27 de noviembre de 2024

Homenaje: Juan Carlos Cal y Mayor

José Antonio Molina Farro/GMx

“La cultura es la respuesta a los desafíos de la vida”. Ortega y GassetLa Fundación General Ángel Albino Corzo otorgó el Pergamino de Honor 2022, a un hombre cuyos aportes “han sido importantísimos en los procesos culturales y sociales que se manifiestan en Chiapas”.

Presentes, el Presidente Municipal de Tuxtla Gutiérrez, Carlos Morales Vázquez, Manuel Suasnávar, Marco Antonio Orozco Zwarth, Sofía Mireles Gavito, Rigoberto Nuricumbo, Mario Nandayapa, Isabel Mandujano Alonso y una buena parte del mundo de la cultura, las artes y la política en Chiapas. Mención aparte merece la generosa y espléndida anfitrionía del Director del Museo Regional de Chiapas Valente Molina.

Fue un homenaje singular, delicioso y memorable, a un intelectual que abre ventanas, deja entrar el aire y revela nuevos horizontes. Juan Carlos es un ser humano con un raro encanto personal. Calmado, imperturbable, equilibrado y esperanzado. Nunca dice cosas hirientes mal recibidas por los demás. Tampoco navega en las aguas de la indefinición. Su discurso va a la razón, nunca a la pasión, no cultiva idiosincrasias ni se dramatiza a sí mismo ni a sus interlocutores. Leerlo, escucharlo hablar de temas tan disímbolos con tanta cultura, brillantez y originalidad es un regalo de la vida. Siempre habla de la dignidad de la cultura y en consonancia con Lewis Granier, de la necesidad de protegerla de sus tres mayores enemigos: el diletantismo, la prostitución periodística y la obsesión por la doctrina. En uno de sus típicos apotegmas, el homenajeado me dice respecto del ejercicio del poder político, que “como el ajo del cocinero, el poder debe usarse con tanto comedimiento y eficacia que sólo su ausencia se note”.

Pero me detengo en su sorprendente energía intelectual continuamente activa y audazmente constructiva. Con perseverancia rinde culto a la libertad política y personal. Su intelecto claro y de una fina y penetrante agudeza, sus irreductibles principios morales e intelectuales cautivan a personalidades de diferentes filiaciones ideológicas y políticas. Su fe en los deberes morales de los gobernantes es kantiana en su severidad y autenticidad. Es un esclavo voluntario de obligaciones autoimpuestas. No hay excentricidades ni vuelos de virtuosismo. Ninguna ostentación, ningún manejo consciente de la simpatía. Lo minucioso con que describe los árboles no le oscurece su visión del bosque.

El lector nunca siente que está en garras de un fanático anticuario que no sabe distinguir lo trivial de lo importante. Para entender a Juan Carlos no hay atajos. Sus reflexiones son subversivas, profundas, irreverentes. Hay que escucharlo, leerlo. Su estilo no pertenece a los cajones de la moda. Sus ideales están vacíos de dogmas. Su carácter está formado en tono mayor. No hay nada corrosivo ni amargado en su conversación.

El flujo de su palabra es fogoso, pero no se atropella. Tras la prisa en la voz, está la serenidad de una partitura. No hay frase que se quede sin final ni idea que no encuentre desenlace. No le interesa lo que pasa sino el significado de lo que pasa. Su crítica política no es celebratoria, no nace del odio al poder, se esmera por comprender sus razones, sabedor de que en política no hay obras perfectas a las que debamos entregarnos devotamente. Se atreve a decir cosas que otros sólo piensan o sienten, pero que no expresan por interés, miedo o inhibiciones personales.

En sus columnas está el mapa de las bifurcaciones: la eficacia política y la conciencia moral, el derecho y la fuerza, la sociedad civil y el Estado.

Repudia las convenciones de los que pontifican y la arrogancia de los dogmáticos. Aborrece la elocuencia loresca y la idolatría del mañana; siente antipatía hacia la gente que obra siempre en nombre de causas altisonantes, sujetos vanidosos que hablan para adular o conmover a los escuchas, no para comunicarse con ellos. Simpatiza con causas, sí, pero sin dogmatismos: solo tributo a la verdad, a su verdad. Alegría intelectual, valor, franqueza, humildad, amor a la inteligencia de los otros, vitalidad, decencia y generosidad, son atributos inherentes a su personalidad. La palabra “integridad” habría podido inventarse para él.

Una felicitación sincera a los organizadores, promotores y promotoras que homenajearon a un incansable y excepcional promotor del intelecto y la cultura. La huella de Juan Carlos es imborrable. Ahí están los testimonios como guía para la acción y ejemplo para las nuevas generaciones. Estoy seguro nos seguirá iluminando muchos años más para deleite de los chiapanecos.

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Sr. López. Contaba la abuela Elena que allá en la primera mitad del siglo pasado, a su tío Marti, pronunciado así, ‘Márti’ (se llamaba Martiniano,