Ernesto Gómez Pananá
Más de quince meses en pandemia. Más de trescientos mil muertos reconocidos y dos millones y medio de personas contagiadas en México. La emergencia continúa, se han detectado variantes que amenazan con agotar las letras del alfabeto griego -ya vamos en la Épsilon.
Como reacción a la pandemia, la ciencia ha dado respuestas ciertamente incompletas aún, pero no por ello ineficientes. Hoy, existe casi una docena de vacunas contra el coronavirus y en buena parte del planeta los gobiernos vacunan masivamente a sus ciudadanos. Una carrera contra el coronavirus, contra la muerte, contra el tiempo, y contra la ignorancia.
El avance en la campaña de vacunación en México es de alrededor del 25%, considerando primeras dosis y esquemas completos. Chiapas reporta un 18%. A inicios de la semana se anunció un operativo especial para remontar estos números. Al respecto, tres reflexiones.
Nuestros indicadores. Indudablemente saber que somos la entidad con la menor eficiencia en materia de vacunación suena preocupante -y lo es- pero no por ello debiera resultarnos inesperado o asombroso, basta mirar otros indicadores para comprenderlo.
Chiapas va a la zaga no solo en materia de vacunación: Nuestra eficiencia en esta tarea va a la par de nuestra cobertura en educación superior, de nuestra mortandad materna o la calidad de nuestros caminos. El avance en la cobertura está en sintonía, es el que hay y si bien puede remontarse, es pertinente tener claras las causas para poder atacarlas de fondo: el rezago en vacunación, es natural y lógico y era predecible. Es congruente con nuestra realidad. La Ciudad de México tiene otros índices de vacunación, de la misma manera que sus índices en vialidades, cobertura educativa o ingreso per cápita son los más altos del país y están muy por encima de los de Chiapas.
Nuestra ignorancia. En marzo de este año comenzó la estrategia de vacunación en Chiapas. Inició con adultos mayores de 60 años, primero en localidades rurales remotas y posteriormente en zonas urbanas. Siguió con adultos de 50 a 59 años y luego con personal docente. En junio se atendió al grupo de 40 a 49 y la respuesta, a contracorriente de lo que muchos pensábamos, fue escasa: centros de vacunación listos para atender filas de centenares de personas esperando vacunarse que terminaron atendiendo únicamente a docenas, acaso un par de centenares en jornadas de diez horas y números totales inesperados, particularmente en zonas urbanas.
El motivo persistente y creciente, la desconfianza en las vacunas, la información falsa, la determinación de no vacunarse. Increíble.
Puedo dar cuenta de decenas de historias de personas decididas a no vacunarse por temor, y de muchas otras -avenidas súbitamente en epidemiólogas-, determinadas a esperar la vacuna que en su opinión es la de mayor efectividad y, de no ser por la emergencia, pudiera -en mi personalísima opinión- ser una idea válida, pero tenemos pues un escenario crítico en el que difícilmente no tener la vacuna idónea será mejor que no tener ninguna. Esta determinación genera puntos de vacunación semivacíos y un impacto en las tasas de contagio y muerte, es nuestro rezago histórico, es resultado también de nuestra ignorancia.
Nuestras alternativas. Ante un escenario en el que es urgente vacunar pronto y al máximo número de personas, qué podríamos hacer ciudadanía y autoridad:
El pico de cobertura en adultos, 60 y más, 50 a 59 y 40 a 49 pareciera que ya se alcanzó, a pesar de que falta un buen número de persona en ese rango y por otro lado, pareciera que en el grupo de 18 a 39 -la franja poblacional más grande- la expectativa es amplia y vigente, y si de lo que se trata es de lograr mayores índices de vacunación globales y así abatir de fondo los contagios, resulta muy pertinente vacunar indistintamente a cualquier persona mayor de edad, sin burocracia y sin candados y dejar de lado la atención por grupos de edad. Esa estrategia pareciera haberse agotado.
Por otro lado, siendo como somos, una sociedad tremendamente influenciable, pudiera venir bien instrumentar campañas provacunación intensivas, con personajes públicos -farándula, cultura, deporte, cultura- dando testimonio de la confiabilidad y eficiencia de las vacunas. Urge remontar, urge dejar de hacer lo mismo para entonces si lograr resultados distintos.
Oximoronas.
Ejecuciones en Tuxtla y paramilitares en Pantelhó. El ciclo natural de la descomposición social y la evidencia de qué hay variables que se imponen ante cualquier gobierno, del color que sea.