22 de diciembre de 2024

Historieta: La Feria

SR. LÓPEZ

En el sexenio de don Lázaro Cárdenas, el abuelo materno de este menda, don Armando, en su calidad de ingeniero militar, anduvo casi dos años por las montañas de Durango, con un numeroso grupo de indios tepehuanes, deslindando sus terrenos. Las noches eran largas y aburridas, por lo que improvisó un ajedrez y le enseñó a jugar al jefe de la tribu, quien aprendió rápido y entendió las reglas. Ya de acuerdo, jugaron la primera partida y en pocos movimientos, don Armando cantó el jaque mate al jefe de la tribu, quien se quedó callado observando el tablero y sin dejar de mirar las piezas, desenfundó su revólver y apuntando al abuelo, le preguntó: -¿De veras? –y de ahí pa’l real, don Armando se aburrió doble, teniendo que dejarse ganar todas las noches todas las partidas. Cuando no se puede, no se puede.

Sorprende la sorpresa de algunos no tan pocos, por la aprobación de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica.

Las cámaras de diputados y la de senadores siempre actúan así: el Presidente de turno es el patrón, si no, nuestra Constitución -de 1917 a este año-, no tuviera 707 reformas que la engordaron de las 21,382 palabras originales a las 111,783 de ahora, cambiando 114 artículos de sus 136… agüita pal calor.

Lo que tampoco debería asombrar a nadie, es que esta reforma se haya hecho a marro, violando la Constitución y los compromisos del país firmados en tratados internacionales, pues es la conducta habitual del Presidente que tenemos, quien se describió a sí mismo en una frase: “¡Al diablo las instituciones!” (1 de septiembre de 2006, muy presente tengo yo); y el que manda tan lejos instituciones, ya como titular del Ejecutivo, con las leyes se limpia. Normal.

Es tan burdo esto que permite suponer obedece a un cálculo político: como su gobierno va cuesta abajo en su rodada, necesita tener a la mano a quien echarle la culpa de su descalabro: el gran capital, la mafia internacional del poder… y también puede ser que allá en la última y más oculta telaraña de su cerebro, abrigue la esperanza de salirse con la suya, de manera que ciña la Patria sus sienes de oliva (ya se ve en mármol, al lado del Juárez del Hemiciclo).

Lo que está de pensarse es que no haya entre sus cercanos, ninguno que lo informe bien. La reforma a la Ley de la Industria Eléctrica como la propuso y quedó aprobada ayer, según el Derecho Internacional, es una expropiación.

Así es: para el Derecho Internacional, toda privación de derechos patrimoniales realizada por medio de un acto soberano individual o de una ley, es expropiación; y conforme a nuestros tratados de libre comercio, se considera expropiación directa, cuando pasa el título o derecho de dominio al Estado (no es el caso, a nadie le están quitando la propiedad de sus plantas de generación de electricidad), o expropiación indirecta, cuando se limitan los derechos de dominio del propietario original. Y eso está previsto en nuestro tratado de comercio con los EUA: “ninguna de las Partes puede expropiar ni nacionalizar una inversión cubierta, sea directa o indirectamente mediante medidas equivalentes a la expropiación o nacionalización”.

Alguien debería compadecerse del Presidente y advertirle que al ser considerada una expropiación, tiene que pagar… sí, pagar el monto de la inversión y no es moco de pavo: al tercer trimestre de 2020, la Inversión Extranjera Directa en México en el sector eléctrico asciende a 17,676 millones de dólares, es decir, cerca de 354 mil millones de pesos (¡otro aeropuertazo!).

Otra cosa que le deberían advertir a nuestro prócer chancla pata de gallo, es que se anda corriendo el riesgo de que los inversionistas, al amparo del T-MEC, se salten los tribunales mexicanos y acudan directamente al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones… y ahí se diluyen las patrioteras babas que empaparon las tribunas de debates de nuestro Congreso.

No es novedad, es de sentido común. Ya desde 1928 el Tribunal Arbitral Especial creado para resolver reclamaciones al Tratado de Versalles firmado al fin de la Primera Guerra Mundial, definió: “(…) el respeto a la propiedad privada y a los derechos adquiridos extranjeros constituye indudablemente uno de los principios generales reconocidos por el derecho internacional”; ahí revíselo usted: “Affaire Goldenberg”, 1928, Naciones Unidas, ‘Reports of International Arbitral Awards’ (volumen II, página 909).

Aparte, como la CFE genera electricidad ‘sucia’ con combustóleo y carbón (las hidroeléctricas son limpias, pero son ‘intermitentes’, no pueden generar electricidad todo el tiempo), el 24 de febrero pasado, el ministro de Medio Ambiente del gobierno canadiense, Jonathan Wilkinson, consideró que México debe ser presionado para reducir sus emisiones contaminantes; mientras por su lado, Trudeau, el primer Ministro de Canadá, propone penalizaciones, gravando todas nuestras exportaciones con un ‘impuesto al carbono’, en lo que están de acuerdo el primer Ministro de la Gran Bretaña, Boris Johnson y el comité de medio ambiente del Parlamento Europeo…. Y aunque estos no hubieran abierto el pico, el Plan de Energía Limpia del presidente Biden, incluye imponer “tarifas o cuotas de ajuste de carbono a los productos con uso intensivo de carbono de países que no cumplen con sus obligaciones climáticas y ambientales”.

Don Presidente ha de creer que en la arena internacional sus mágicas babas ejecutivas le permitirán imponer su voluntad. No, no es lo mismo mangonear a diputados y senadores, desdeñar mujeres, refutar auditorías, caciquear partidos políticos, estigmatizar periodistas, rehuir la realidad de la pandemia y evadir la atroz realidad de la inseguridad pública, que burlarse de las empresas que invirtieron en México y marear con su discurso patriotero a todos los países con que tenemos tratados firmados.

Grave responsabilidad de los que están en su entorno. Nadie se apiada de él, ninguno le advierte que va directo al ridículo y en vez de pasar a la historia quedará en historieta.

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