Sr. López
Cuando algo desataba la ira de la Directora de Administración y Jefa de Disciplina (otros niños le decían mamá a las suyas), iniciaba el regaño en modo catarata, con la frase: -¡Lucidos estamos! -y uno sabía que tocaba bronca aderezada con pescozones estándar y de fantasía, como su afamado coscorrón ranversé (empezaba y terminaba en el parietal izquierdo, recorriendo el coco con jalón de pelos; un solo movimiento muy celebrado por las tías).
En Sonora, ayer, el gobernador Alfonso Durazo Montaño, intervino en el foro estatal de análisis para la armonización normativa derivada de la Ley General de Educación Superior, y declaró:
No hay forma de transformar si no revolucionamos las conciencias, si no creamos una nueva conciencia social y en ese objetivo está particularmente la educación.
No se pone uno en plan pesado, pero o es cierto o es falso. Si es falso, no pasa nada, a peores estamos acostumbrados. Pero de ser cierto, entonces anote la fecha en que se canceló la Cuarta Transformación pues en los dos años y pico que quedan de periodo presidencial no parece que vayan a poder revolucionar las conciencias y crear una nueva conciencia social (por cierto, ya luego con tiempecito, sería buen detalle que nos definieran ambas cosas)
digo, somos 130 millones y si eso no lo ve usted como un obstáculo, entonces reflexione en que la iglesia católica tiene 500 años insistiendo en los 10 Mandamientos y vamos como en dos que ya entendimos (el 3º, santificar las fiestas, porque somos fiesteros y el 4º, honrar al padre y a la madre, pero a nuestro modo, tampoco se entusiasme
y los demás, en especial el 6º y el 9º -los que tienen que ver con lo retozones que somos en cosas del intercambio lúdico de secreciones corporales-, bueno, esos, ya se verá).
Pero, igual, con todo respeto, se hace una fraternal advertencia al gobernador de Sonora: su líder máximo decretó como lograda la revolución de las conciencias, en la magna concentración del lunes 2 de julio de 2018, celebrada en el Zócalo de la capital del país, para festejar el arrollador triunfo electoral que lo puso de huésped en Palacio Nacional, cuando dijo que su triunfo fue porque triunfó la revolución de las conciencias.
Y que sí se ande con cuidado don Durazo, pues la decretada revolución de las conciencias, fue ratificada apenas el 1 de diciembre pasado, en el mismo lugar, el Zócalo de la CdMx, otra vez (pero-por-supuesto), por el Presidente: «En tres años ha cambiado, en tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo que eso es lo más importante de todo, la revolución de las conciencias, el cambio de mentalidad, eso es lo más cercano a lo esencial, a lo mero principal, y eso es lo más cercano a lo irreversible, pueden darle marcha atrás a lo material pero no van a poder cambiar la conciencia que en este tiempo ha tomado el pueblo de México.
Uno no es nadie para dudar de la sacra y palaciega palabra presidencial. Lo triste es recapacitar en que uno ha sido refractario a esto de cambiar de conciencia, se siente peor que Adán cuando Dios lo cachó mascando el fruto prohibido, muy parecido a como se sintieron los judíos a los que sorprendió Moisés adorando un becerro mientras él estaba en el Monte Sinaí en una junta con el Creador
así y hasta peor se siente este menda, ¿cómo es posible que tenga tan encallecida la conciencia?… porque uno sigue con la que tenía antes: ¡santo señor de Macuspana, ten piedad!
¿O será que falta otra revolución de las conciencias?, sí, como es difícil que se equivoquen el Presidente y su muy leal y noble seguidor, don Durazo, entonces tal vez estamos ante el caso de que aparte de la revolución de las conciencias decretada en 2018, ratificada en diciembre pasado, ahora hace falta otra, la segunda revolución de nuestra conciencia, para que amarre la cosa.
Lo bueno de todo esto para el gobierno transformador, es que no hay manera de medir los cambios en la conciencia de la raza, no es el PIB, no es el número de asesinatos, no es el precio de la gasolina o la tortilla, no es el suministro de medicinas, no son los muertos por la pandemia, cosas esas que la fifí y muy incómoda aritmética permite medir, no, esto es un asunto inmaterial, si de verdad conciencia es el propio conocimiento de uno mismo y la capacidad de discernir entre el bien y el mal, origen de los remordimiento de conciencia.
Pero si eso es la conciencia, no es por amargarle el rato, pero está muy difícil atribuir una recta conciencia a cuando menos unos pocos de nuestros actuales funcionarios federales, empezando por el que considera que los papás de niños con cáncer en realidad son unos manipulados por los conservadores que lo quieren desprestigiar (a él, al Presidente ¿a quién más?), o que mantiene la confianza en su fétido fiscal General de la República, diciendo que no lo cree capaz de inventar delitos, casi justificando que estuviera en prisión por un delito inexistente una señora de la tercera edad y otra de más de 90 años, con orden de aprehensión (y pidió que lo comprendiéramos, porque se trataba de un asunto familiar). Bueno, ayer la Suprema Corte arregló el desaguisado y por unanimidad salieron inocentes ambas señoras
ahora lo que no veremos será que actúen en conciencia ni el Presidente ni la jefa de Gobierno de la CdMx, que algo tuvo que ver en ese batidero por andar quedando bien con el Gertz.
No, no veremos al Presidente usando su flamígero dedo contra quienes cocinaron ese batidillo de injusticas. El flamígero dedo presidencial está reservado a opositores, periodistas y cualquiera que no le dé la razón siempre y en todo.
Sí, y tiene el dedo flamígero porque él es belígero (palabra que ya nadie usa para referirse a los que son belicosos, peleoneros), sin darse cuenta que es serpentígero, porque está rodeado de serpientes, sin sospechar que su prolongada expresidencia (se le desea salud y larga vida), será un crucífero, que así se llama al que carga su cruz.
Y mientras, en el país, estamos lucidos.