8 de mayo de 2025

LA FERIA: Charamuscas

Sr. López


La rutilante prima Sofía, de las de Autlán, era guapa de sacarle resina a los postes de telégrafos y… digamos… ligera de faldas. Una vez platicando con la abuela Elena, dijo que tenía dos novios y no sabía con cuál casarse, uno era médico, culto, aficionado a la ópera y gran pianista; el otro era ingeniero, muy deportista y trabajador. La abuela que no se espantaba de nada, le dijo “pues con el que te guste más”, cambiaron de tema. Se casó y este imprudente le preguntó cómo escogió a su ya marido: -… tiene mejor coche -¡vaya!

A ver, si usted tiene una pareja de perros pastor alemán… por cierto: no diga “perros pastores alemanes”, es perros pastor alemán, porque ‘pastor alemán’, compone un sustantivo en aposición y no se pluraliza, como bien sabemos (… otra vez la manía de explicar lo que no necesita explicación, disculpe), decíamos: si tiene usted la pareja macho y hembra de perros de esa raza y se los lleva a vivir a Moscú, cuando tienen cachorritos, sus crías no son perros pastor ruso, son perros pastor alemán, nacidos en Rusia, eso sí.

Se lo comento porque el nuevo papa, León XIV, no es gringo. Sí nació en Chicago y su nacionalidad de origen es la estadounidense, claro, pero ni su papá ni su mamá son yanquis, son de ascendencia francesa y española, con algo de italiana. Así las cosas, León XIV es mestizo.

A León XIV, sus papás le pusieron Robert Francis Prevost Martínez; ese apellido paterno, Prevost, es más francés que la Marsellesa y significa algo así como el que está al frente, es palabra del más viejo francés y se usaba para designar al que tenía alguna autoridad, al que mandaba, pues. Al pelo.

Del Martínez materno, no le digo nada… ya salió algún reportero extranjero a decir que en la casa paterna de León XIV, comían cocina española; vaya usted a saber si es cierto. Y ha vivido casi la mitad de su vida en Perú, también tiene esa nacionalidad.

¿Es importante algo de lo anterior?: no… pero vale.

Lo que importa decir es que el caballero, tiene cuatro profesiones: se graduó en matemáticas y filosofía, es doctor en teología y en derecho canónico (con “magna cum laude”, casi 10).

Que habla cinco idiomas -inglés, español, italiano, francés, portugués-, y que lee latín y alemán, no es tan significativo, pero algo dice… no, no que tiene facilidad para los idiomas, sino que tiene más amplios horizontes culturales; y eso cuenta, si lo duda recuerde cómo nos fue con el señor ese de chancla pata de gallo, que nada más habla español -rarito, nunca se pulió el pobrecillo-, que se tardó 14 años en terminar una carrera en la UNAM y con calificaciones de plano mediocres; acuérdese… ¡ése!, ya le atinó, el que ha escrito más libros de los que ha leído (si los escribió él, que no es de creerse, a lo mejor uno).

Fraile agustino, entró al seminario menor por ahí de los 15 años de edad y a los 46 llegó a prior general de la orden de San Agustín (y fue reelecto); obispo desde 2014 y cardenal desde el 30 de septiembre de 2023, al ser elegido papa tenía 19 meses de ser cardenal.

Dirá alguien que ya es mucho hablar de esto. Y no. Es importante. Esa religión es el origen de la Cultura Occidental, de la civilización como la conocemos y con todos sus errores, el saldo a su favor es abrumador, en todo, en derecho, filosofía, artes y ciencias (en esto, es de asombro lo que han aportado y aportan, hay que enterarse), y lo más importante: en dar a la persona la dignidad que antes ni se sospechaba.

Por algo el mundo sigue respetando esta religión. El cristianismo conjuntó y sistematizó para el mundo, la filosofía griega, el derecho romano y las más estructuradas creencias religiosas conocidas hasta entonces, con un ingrediente fundamental: el respeto a lo natural, a la ley natural, al sentido común.

Hoy son por ahí de 2,400 millones de terrícolas cristianos entre católicos (1,400), ortodoxos (300), y protestantes (700); de ese calibre es la influencia del cristianismo y a la cabeza, la iglesia católica romana. Por algo los jefes de Estado, no pocos sin fe y algunos, sólidos pecadores, van a los funerales de los papas y felicitan al nuevo, por algo.

Sin meternos en que la Iglesia juega con ventaja -si es cierto que el Espíritu Santo la conduce-, debe reflexionarse en que en dos mil años, no han cambiado su “constitución”, llamando así a sus dogmas, que son su basamento.

Son por ahí de 44 dogmas. Los primeros 41 en dos mil años no los han tocado, ni uno, y en esos dos mil años solo han agregado tres: en 1854, 1870 y 1950, no le digo cuáles porque son asuntos de ellos. Lo digno de resaltar es que su coherencia les ha rendido frutos, son confiables, son de fiar. Por eso el ataque al catolicismo es continuo y no sorprende ver en la televisión, series y documentales tan llenos de errores, mentiras y calumnias. Que le sigan, la Iglesia puede esperar otros dos mil años. Nunca tiene prisa.

Por su lado, los “analistas” de ocasión ya empezaron a vaticinar como ejercerá su papado León XIV. Vano afán. Son asuntos que en verdad rebasan la capacidad ordinaria de análisis. Lo cierto es que no se apartará de su “constitución”, de sus dogmas, lo demás es música de viento.

Y esa solidez en sus principios, sus dogmas, también es importante se tenga o no fe: son un referente ético global y no pocas veces la Iglesia es el principal estorbo para las salvajadas humanas. Un ejemplo: el terrible Hitler, en plena Segunda Guerra Mundial, planeó secuestrar al papa Pío XII (checadito en el L’Osservatore Romano, el órgano oficial de la Santa Sede), porque era un obstáculo para sus planes de dominación mundial; dejó en paz el asunto cuando le explicaron las consecuencias: un levantamiento general en la propia Alemania y galvanizar al resto de Europa.

No intenta su texto servidor la apología de esa religión, de ninguna manera, sería inútil e impropio de este junta palabras. Sí pretende destacar los frutos de la coherencia en los principios. Y no se le olvide cómo estamos en México y que con la Constitución, acá, hacemos charamuscas.

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