21 de noviembre de 2024

Ausencia: La Feria

SR. LÓPEZ

Usted ya lo sabe pero se lo repito: tía Beatriz, de las materno-toluqueñas, era la invitada estelar a cualquier velorio de fiambre propio o ajeno, porque llorando era insuperable. Sí, la tía vivía con cara triste y a la menor provocación soltaba el llanto; todo era un drama en su vida, todo, aunque nunca daba detalles, solo decía: -Yo… aquí con mi pena -¡y a llorar! Este menda, cuando mocoso, de verla también lloraba hasta que el abuelo Armando le advirtió: -No hagas caso a Beatriz, no sufre ni nada, así llama la atención –y era cierto. Cada quien.

México… no, el mundo está peor que nunca. Hambrunas, guerras, delincuencia, migraciones de menesterosos, epidemias, pandemia y calentamiento global, por un lado; por el otro, lujos, boato, despilfarro, culto a la belleza, veneración por lo superfluo, devoción por la frivolidad y la delirante riqueza del 1% que tiene lo que el 99% restante de la población, sumado. Ver noticieros o leer prensa, fortalece el pesimismo. ¡Qué mal estamos!

Pero se pasa por alto lo obvio: es noticia lo inusual. Un medio de información que publicara que una mamá dio pecho a su nene o que un maestro impartió su clase, quebraría: es noticia lo insólito, lo malo; no es noticia lo común y lo común es lo bueno que por eso se llama ‘normal’.

Por ejemplo: no fue noticia el informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publicado en 2016 por la revista Nature Climate Change, consignando que desde 1982, el 40% de la Tierra ha aumentado su biomasa verde (plantas y árboles); cosa confirmada en febrero de 2019 por la NASA: nuestro planeta desde el año 2000, crece su masa verde a un ritmo del 5% anual, superior a tres millones de kilómetros cuadrados, equivalente al área de todas las selvas tropicales del Amazonas. ¡Ajúa!

Y para alegría de catastrofistas, se han reducido drásticamente los hielos árticos (Polo Norte), ¡el planeta se está calentando!, esa es noticia, pero no que al mismo tiempo la masa de hielo en la Antártida (Polo Sur) alcanzó su superficie máxima registrada -20 millones de kilómetros cuadrados-, desde que existen mediciones satelitales (a finales de los años 70). Los científicos no saben qué pasa, saben que sí pasa, parece que el planeta tiene su propio ciclo climático solar, lo que es obvio al recordar la ‘Pequeña edad de hielo’, entre 1645 y 1715, cuando bajó la temperatura del globo entre 10 y 15 grados centígrados (y luego subió, no a consecuencia del CO2 producido por el hombre, que apenas usaba vela en su casa)… pero, ¡Salvemos al planeta!… ¿cómo de qué?

Ese morbo por lo malo es universal y lo saben los políticos, aspirantes al poder todos. Un político en campaña que en su discurso reconociera los logros y bondades alcanzadas, no ganaría seguidores. Se habla de lo que está mal o puede estar mejor y eso aunque fomente el malhumor de la gente común, ayuda a mantener el impulso por el progreso y la prosperidad.

Sin embargo, hay que andarse con cuidado cuando se trata de jefes de Estado que recurren al discurso calamitoso para encubrir sus fechorías o en el mejor caso, su ineficacia, su falta de habilidad para dar resultados, estando muy atentos a que no se nos manipule la percepción de la realidad para convencernos de que todo lo hecho en el pasado estuvo mal hecho y que una persona, un movimiento o partido, son necesarios para rehacer todo, como si la sociedad fuera un conjunto de deficientes mentales, de tontitos que necesitan un guía para todo, hasta para saber cuántos pares de zapatos pueden tener (por ejemplo).

A contrapelo de lo que algunos piensan, el mundo no ha estado mejor que ahora, nunca. Esto no significa que ya está todo de rechupete, no, tampoco que no hay en el planeta injusticias, barbaridades y crápulas; sí significa que miles de millones de cerebros no van a decidir siempre mal ni a ir al retraso.

Si le interesa fortificar su fe en nuestra especie, le recomiendo se lea ‘Los ángeles que llevamos dentro: El declive de la violencia y sus implicaciones’, de Steven Pinker (Editorial Paidós, 2011).

Es en serio, el mundo está ahora mejor que nunca y no se necesita más que reflexionar tantito: tan cerca como 1930, la democracia no era muy popular y el fascismo, el nazismo y el estalinismo, campeaban por sus fueros. Y por ahí de los años 80 del siglo pasado, al 90% de los países los gobernaban regímenes militares; hoy el 90% son democracias.

Sin pretender negar a lo baboso ninguno de los acuciantes problemas del presente, no demos lugar a la evocación equivocada de un pasado mejor: a inicios del siglo pasado la expectativa promedio de vida en el mundo, eran 38 años, ya andamos en 70, algo anda BIEN. Y por el lado del bienestar, a principios del XX, casi el 70% de la población mundial estaba en pobreza extrema, según el Banco Mundial ahora sufre esa condición menos del 20%, algo anda BIEN.

Es sana la inconformidad en tanto motor para hacer mejor las cosas, pero los que tenemos recuerdos del México de los años 50’s sabemos que el país ha progresado, mucho, aunque por supuesto no tanto como “debiera”, según la dilatada exigencia de quienes tienden a la utopía.

Busque usted en BBC Mundo, el artículo ‘¿En verdad el mundo está peor ahora que nunca antes?’, de Juan Carlos Pérez Salazar, 16 de noviembre de 2016. Dice verdades como catedrales y contiene una cita citable de Karl Popper: “la peor influencia de muchos intelectuales (de izquierda y de derecha) era haber convencido a los jóvenes de que estaban viviendo en un mundo moralmente malo y en una de las peores épocas de la historia”.

Sí y esa “peor influencia”, ahora está muy presente en México. La Cuarta Transformación naufragó en el permanente pregón de que todo lo anterior estaba mal y que todo sería mejor en un futuro indeterminado, a condición de que se le permitiera primero, destruir, a condición de que la sociedad dejara de aspirar a una vida mejor.

Parece mentira que alguien se pueda equivocar tanto: ya reharemos el camino. Hoy, qué triste, solo urge su ausencia.

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