Sr. López
Una tía de las de Toluca, se casó con un yanqui gigantesco, bonachón y decían que muy rico (era cierto). Vivían en Dallas, Texas. En una de sus raras visitas a México, comiendo en casa de la abuela Virgen (la de los siete hijos), comentaba lo diferente que era la vida por esos lares y dijo que allá se educaba a los hijos en libertad, no como acá, con prohibiciones. Para sorpresa de este junta palabras, entonces todavía recluta del Campo de Adiestramiento dirigido por la Comandante Yolanda, la dama de hierro dijo que acá era igual y añadió: -… claro, la libertad de los hijos empieza después de obedecer a sus padres -¡firmes, ya!
En su primer mensaje a la nación, en ese ya lejanísimo 1 de octubre del año pasado (¡cómo se va el tiempo!), ya asumido el cargo de Presidenta de la república, doña Sheinbaum expuso su decálogo de gobierno, tomado casi todo de frases de su mentor, ese que NO vive en Palenque. (¡Qué necedad en andarle copiando a Moisés!, digo, ya cualquiera, sin subir al Monte Sinaí a tomarle dictado a Dios, sale con sus diez mandamientos).
Como sea, en ese decálogo del segundo piso, paso desapercibido el quinto mandamiento de la Ley de Claudia: “Prohibido prohibir”.
¿A poco no suena bonito?… sí, igual que “Pin Pon es un muñeco muy guapo y de cartón…”; o aquél romántico verso de baño público: “Tú que eres poeta y en el aire las compones…”; con una diferencia: “prohibido prohibir” es una reverenda tontería, un envejecido lema guango del Mayo del 68 parisino, frasecita tonta, pues al estar seguido el participio por el infinitivo (como todos advertimos), lo primero que viene a estar prohibido es prohibir las prohibiciones. Clarito.
La señora del bastón de mando de juguete, tomó la idea de su antecesor, que lo decía y repetía con ese su gracejo tropical que invitaba a vomitar. Da lo mismo, lo dice y lo sostiene, como con eso de que ella no prohíbe ciertas canciones (‘corridos tumbados’, parece que se llaman), que dicen, enaltecen a los narcos (dicen, porque confiesa este menda ignorarlo del todo pues no escucha nada fuera del canto gregoriano a Juan Gabriel, que no es poco).
Como sea, la señora que no prohíbe, promueve ¡México canta!, para que se compongan canciones de “amor, desamor, paz y naturaleza”… (¡México canta!, está bien, lástima que llora más de lo que canta, México llora muertos, desaparecidos, niños sin medicamentos). Parece burla.
Sí, promover canciones de las bonitas en medio de lagos de sangre y llanto, parece burla. Imagine al gobierno de Ucrania, al de Israel o Palestina, promoviendo que se compongan canciones… y tienen menos muertos que nosotros y muchísimos menos desaparecidos. No parece burla, es burla.
No da para más el tema a menos de que se tome uno en serio que para ella está prohibido prohibir. Si es así, si fuera así, vendría a resultar que la señora Presidenta no tiene la menor idea de en qué consiste la chamba que aceptó el 1 de octubre.
Gobernar es ejercer el poder. Tiene el poder quien puede prohibir, quien puede imponer la prohibición y la hace valer mediante sanciones. Sin prohibiciones legales no hay gobierno, la vida en sociedad es imposible, a menos que a usted le parezca buena idea levantar la prohibición de matar, de robar, de violar, de defraudar… y todo lo que prohíben el Código Penal, el Civil, el de Comercio y todos los demás.
Nuestra Constitución es un florilegio de prohibiciones expresas, absolutas, relativas, permanentes y temporales; prohibiciones a individuos, a gobernantes y hasta a gobiernos estatales (por ejemplo, no pueden imprimir dinero ni estampillas de correos; tampoco hacer tratados con otros países, entre otras).
Nuestras leyes, a los legos nos parecen un galimatías, pero la cosa es sencilla: la libertad del individuo es que puede hacer todo lo que no esté prohibido; y al revés: la autoridad, el gobierno solo puede hacer aquello para lo que esté facultado en la ley, o sea: el gobierno tiene prohibido todo excepto lo que la ley diga que puede hacer (y debe hacerlo, no es optativo).
No sostiene este su texto servidor que toda ley, que toda prohibición sea correcta por más que sea respetada. Por ejemplo, la prohibición de comer cerdo en las religiones judía, islamita y en algunas iglesias cristianas, como los adventistas y algunas iglesias ortodoxas, que es una prohibición un poquito difícil de aceptar a menos que uno crea que Dios se anda metiendo a confeccionar el menú autorizado a nuestra especie (y no se ría que actualmente, en más de 20 países la ley prohíbe consumir carne de cerdo).
Dejando eso. Sabido que los gobernantes cuatroteros, dicen muchas cosas por decirlas y no hay que tomárselas tan a pecho, a menos que usted crea que dicen en serio cosas como el primer mandamiento del decálogo Sheinbaum: “por el bien de todos, primero los pobres” (viviendo en el palacio de los virreyes de la Nueva España); el segundo: “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre” (mientras los vemos vestir, comer, beber, viajar a todo trapo y mandar a sus hijos a estudiar a Inglaterra, pagado con nuestro dinero, claro); o el tercero: “los gobernantes debemos ser honrados y honestos” (sí, claro, en lo que se aclaran asuntos como los 15 mil millones birlados en Segalmex, por mencionar el más conocido porque no hay espacio para ni hacer un apretado resumen de los casos de corrupción del gobierno anterior).
Es una estrategia discursiva. Es continuar con la táctica Macuspana, mentir, mentir tanto que se olvide la verdad o se crean ciertos los engaños.
Sabemos que la Presidenta de México es una señora inteligente y que no dice en serio eso de “prohibido prohibir”, ahora nos falta que entienda que no es mono mentir por mentir, a menos que de sus lecturas de George Bernard Shaw, quiera hacer realidad aquello de: “La democracia es un dispositivo que garantiza que no seremos gobernados mejor de lo que merecemos”.
Ojalá no, porque el mismo señor dijo: “No saben nada y creen saberlo todo. Eso apunta claramente a una carrera política”.