28 de marzo de 2024

A golpe de votos: La Feria

SR. LÓPEZ

A tía Elenita le decíamos, a sus espaldas, claro, tía Tormentas. Todo para ella era motivo de los peores augurios, un dolor de estómago era cáncer; un catarro, pulmonía; si tosía era tuberculosis; y cualquier sismo, el fin del mundo. Y por eso se murió: en una cena de Año Nuevo, dijo que se estaba asfixiando, nadie le hizo caso, después, ya desmayada, la llevaron a la cama de la abuela Virgen (la de los siete embarazos), y el doctor certificó muerte por obstrucción de vías respiratorias por cuerpo extraño (un bocado de pavo). Pobrecilla, un palmetazo en la espalda la pudo salvar.

No vaya usted a pensar que el del teclado pretende minimizar lo de la pandemia. No. Es asunto serio y se justifican las acciones sanitarias de las autoridades de los países a los que ha llegado, a pesar de las graves consecuencias económicas que causa paralizar casi totalmente el aparato productivo de tantas naciones, por supuesto que sí.

Una pandemia de gripe como la ocurrida en 1918, con 500 millones de contagiados regados por todo el mundo y entre 50 y 100 millones de muertos (no hay conteos confiables),  no se puede repetir, no habría excusa para semejante hecatombe y menos con los recursos científicos actuales.

Lo que sí sostiene López es que el catastrofismo de moda está de fiesta. Que si el mundo post Covid será otro; que si ya es negro zaino el futuro de la humanidad; que nada será igual: vida familiar, social, económica y política, cambiarán… ¡ah! y la globalización desaparecerá.

Para bien o mal, eso no sucederá. El mundo después que pase la pandemia (quién sabe cuándo), volverá a girar con pocos cambios menores y ninguno trascendental, pues eso ya pasó antes, cuando la ‘Peste Negra’, la bubónica.

Esa peste (causada por una bacteria, la ‘Yersinia pestis’), con altas y bajas, asoló durante milenos a los sufridos pobladores de este planeta; el primer trancazo bien registrado de ella, fue la ‘Peste de Justiniano’ entre los años 541 y 543,  y se regó de Europa a África y Asia; la segunda vez que hizo acto de presencia, fue en el siglo XIV, en la Edad Media (cuando la llamaron ‘Peste Negra’): llegó de China a Europa en 1347 y subiendo y bajando en virulencia, duró hasta el año 1400; en algunas regiones parece que murió hasta el 75% de la gente, en Europa se calcula que se cepilló a un tercio de la población. Y hubo una tercera oleada de la misma peste en el siglo XIX, que de China pasó a la India y América, con 10 millones de fiambres.

El fin de la ‘Peste Negra’, provocó un cambio realmente importante en Europa al menos: se revaloró el conocimiento científico sobre la fe religiosa. Misas, procesiones y rezos no atenuaban el mal, en tanto que algunos se pusieron a observar y a pensar y fueron sacando conclusiones que desplazaron para siempre la idea de que Dios (o Satanás), tenían nada que ver con las enfermedades y en algún grado eso influyó en lo que hoy conocemos como Renacimiento.

Los contagiados por el Covid 19 en el mundo, son ya casi seis millones de personas, de las que han fallecido cerca de 400 mil… con aproximadamente 2 millones 400 mil que se han recuperado. En otros tiempos las consecuencias serían incalculablemente mayores. Y aunque se irriten los promotores del ¡Apocalipsis, ya!, hay al menos cuatro vacunas en proceso de prueba, con buenos resultados (en China, Alemania, los EUA y México… sí, en la UNAM).

Los seres humanos pensamos, unos más, otros menos (algunos parece que nada, se les nota a la hora que ejercen su derecho al voto o escogen programa de televisión, obsérvelos) pero aun así, no hay lugar para el catastrofismo: de entre los que piensan algunos dedican sus afanes a la ciencia y en esto de evitar males crónicos, epidemias y pandemias, algo se ha ido aprendiendo y desde hace mucho se las ingenian para crear vacunas: en 1796 se desarrolló la primera vacuna contra la viruela; en 1879, para la diarrea crónica intestinal; en 1881, para el ántrax; en 1882, para la rabia; en 1884, contra el cólera. Al tétanos le hallaron vacuna en 1890 y el mismo año, para la difteria; la afamada Peste Negra tiene vacuna desde 1897.

En el siglo pasado le atinaron a las vacunas contra la tosferina (1926), la tuberculosis (1927), la fiebre amarilla y el tifus (1937), la gripe común (1945), la poliomielitis (1952), sarampión (1964), las paperas (1967), la rubéola (1970), la varicela (1974), la neumonía (1977), la meningitis (1978), la hepatitis B (1981), la influenza hemofílica, HiB (1985), la hepatitis A (1992)… y otras que ni sabe uno qué enfermedades son.

En el siglo corriente, en 2005 se creó la vacuna contra el papiloma, principal causa del cáncer de cérvix (en las damas, claro), y están en experimentación otras muy interesantes para la hepatitis C y la adicción a cocaína y heroína, lo que no es nada mala idea: ¿quiere probar?…. bueno, pero no se le va a hacer vicio, nada mal (¿qué?… no… no hay nada contra la estupidez, eso parece que se conseguirá mediante el desarrollo de medicina celular o la que modificará la información torcida en el ADN de cada bebito antes de nacer… porque ya nacidos, no hay remedio).

Lo que nos debe ocupar ahora es que nuestro gobierno federal está haciendo todo lo necesario para que las consecuencias económicas de esto, sean de cuidados intensivos. Nadie es tan tonto, por eso se puede concluir que es a propósito, para incrementar la masa de dependientes de los programas de apoyo social (dádivas y limosnas), confiando en que eso los perpetuará en el poder. No es así, la historia reciente lo prueba, lo malo es que el daño hecho será inmenso.

Las consecuencias de la tragedia en curso son de tal gravedad que estarán vigentes en 2021 y 2022, y pueden ser similares a las de la capital del país después de los sismos de 1985: la permanente derrota del invencible. Seamos optimistas, los partidos políticos ya olieron la sangre, ahora es cosa de que los ciudadanos nos pongamos serios y saquemos a los que nos defraudaron como los metimos: a golpe de votos.

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