ERNESTO GÓMEZ PANANÁ
Tiempos complejos estos que vive el mundo y vive nuestro país. Conforme avanza la vacunación masiva y vivimos de nuevo la experiencia de salir a las calles y encontrarnos con otras personas como antes, la nueva normalidad consiste en vivir todo aquello que ya vivíamos, pero limpiando nuestras manos con gel, usando caretas y cubrebocas -hoy son ya un accesorio en el que incluso importan la sofisticación y la moda-, acostumbrándonos a la cada vez mayor presencia del internet y las redes sociales, el zoom y las videoconferencias. Lo virtual.
La vida, y también la muerte continúan. Al momento de escribir esta columna, la información oficial disponible indica 233 mil 622 personas fallecidas a causa del Coronavirus pero de la mano de ello, infinidad de acontecimientos siguen sucediéndose y repercutiendo en nuestra vida cotidiana. Hoy, un somero recuento de algunos de ellos.
Tres semanas atrás supimos de la tragedia, de la brutal agresión a dos jovencitas en la Ciudad de México. Las escenas son espeluznantes, el exnovio de una de ellas, borracho y enfurecido, les pasa el auto encima, arrastrando a una de ellas por debajo de su vehículo por varios segundos. Brutal. Hoy una de las chicas falleció.
Muy posiblemente asesorado por sus abogados, el responsable se entregó. De no ser por la presión de las redes sociales posiblemente habría huido. Difícil comprender tanta violencia, difícil comprender el nivel de sinrazón. Ojalá las víctimas tengan la tranquilidad de que se realice un juicio justo.
Vivimos también en estas semanas una ola de violencia inexplicable en el norte del país. Civiles inocentes baleados en calles de Tamaulipas con el único fin de calentar la plaza. Esto de la mano de señalamientos que hablan de una fuerte intervención de los cárteles del narcotráfico en las elecciones recientes. Delicado señalar una complicidad del presidente de México, personalmente no lo creo; sencillo imaginar pactos locales -municipales y estatales- en numerosos sitios de todo el país, Chiapas incluida. El narco es hoy una fuerza económica y política real y en crecimiento. Su ola aún va para arriba. Es un tsunami que tomará tiempo detener. Es nuestra otra pandemia, con más víctimas mortales acumuladas y futuras.
En Puebla, una contingencia geológica se convierte en un nuevo atractivo turístico. Del mega socavón ya hay playeras, llaveros y hasta panes -con perritos-. A todo le encontramos el modo y procuramos sacarle provecho. Eso también somos.
Pasada la elección, el presidente se enfoca ahora en promover la consulta para enjuiciar a expresidentes y otros actores políticos del pasado. El ejercicio de promoción pone a prueba a su electorado duro. El resultado -antes que a favor o en contra- medirá el respaldo ciudadano del primer mandatario. Se entiende el objetivo y sin duda el presidente es un genio de la comunicación política, pero valdría tal vez la pena sopesar la sobrexposición discursiva y el desgaste. Hasta la porra más leal llega a necesitar un respiro.
El mes de junio pasado fue como cada año, el mes de la diversidad sexual y de género. Todos los colores y todas las combinaciones posibles comprometen la tolerancia y la empatía y a ellos podríamos agregar la necesidad de mirar la inclusión no solo desde la perspectiva sexual. Se trata ciertamente de decir todes o tod@s al pronunciar un discurso, pero se trata también de expresarlo en lenguaje de señas o en Braille, se trata de expresarlo en tsotsil o en rarámuri, se trata de alcanzar una inclusión panincluyente.
Oximoronas.
Hace seis meses que Donald Trump dejó la Casablanca. Al frente del gobierno de aquel país despacha hoy Joe Biden. Hay una visión de país distinta, social, seria, profesional y solidaria. Las instituciones norteamericanas llegaron a límites insospechados, se tensaron pero volvieron al cauce. Esa es la democracia.