26 de diciembre de 2024

Juan Charrasqueado : La Feria

Sr. López

Ayer, la preocupación del gobierno federal fueron las marchas de mujeres en protesta por la impunidad de quienes las asesinan, violan, golpean, maltratan, abusan, acosan; víctimas revictimizadas por un aparato de justicia que en no pocos casos, ningunea, desatiende, desprecia y hace befa grosera de tragedias que por eso no suelen denunciarse.
Este panorama de horror que padecen las mujeres es solo una parte de este séptimo círculo del infierno mexicano, hay otras infamias:
Los desaparecidos cuyos deudos no tienen ni el desolador consuelo de darles sepultura.
Los secuestrados, esos muertos en vida, ultrajados, mutilados, degradados, torturados junto con sus familias cada día que dura el rapto, cada día que sigue a su rescate, con la pesadilla anidada por siempre en sus recuerdos, enconada por la ácida impotencia del desamparo al que salvo excepciones muy ciertas, las condenan las autoridades.
Los restos anónimos de tumbas clandestinas, recuperados con las uñas por madres invencibles que sacan despojos que cuentan por kilo, incapaces de reunir siquiera osamentas completas.
Los más de cien mil asesinados en tres años y los muertos inocentes, esas bajas colaterales que ni en las guerras se dispensan y acá son estadística insensible.
Y sí, también, sin someterse a la vil corrección política, los 875 mil o un millón de abortos anuales que estiman el Consejo Nacional de Población y el Colegio de México, cifra espeluznante que cada seis años rebasa las víctimas del Holocausto nazi que todavía estremece al mundo; abultada cifra de la que es válido dudar se trate en todos los casos de abortos necesarios, inevitables; cifra de cientos de miles de fetos sin defensor, condenados sin debido proceso ni presunción de inocencia, por los inicuos predicadores del ‘derecho a decidir’, sin atreverse a llamar a las cosas por su nombre: es el inexistente derecho a matar sin riesgo, con la gloria de la defensa del propio cuerpo contra ese invasor desamparado en el propio vientre en que fue concebido. Nadie se asuma juez de ninguna mujer, pero el hecho objetivo es reprobable y poco sirve a un país la apología del asesinato legalizado.
Hemos dado la espalda a Dios, y los que no crean en él, a la moral, a la decencia, al respeto a otros y uno mismo; a la vida, a la ética, la ley y la cultura. El precio está a la vista y lo pagaremos más alto.
De regreso a lo de ayer, en previsión de actos violentos el gobierno de la CdMx amuralló con placas metálicas monumentos históricos, edificios emblemáticos y el propio Palacio Nacional, prefiriendo la imagen de un gobierno arrinconado, al peligro nimio de pintas y flamazos de botes de aerosol, sin ni siquiera intentar el diálogo previo, escuchar y atender no días antes, meses antes, años antes, con eficacia operativa y participación de las mujeres que se presentan ya como la principal fuerza de repudio a un gobierno cuyas etiquetas de desacreditación no se adhieren a la dura piel de las forjadas en la lucha por la esperanza contra toda esperanza. Las violentas actúan mal porque los gobernantes no actúan y las autoridades alardean de mandar a mujeres policías desarmadas a ‘encapsular’ a las violentas, sin percatarse de que alardean de no hacer respetar la ley y el derecho ajeno.
Pero ayer también, como acto previo de desagravio y en descargo del Presidente, se citó al medio día en el patio central de Palacio Nacional, a servidoras públicas, legisladoras y ministras, a conmemorar el Día Internacional de la Mujer, haciendo un insolente homenaje a Andrés Manuel López Obrador, con porras, elogios, alabanzas, agradecimientos, fotos, besos y abrazos. Sin proponérselo personificaron la condición servil que el macho, el machito, impone a las mujeres y al frente de ese batallón de la deshonra, Claudia Sheinbaum diciendo enardecida: “Saludo con mucho orgullo al Presidente que nos devolvió la esperanza” y luego los coros: ¡Es un honor estar con Obrador!… ¡no estás solo, no estás solo!; qué deshonor no mencionar siquiera el sufrimiento evitable de tantas; que desatino no mencionar a las que sí están solas, esas que en Palacio no se atienden, agazapados tras vallas y murallas. Pero el objetivo miope se consiguió: halagar al señor-presidente. Que aprovechen. La historia no registra los actos bajunos.
Y mientras, el mundo gira, los brutales acontecimientos en Ucrania continúan. Casi todo el mundo se concentra en contener a Rusia, estrangularla económicamente, evitar la metástasis global del tumor maligno llamado Putin.
Y los EUA se dan tiempo en medio de la primera amenaza real que enfrentan desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, para plantarle cara al gobierno de México. Empezaron con visitas de sus más altos funcionarios que se pretendieron cordiales y a puertas cerradas fueron de advertencia. Siguieron con la declaración oficial de que están en desacuerdo con el derrotero de nuestro gobierno, de nuestro Presidente. Y ayer, entre negociaciones de las que puede depender el estallido de un grave conflicto en toda Europa, emitieron un informe que espantaría a cualquiera con la cabeza en su sitio:
“En partes de México, las organizaciones transnacionales criminales usan miles de millones de dólares de las ganancias de las drogas para intimidar a políticos e influir en elecciones (…) reclutan y arman a combatientes capaces de confrontar directamente a las fuerzas de seguridad del gobierno”.
No es la opinión de un yanqui malqueriente de México, es el informe ‘Evaluación de Amenazas Alrededor del Mundo’ que presentan al Congreso de los EUA, la Oficina Nacional de Inteligencia de EUA, preparado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Administración para el Control de Drogas (DEA), Agencia de Inteligencia del Pentágono (DIA), el Buró Federal de Inteligencia (FBI) la Inteligencia de la Guardia Costera (CGI) y doce agencias de inteligencia más de los EUA.
Señor Presidente, es un honor estar con usted pero ya por ahí lo andan buscando, le están cerrando el cerco como a Juan Charrasqueado.

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LA FERIA: ¡Oooremos!

Sr. López Ardían los pastizales del rancho vecino al del padre de la abuela Elena, recordaba ella muy serena. El viento llevaba el incendio a