SR. LÓPEZ
Lejos de este menda saber si lo que pasa en nuestro México lindo y querido, sucede en el resto del planeta, pero aquí en esta tierra que es cuna de personas cabales (nótese el discreto guiño feminista), el tenochca simplex promedio oscila de la confianza más rendida a la desconfianza feroz sin medias tintas.
Así es, por un lado no nos merecen ningún crédito y desconfiamos sistemáticamente de políticos; impartición de justicia; partidos políticos; banqueros; empresarios de altos vuelos; noticias sobre crímenes aclarados por el gobierno; de los informes del gobierno sobre economía y de los informes de la jerarquía católica sobre el más allá. Desconfiamos de la democracia; desconfiamos de la prensa en todas sus presentaciones; desconfiamos del sistema de salud; desconfiamos de la importancia de denunciar delitos; desconfiamos del que nos pregunta la hora en la calle y desconfiamos del agua de la llave.
Por el otro lado y al mismo tiempo, cada seis años confiamos con candor de novicia en que el nuevo Presidente ahora sí es el bueno; confiamos en la protección XL del escapulario; confiamos en la selección nacional cada cuatro años; confiamos en el señor que lee las cartas; confiamos en el horóscopo; confiamos en la señora que hace limpias; confiamos en los remedios caseros; confiamos en que una bolsa de plástico llena de agua ahuyenta las moscas y un manojo de ruda en la puerta atrae dinero; y confiamos en el agua embotellada.
Somos así y tan así, que desconfiamos de un señor con macana vestido de azul y confiamos en otro con metralleta vestido verde-olivo.
Otra característica de nosotros los del peladaje, es que nos gusta alardear de que no confiamos en nada ni nadie nos toma el pelo, porque somos muy listos, pero en Año Nuevo nos ponemos calzones rojos y en la cartera traemos a San Juditas.
La personalidad poliédrica del mexicano estándar le permite pensar que los diputados y senadores son una gavilla de mantenidos buenos para nada, pero permite sin cuestionamientos que cada Legislatura haga suertes charras con la Constitución sin mostrar extrañeza por los súbitos vaivenes de nuestra ley fundamental; y que siendo clamor las quejas contra el gobierno, la popularidad del Presidente se sostenga rondando el 60% como si el gobierno objeto de sus reclamos no fuera de su responsabilidad.
En los tiempos que corren, la pandemia del Covid-19 parecería ser la prueba de fuego de las habilidades de gobierno del gobierno, sin embargo las encuestas revelan que el 69% de la población considera que el estallido de contagios y defunciones, se debe a que la gente se descuida o no toma sus precauciones, mientras un 27% lo achaca a que las medidas del gobierno han sido insuficientes o inadecuadas, con un 3% que tan campante atribuye el despelote de la pandemia a que es voluntad de Dios (que ni se entere, no es gracia Andarlo calumniando y ya ve que Él tiene la mano pesadita).
Como sea, a diferencia de otras naciones, nuestro gobierno sale bien librado de esto de la rampante pandemia, gracias a la intrínseca contradicción interior del mexicano-masa: López Gatell es una birria, sí, pero el Presidente es a todo dar. ¡Fíjate qué suave!
El 21 de septiembre del año pasado, la Agencia AFP, publicó un reportaje sobre la situación Covid-19 en México, lo titularon: Desconfianza y rumores, peligrosa sombra de la pandemia en México; ilustran la situación con varios testimonios, mencionan que Hay muchos rumores de que en los hospitales terminan de matar a los pacientes, y no se ha podido hacer entender a la población que la hospitalización es buena. muchos prefieren literalmente morir en su casa, afirman sin dejar de mencionar que el Presidente de la república abonó esa desconfianza general con su reiterada declaración: Encontramos un sistema -de salud- en el suelo.
Naturalmente esa desconfianza tenochca en las instituciones de salud nacionales, se extiende a las extranjeras, públicas, privadas e internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la que algunos entendidos afirman en las redes, es parte de una conspiración mundial iniciada en una reunión (el Evento 201) realizada en octubre de 2019, en la que participaron miembros de la Universidad John Hopkins (EUA), de la Fundación Bill y Melinda Gates, de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) y del Foro Económico Mundial; reunión en la que se diseñó, organizó y puso en marcha la pandemia que padecemos. Así nomás, sin un rastro de prueba y contra toda lógica, porque la pandemia dañó parejo a todos los países desarrollados, empezando por los EUA. Pero, aléguele a un convencido conspiracionista, aléguele.
Y ahora, por ahí anda lo de las vacunas. Los antivacunas sostienen con declaraciones individuales de médicos que dicen de sí mismos que son expertos, que las vacunas son una mugre que no sirve y va a hacer daño, con argumentos que ningún ciudadano de a pie entiende ni puede contradecir porque fuera de los verdaderos expertos, nadie sabemos nada de esta rama de la ciencia (ni de las otras, la verdad).
Parece que el criterio con el que se vive la vida, el sentido común de siempre, no sirven en esto de la vacuna contra el Covid-19. Cuando uno va al médico, él dice de qué está uno enfermo, prescribe el tratamiento y se zampa uno las medicinas o se las aplica inyectadas, en suero, untadas o por la incómoda vía trasera, sin desconfiar ni dudar. Para eso va al médico.
Ahora que la representación sanitaria de 195 países ha validado las vacunas (la OMS); ahora que las vacunas han sido verificadas por los especialistas de los gobiernos de toda Europa, de nueve países de África, 24 de América y 25 de Asia ahora, resulta que no, que es otra conspiración o la mayor metida de pata de todos los científicos del mundo (empezando por los de EUA, Francia, Gran Bretaña y Alemania).
Bueno, cada quien con una condición, porque esto cuesta vidas: no hacer el apostolado de la ignorancia.