costar todo: la gente eso sí no lo perdona, la panza es sagrada.
Hay otro nubarrón del que no se habla nunca: el ejército. Nuestras fuerzas armadas tienen su propia agenda y no coincide con la de ella. Los militares no se impresionan por el Batman Harfuch, ni por nadie, se saben intocables porque son intocables y lo harán valer si la estrategia de seguridad les arrima la lumbre a los aparejos o si los EUA pretenden que se le aplique la ley a ninguno de sus generalotes.
Así las cosas, con el país ya sin tres poderes, sin órganos autónomos, sin amparos generales, y con elecciones impúdicamente tramposas (se dice que lo del Poder Judicial fue un tiro de prueba, se dice), así y todo, los cuatroteros pueden ganar las elecciones de 2027 y 2030. No se le olvide tía Cuca ni los esclavos.