José Antonio Molina Farro
“Seamos uno, seamos fuertes. ¡Vivamos!”
Sufíes
Cada 10 de noviembre a las 9.05 horas, día y hora de su fallecimiento, el país se paraliza y guarda un minuto de silencio en recuerdo del fundador de la Turquía moderna y que le devolvió un lugar en la escena internacional. Imposible ignorarlo. No hay registros. Ningún país ha cambiado de manera tan profunda y permanente en tan sólo 15 años como la Turquía de Mustafa Kemal Atatürk.
Los hijos del Gran Lobo Gris y de la Cierva Leonada, a 84 años de su partida aún guardan una enorme devoción por Kemal, “el perfecto”. Turquía es la España de Asia, por su analogía geográfica estratégica. Es un puente entre la cultura islámica y la cultura occidental, y su tradición hospitalaria es proverbial. Es un territorio estratégico para la seguridad mundial y valladar, durante décadas, contra el fundamentalismo islámico que hoy volvió por sus fueros.
Cuando en 1492 fueron expulsados por Isabel I de Castilla, los judíos sefardíes recibieron los brazos abiertos de Solimán el Magnífico, quien asumió públicamente su defensa. En 1930 Turquía fue tierra de asilo para numerosos sabios judíos alemanes. A pesar de ser un país mayoritariamente musulmán abrió las puertas de par en par a estos inmigrantes. Atatürk, artesano del laicismo, hizo de Turquía el único país musulmán con un Estado laico. Para Kemal la legitimidad ya no provenía del profeta.
Sus reformas son incontables. El “padre de los turcos” decretó la igualdad de hombres y mujeres y otorgó a ellas el derecho a votar, a ser votadas y ser elegidas para el parlamento, diez años antes que Francia y también mucho antes que Italia, Bélgica, Suiza y México (1953), entre otros. Cuatro años antes ya habían recibido el derecho de votar en elecciones locales. Hoy día, amplios colectivos femeninos están a la vanguardia en ciencia, educación y cultura. Es el primer país en el mundo en tener a una mujer en el Tribunal Supremo, por cierto México el segundo. Atatürk abolió la poligamia y el divorcio por repudio, suprimió los tribunales islámicos e introdujo el calendario gregoriano, clausuró las escuelas religiosas y prohibió el velo a las mujeres, aunque toleró a quienes quisieran llevarlo. Sustituyó el alfabeto árabe con sus componentes persas y latinizó el idioma. Introdujo el matrimonio civil y elaboró el primer Censo de Población.
La gran reforma educativa laica y gratuita sustentó su lema de “La cultura es la base de la República”, que lo acompañó hasta el fin de sus días. La educación se basó en desarrollar el potencial individual, el pensamiento independiente y los valores democráticos.
El Código Civil se inspiró en el suizo y el penal en el Código Napoleónico. ¿Que todo ello lo hizo con mano dictatorial? Sin duda, no podía ser de otra forma. Una dictadura pedagógica y un paternalismo blando, en un país prisionero de los prejuicios religiosos, arraigado en sus tradiciones y con un gran porcentaje de analfabetismo. El realismo de Atatürk era admirable. “Nuestro pueblo no está preparado para un régimen constitucional y democrático. Necesitan ser entrenados por nosotros. Solo nosotros debemos abordar las cuestiones de Estado por diez o quince años…transcurrido ese plazo al pueblo turco le será permitido formar partidos políticos”. A la postre cumplió.
Otro aspecto importante de la revolución cultural de Atatürk fue mudar la sede de los poderes de Estambul a Ankara. El denominado “Cuerno de oro” ha sido uno de los puntos geográficos más importantes en la historia de la humanidad. Constantinopla era el objeto del deseo de todos y estaba dividida en dos, Pera, la parte rica y pudiente en el sector europeo y Estambul en el Asia menor, donde vivían los pobres. Atatürk consideraba incompatible el espíritu nacionalista turco con la ciudad imperial, de ahí el cambio de sede de la capital.
Los símbolos, mitos e ideas renovadas son elementos centrales para la construcción del imaginario nacional. En Turquía la nueva capital pretendía imprimir originalidad al nuevo gobierno nacionalista. Así mismo, Atatürk apeló al mito de la pureza turca y patrocinó una revolución cultural sustentada en la unicidad turca. Aquí, en nuestro país, Porfirio Díaz utilizó constantemente el concepto “mestizo” en un intento de homogeneizar la identidad nacional por encima de la diversidad de grupos étnicos.
Involución democrática. El laicismo de Atatürk fue visto por las minorías, como los alevíes y kurdos como un aliado contra el fundamentalismo islámico. Previsor como fue, Kemal dejó al ejército como salvaguarda de sus reformas.
¿Qué pasó? La democracia conspiró contra sí misma, el pluripartidismo y la soberanía popular, herencia de Atatürk, se expresaron en las urnas. Corrientes integristas encabezadas por el islamista Erdogán, se hicieron del poder. Los valores islámicos se renovaron. La habilidad de Erdogán, su retórica incendiaria y seductora, así como las concesiones al ejército, doblaron a los altos mandos y se rindieron ante el islamista, quien tuvo un alto grado de aceptación en la población, hoy en su punto más bajo, aunque hay poca confianza ciudadana en las oposiciones. Se culpa a los empresarios por no posicionarse contra las políticas del islamista. El erdoganismo se afianzó como un régimen que combina autoritarismo, populismo e islamismo, con el nacionalismo turco como principal argamasa. Los resentimientos contra occidente son parte de las razones de su fortaleza. Hoy Erdogán es mencionado por los mismos medios que lo alabaron hace diez años, como el tercer jinete del apocalipsis autocrático o un nuevo sultán junto con Putin, Xi Jinping y Trump. Un vivo ejemplo de {democratura}, dictadura legitimada por el voto popular. El erdoganismo es el imperio de la arbitrariedad, en lo político y en lo económico. Es un régimen que modifica, a través de decretos presidenciales, las reglas del juego, las leyes y los reglamentos, según las necesidades del poder. Se desmanteló la autonomía del Banco Central, y se debilitaron las instituciones y mecanismos de control gubernamental. Criminaliza y descalifica a cualquiera que cuestione al autócrata o a personajes de su entorno. Divide a la sociedad: “nosotros” y “ellos, las élites corruptas”; dice encarnar la voluntad popular.
Hoy la economía está en recesión. La lira frente al dólar se depreció en un 60% en 2019. El PIB por habitante cayó un 30 % en los últimos años, por las tensiones con sus aliados tradicionales de occidente y la falta de seguridad jurídica a los inversionistas extranjeros. El país navega sin brújula, sin un verdadero puerto de amarre en el horizonte. Y pensar que antes de la pandemia llegó a tener tasas de crecimiento promedio de 6.5% al año. Es el cuarto país más visitado de Europa y tiene el mayor ejército de los Balcanes con más de un millón cien mil efectivos. La presa Atatürk es una de las más grandes del mundo y su importancia estratégica es incuestionable, pues sus aguas bañan a Irak y Siria, además de gran parte del agua dulce que beben palestinos e israelíes. Grandes lecciones nos deja ese gran país.