20 de abril de 2024

Genghis Khan

JOSÉ ANTONIO MOLINA FARRO

{Dios en el cielo, el Ka Kan, potencia de Dios en la tierra. Así ordena el emperador de la humanidad}. Este es el sello de “el guerrero diamantino y perfecto”, que conquistó el más vasto imperio del mundo, cuyo destino cambió el curso histórico de la humanidad.

A diferencia de la mayoría de los conquistadores, mereció todos los títulos que le endilgaron -Poderoso asesino, Azote de Dios, Perfecto guerrero, Señor de tronos y coronas-. No se le puede medir con el rasero ordinario; a su paso las ciudades arrasadas, los ríos desviados de su cauce, los desiertos visitados por la muerte, los lobos y los cuervos eran los únicos moradores de las antes populosas tierras. Si esta devastación constituyese toda su vida, Genghis khan no sería más que un segundo Atila, pero no, no se trata de un genio bélico más, y aquí viene el misterio que ofusca y desconcierta a los historiadores.

Un nómada, un cazador, un pastor de ganado, que desconocía el uso de la escritura, dio un código a cincuenta pueblos, leyes no de violencia sino morales. Todavía hoy los mongoles se distinguen por su lealtad, moralidad y respeto a la palabra empeñada. Ningún otro guerrero, ningún hombre político llegó a tanto, sobre todo con un material humano del tipo de mongoles anteriores a Genghis Khan. A su alrededor se desarrolló todo un mundo de intrigas y de miserias humanas.

En una analogía tendríamos que volver la vista hacia Alejando Magno quien extendió su imperio a extremos insospechados y llevó consigo los dones de la cultura griega hacia Oriente. Algunas de sus frases: “Soy el castigo de Dios, si no hubieses cometido grandes pecados, Dios no habría enviado un castigo como yo sobre ti”. Lo creía firmemente y con devoción. “Ten el valor de la astucia que frena la cólera y espera el momento propicio para desencadenarla”.

En el curso de una vida unió pueblos que nunca hubieran podido hermanarse, conquistó un imperio que no tuvo igual en extensión y riqueza, unió China, Turquía, Turquestán, Irán, Irak y parte de Rusia; aunque el cálculo es controvertido, se dice que en su máximo apogeo alcanzó entre 24 y 33 millones de kilómetros cuadrados, desde la península de Corea hasta el Danubio. No se contaban sus marchas por millas sino por grados de latitud y longitud.

Considerado uno de los caudillos más sanguinarios del imperio mongol, prohibió las torturas y prefería acabar con sus enemigos rápidamente para no hacerlos sufrir. Su virtud mayor fue la intuición, que unida a la percepción del peligro le permitió vencer siempre o sacar provecho incluso de las derrotas aparentes. Aun siendo analfabeto, preparaba las batallas minuciosamente. Su inteligencia y capacidad como estratega inspiró a Napoleón y Rommel, entre otros. Marco Polo dijo de él que “Fue hombre de gran valentía, juicioso y prudente…y ejerció el gobierno bien y con lealtad”.

No podemos desvincular sus gestas de la religión que profesaba, la esciamanésima, basada en el animismo que diviniza la naturaleza y el cielo eterno. El esciamano es, alternativamente, brujo, megalómano, poeta, pero sobre todo, médium. Con sus ritos mágicos actúan sobre la fuerza de la naturaleza, aseguran, por ejemplo, que fustigando el aire con el látigo pueden suscitar vientos.

Hay algo singular, a pesar del salvajismo mongol, Khan dio ejemplo de feminismo emocional. Era conocido por tratar a  cada una de sus múltiples mujeres con infinito respeto, ternura y consideración. Su potencia sexual era ilimitada y según investigación publicada en 2003 por expertos de Italia, China, Reino Unido y Uzbekistán, el mongol era un gran conquistador genético. Su cromosoma Y era muy dominante, lo que lo convirtió en un gran semental. Así entramos a un terreno controvertido, se afirma que uno de cada 200 hombres vivos hoy, es considerado heredero de Genghis Khan, y que más de 16 millones de personas de Asia Central comparten cromosoma con él. Según el investigador británico Chris Tyler-Smith Khan “era desmesurado en sus atenciones a las mujeres”. Las mujeres mongolas, según Marco Polo, eran igual de potentes y feroces que sus compatriotas  hombres, y además muy fieles.

Este grandísimo conquistador que inició su epopeya con tan sólo ocho caballos y cuatro hermanos, de habérselo propuesto, los mongoles lo hubiesen adorado como a un dios, pero no, él “sólo” se consideró el enviado fatídico de Dios. Falleció el 18 de agosto de 1227, hace 793 años.

  1. S. Agradezco la sugerencia de un servidor público de singular sensibilidad política y reciedumbre intelectual, por motivarme a indagar y escribir sobre la biografía del “emperador oceánico”, a propósito de mi artículo sobre Alejandro Magno.

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