Ciro Castillo
A muchos se nos sigue poniendo chinita la piel cuando escuchamos cantar el Himno Nacional Mexicano, cuando juega la Selección Mexicana de Futbol en un mundial o cuando participamos en alguna fecha conmemorativa.
Definitivamente la música causa algo en quien la escucha, entonces no sería raro que quienes forman parte de la delincuencia organizada, sean jefes o empleados, tengan cierta excitación con los acordes y las letras…
Sí hay un efecto
“La música forma parte muy importante de nosotros como especie, y cada persona la interpreta dependiendo de dos aspectos: la apreciación musical y la generación musical, donde se involucran el ritmo, el tono e incluso los aspectos culturales”, explica Hugo Sánchez Castillo, investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, de acuerdo con una publicación de Gaceta UNAM de marzo de 2023.
“Al escuchar una pieza musical, existen varias formas de apreciarla. Primero, el cerebro la capta a través de las cortezas auditiva primaria y secundaria, localizadas en el lóbulo temporal (recibe y regula estímulos sensitivos).
Y si la música tiene voz, el cerebro lo procesa hacia la parte que maneja el lenguaje. Además, se dirige a otras regiones como son la corteza prefrontal (maneja cognición, emoción y conducta humana), y regiones talámicas e hipotalámicas (ambas manejan emociones)”, agrega este experto.
Si a lo anterior le agregamos la influencia de bebidas embriagantes de por medio, estupefacientes y armas de fuego, el asunto podría ser más delicado, como lo ocurrido en un palenque en Texcoco, Estado de México, el fin de semana, cuando iracundos aficionados a un artista, destruyeron su equipo y causaron desmanes porque él se rehusó a cantar “música bélica”.
El incidente terminó en un zafarrancho, precisamente porque los asistentes querían escuchar la música que les gusta.
Ahora bien, que una persona escuche cierto tipo de música no quiere decir que por esa razón es mala o inocente. No podemos prejuzgar…
¿Vamos a prohibir todo?
Es tentador en muchos aspectos para quienes hacen las leyes y las ejercen prohibir por prohibir, pero entonces entraríamos a un Estado prohibicionista, como sucedió en Estados Unidos a mediados del Siglo XIX, cuando protestantes quisieron prohibir el alcohol.
Ahora mismo, hay comunidades indígenas donde, por sus creencias religiosas (algunos se han cambiado a corrientes cristianas) está prohibida la venta de alcohol.
Lo dijo bien la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, se trata de hacer conciencia sobre los contenidos de cierto tipo de música llamada “bélica”, pero no de sancionar un género en específico.
El problema no es sencillo. Es complejo porque la reflexión respecto a lo que dicen las letras de estas canciones comienza en casa, pero la mayoría de los padres de familia estamos desconectados de la realidad de los hijos.
Muchos de los “narcocorridos” hacen apología de la violencia y cuentan historias de personas que supuestamente lograron triunfar en una “carrera” que es contracorriente, y que casi siempre termina en la muerte. Cuando les va bien, con prisión…
Preguntas
“¿Los narcocorridos y los corridos tumbados llevarán a las siguientes generaciones a normalizar la violencia, la delincuencia organizada y la inseguridad?, ¿Cómo impacta la música en la identidad de las juventudes? ¿Las expresiones musicales deben ser analizadas como fenómenos sociales? ¿Este tipo de géneros musicales son parte de una cultura?”, se pregunta una publicación de Ciencia UNAM de este año e intenta encontrar algunas respuestas con una experta, la maestra Sandra Oceja Limón, académica adscrita al Centro de Estudios Sociológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la máxima casa de estudios del país.
“En la música, justamente son las letras de las canciones y su contenido, lo que preocupa a ciertos sectores de la población y también es que se considera para los estudios sociales y culturales”, dice la entrevistada, quien reparte culpas a los medios de comunicación, pero sobre todo a las estructuras de gobierno que están penetradas por el crimen organizado.
La maestra Sandra Oceja advierte sí, y con mucha razón, que un problema importante consiste en que algunos jóvenes (con ciertas características) se encuentran en una etapa influenciable y la cultura del narco puede ser aspiracional “porque ves que ganan mucho dinero, sus armas de oro y joyas”.
Sin embargo, agrega, “lo interesante del corrido tumbado es que también habla de temas de amor y desamor, de ternura; es decir, hay un aspecto que te humaniza y empata con lo que están vendiendo: como que viven con mucha felicidad y alegría.”
En conclusión, prohibir por prohibir no es la solución. Lo importante es que se apliquen estrategias de seguridad y el Estado de Derecho. Que quienes siguen este tipo de contenidos sepan que el final de las historias que se cantan en los corridos bélicos, tumbados o narcocorridos, casi siempre son tristes y sombríos. Además, la educación en casa y la instrucción escolar contribuyen a que sea más difícil que se caiga en ese mundo exaltado por series de televisión o novelas…
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