ERNESTO GÓMEZ PANANÁ
A lo largo de la historia de la humanidad, se han escrito infinidad de obras que relatan metafóricamente, anhelos de un mundo mejor, desde Utopía de Thomas More, hasta Un mundo feliz, de Aldous Huxley, sin dejar de lado en modo alguno a la Rebelión en la granja, de George Orwell.
Publicada en 1945, esta historia de Orwell describe como, hartos de explotación y violencia, un día, los animales de una granja imaginaria se rebelan contra la explotación humana y, con el liderazgo de los cerdos, comienzan a gobernarse a sí mismos y a buscar su propia felicidad desafiando al Señor Jones, el dueño de la granja.
Desde hace algunas semanas, nuestro país pareciera La Granja de Orwell: por un lado una vaca en proceso de acorralamiento y por el otro, un toro que se autodefine sin cerca y descontrolado y alrededor, anuncios electorales -de todos los colores- que tratan a los ciudadanos como borregos. Una granja.
LA VACA
Al respecto hay dos versiones. La primera, que afirma que todo es un ardid del poder para cuestionarlo: un político que gobierna una entidad en la frontera norte de México, Tamaulipas, una región en la que la presencia del narco, sus lazos vergonzantes con el poder político, su expansión hacia otros tipos de delito y sobre todo, la violencia, son realidad permanente y dolorosa.
La confrontación de intereses -y de fuerzas- avanzó la semana pasada y al gobernador de Tamaulipas, Francisco Javier García Cabeza de Vaca se le acusa de lavado de dinero, delincuencia organizada y defraudación fiscal, en otras palabras, de corrupción. La Cámara de Diputados votó a favor de su desafuero. Falta que el legislativo local de Tamaulipas vote también a favor. De avanzar en este rumbo, la vaca terminará en el corral. En la otra lectura, el presunto acusado sostiene que todo se trata de una represalia por enfrentarse al poder actual. Lo relevante aquí es que, con intención y aún sin ella, ambas versiones tienen una lectura electoral. Quien logre vencer en este duelo obtendrá dividendos electorales.
EL TORO
Del autollamado Toro ya se escribió en esta columna, un personaje controversial, de modos rústicos y muchas zonas grises. El Toro Salgado encabezó todas las encuestas electorales en Guerrero y se encaminaba a ser gobernador. Se le atravesaron media docena de denuncias por delitos sexuales y una durísima sanción por no documentar sus gastos de precampaña-no precampaña-bueno si precampaña-pero siempre no precampaña. El resultado, la cancelación definitiva de su candidatura.
El Toro advirtió que no le rascaran los huevos -en esta granja también hay gallinas, es de suponerse que a eso se refería- pero luego de semanas de controversia y tensión entre poderes, el toro terminó cercado. Lo bajaron de la contienda aunque lo que viene no es fácil, es más bien es peor de complicado:
La gubernatura de Guerrero está prácticamente en la bolsa de Morena, la candidata sustituta es la hija del Toro, el Toro ha dicho que él no gobernará pero entendiendo la naturaleza animal, es de preverse que este toro brincará instintivamente la cerca mientras la gobernadora oficial también va agarrándole el gusto al corral y asumiéndose la mera mera. Ya vendrán las embestidas mutuas. Faena de alto riesgo y final reservado. Esta vez, el peligro de un Juanito quedará en familia. El poder es así, puede trastornar a cualquiera. No por nada los animales de Huxley armaron la revuelta, pensando en la igualdad, empoderaron a otros animales, se enfrentaron entre sí y los vencedores terminaron dominándolos. Ya no toros sino cerdos.
OXIMORONAS
Aquí lo comentamos hace algunas semanas, el presidente salvadoreño Nayib Bukele rompe las reglas del juego democrático y va por todas las canicas: en las recientes elecciones su partido logró la mayoría y hace un par de días destituyó a todos los integrantes del poder judicial. La democracia es él. Una historia así difícilmente termina bien.