10 de julio de 2025

La Feria: Basurero

Sr. López


Una vez este menda, ya jovencito, preguntó a la abuela paterna, Elena, la de Autlán de la Grana, la de rancho, si era cierto que en la familia no había mujeres golpeadas y frunciendo el entrecejo, dijo: -Algunas hubo, pero enviudaron prontito… y a las demás ni quien nos tocara un pelo -¡ah, bueno!

Anomia, bonita palabra. Según el diccionario es la ausencia de ley y también se usa para referirse a las situaciones que resultan de la carencia de normas sociales o de la degradación de esas normas. México anómico. ¿Será?

Esa palabra la inventó el sociólogo francés Émile Durkheim (1858-1917), y luego otros muy rumbosos la usaron para bordar sobre el tema, para entre otras muchas cosas, decir que hay una ‘anomia social’, que es cuando faltan normas aceptadas y respetadas por la generalidad, lo que se traduce en la formación de sociedades compuestas por individuos que no aportan a las metas de la sociedad, porque no las consideran propias. ¿Anomia social en México?

Al revés, una sociedad no anómica es aquella en que la fuerza de su cultura, hace que naturalmente los individuos en la búsqueda de sus metas personales, se conduzcan respetando eso, su cultura, entendida como el conjunto de costumbres, creencias, tradiciones, modos de actuar, de pensar… y hasta de comer, enamorar, celebrar fiestas o enterrar a sus muertos.

Pero también hay una ‘anomia boba’, como asentó Carlos Santiago Nino, en su libro ‘Un país al margen de la ley’ (de 1992, no le echó pedradas a la 4T); ‘anomia boba’ que implica situaciones sociales en las que todos resultan perjudicados; ‘anomia boba’, ilegalidad boba. ¡Ah!, eso sí: México, una rutilante ‘anomia boba’.

Don Luis Rubio, publicó en el Reforma del 27 de junio pasado, un artículo titulado ‘Desorden’, en el que hace una observación que le transcribo: “México padece la combinación de un gran desorden, ya casi histórico, junto con los objetivos disruptivos tanto de Morena como del presidente Trump (…)”. Uno pensaría que la combinación de esas dos cosas, es anomia, en nuestro caso, boba.

Sea como sea, desorden es… lo que sabemos y disrupción es la interrupción, el cambio brusco que puede ser no intencional (un gran terremoto que borra una ciudad completa, es alguito disruptivo), o intencional con las peores intenciones o muy buenas, por ejemplo, eliminar la esclavitud de un plumazo fue disruptivo, fueran las costumbres que fueran las de la cultura de la época: se acabó y punto redondo.

El desorden mexicano no resulta del clima, del virreinato ni de una maldición de Huitzilopochtli, no, es atribuible a la sociedad mexicana, lo que sea que eso sea, porque no podemos afirmar que haya UNA sociedad mexicana sino más bien, varias, pero desordenadas (desde tirar basura en la calle, estacionarse a la brava, evadir impuestos, comprar contrabando chino, hacer ‘san lunes’, sobornar policías de crucero y tantas cosas más, tan nuestras); y póngase vivo: no se le vaya a pasar que el gobierno, alcaldes, gobernadores y presidentes de la república, son parte de la sociedad (y algo aportan al despelote nacional… dicen).

Dejando en remojo al Trump, comentemos la disrupción de Morena que este menda no llama así (lo siento don Luis), sino la disrupción del Señor de los Abrazos, su fundador y su jefe máximo cuando estuvo de arrimado en Palacio, jefatura que mantiene donde quiera que esté (no en Palenque).

Quien en mala hora fue Presidente, llamó transformación a lo que es disrupción, en su caso, intencional y de mala fe, propia de su anomia personal cuyo mejor caldo de cultivo es la anomia boba del país.

Muy propio de su talante zorruno, llamar transformación a su disrupción que es involución, involución de diccionario: detención y retroceso de una evolución, en este caso, detención de una democracia naciente y retroceso político, cultural y económico, involución que explica su idilio con el pasado, en palabras de Luis Rubio, “con el ánimo de reconstruir la vieja presidencia, eliminar impedimentos al ejercicio del poder (lo que en la democracia liberal se denomina contrapesos) y recrear al viejo partido como mecanismo de control político. A su paso destruyen todo vestigio de legalidad y pluralismo porque éstos impiden la corrupción y la impunidad que le son inherentes”. Aplausos.

El bobo propósito de recrear ese presidencialismo imperial, implica conservar el poder, a lo pelón, como sea y cueste lo que cueste, por eso la inconcebible corrupción estructural de su gobierno, por eso sus programas sociales sin orden ni concierto, impagables en el largo plazo (sin endeudarse más), sin el menor interés en resolver los problemas de nadie, sino como inversión para “generar dependencia respecto al partido y al gobierno para sostener lealtades de largo plazo” (don Rubio ‘dixit’).

Ante los resultados de las elecciones del 2024, se diría que va muy bien su proyecto, no ganaron, arrasaron. Bueno. Nada más que el Buen Dios, no concede caprichos ni endereza jorobados (que se sepa), y a esto que ahora es el segundo piso de las ruinas, le falta enfrentar un problema que no tenía en su agenda ni en su horizonte nadie de Morena, del gobierno, ni la entonces corcholata, hoy Presidenta de la república: el crimen organizado.

Ni una sociedad que padece ‘anomia boba’, aguanta todo. Parece mentira pero hay límites. Supongamos todos que es absolutamente falso que hayan tenido nada que ver con los narcos, el Señor de los Abrazos y todos sus compañeros de andanzas. Muy bien. Ya todos limpitos de boca y cola… pero ante las cifras de destrucción de laboratorios de fentanilo, decomisos de droga e incautación de cantidades inimaginables de huachicol, el señor que NO vive en Palenque, queda cada vez más como muy tonto, muy ciego y muy cobarde… que escoja, o cómplice.

No se necesita ser mal pensado para suponer que doña Sheinbaum ya encontró el caminito, sin deslindes, sin abjurar de su héroe ni devolverle el anillo (bastón en su caso), con el idioma de los hechos lo va metiendo poco a poco a donde le toca: al basurero.

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