La política es un torpe andar a ciegas en el lodo, monólogo de islas sin eco
José Gorostiza
José Antonio Molina Farro
Difícil cuestionar el hecho de que nuestro arreglo institucional no logra resolver los complejos problemas que enfrentamos. No permite la integración de eficaces sistemas de gobernabilidad. Violencia, estancamiento económico, inseguridad, narcotráfico, desesperanza. Uno de los motivos, nada menor, es que el discurso se ha convertido en el equivalente verbal de las luchas del fango. Y no sólo me refiero al discurso de protagonistas importantes del poder político. La desconfianza, la intolerancia, muchas veces la indiferencia, anidan, están en el cuerpo y alma de nuestro ethos mayoritario, en el centro mismo de nuestras relaciones interpersonales, en la estructura valorativa de los mexicanos. Se ha perdido lo que John Dewey denominó los hábitos vitales de la democracia: la habilidad de seguir un argumento, percibir el punto de vista de otro, ampliar las fronteras de la comprensión, debatir los propósitos alternos que pudieran perseguirse. Tolerancia, humildad, solidaridad y diálogo como valores legítimos de una convivencia civilizada. Priman las pasiones y se inflaman los radicalismos. Se anula el bello concepto de otredad de Octavio Paz, somos uno y diversos, somos lo que somos pero también lo que otros son. Abundan quienes se autoproclaman depositarios de la verdad absoluta, optimistas y pesimistas del presente y el futuro en el mismo saco, es su verdad como axioma, como dogma incuestionable.
En el Encuentro Nacional de Periodistas celebrado el día 5 de enero en San Cristóbal afloraron algunas dosis de intolerancia, en un gremio que, por excelencia, debe cerrar filas en torno a temas sustantivos de la realidad nacional. En este caso, el asesinato impune de periodistas y el cese de agresiones contra el gremio. Parece ser que por fortuna, se trató de un hecho aislado, pero que tuvo repercusiones mediáticas que pudiesen dañar reputaciones de respetables columnistas, se esté de acuerdo o no con sus opiniones. Es deber ineludible de los responsables de la información arrojar luz a lo que en verdad está sucediendo. Hay millones de mexicanos que no son apáticos y desean comprender el mundo, personas que, estoy cierto, responderían positivamente ante una prensa y expresiones culturales y artísticas que inspiren a la gente para asumir sus responsabilidades, sin sermonearlos ni intimidarlos, tampoco para endulzar realidades desagradables.
Inevitable recordar a Octavio Paz. El Premio Nobel nació hace 108 años, en marzo de 1914. Y su pensamiento tan vigente, imprescindible desde una perspectiva humanista, Los otros todos que nosotros somos; pero me detengo, como hilo conductor de lo expresado en las primeras líneas, en un ensayo, para mí, recién conocido, Ruptura y convergencia. Ahí Paz sostiene que el espíritu crítico que constituye el sello distintivo del modernismo, ha socavado la fe en una verdad unitaria, y ha llevado a la aceptación de verdades plurales. En una entrevista a Nathan P. Gardels dice, Debemos tratar de descubrir el hilo unificador entre nuestra extraordinaria diversidad. En ausencia de una perspectiva general de la humanidad, y de una ética universal, ¿sobre qué base afirmamos que uno es moralmente superior a otro? La razón debe constituir nuestra guía, no la razón absoluta y totalizadora de Platón, sino la razón limitada de Emanuel Kant, la razón que tiene la capacidad de criticarse a sí misma El nuevo impulso surgirá de los conflictos de la confluencia, de las fricciones de la diversidad y la pluralidad y de su reconciliación. Hasta aquí la cita. Repensarnos exige recobrar la mirada crítica de Paz, en ella nos reencontramos con el presente. Militante de la duda, criticó los absolutos, implacable contra el despotismo y amante de las libertades. Era una inteligencia hirviendo. Una política de venganzas o la imposición de reformas que encontrarían un repudio en vastos sectores de la opinión pública nos conducirían a lo más temible: a las disputas, las agitaciones, los desórdenes y, en fin, a la inestabilidad, madre de las dos gemelas, la anarquía y la fuerza Tan mala como la impunidad es la intolerancia Lo que necesitamos para asegurar nuestro futuro es moderación, es decir, prudencia, la más alta de las virtudes políticas según los filósofos de la antigüedad. México ha vivido siempre entre los extremos nos ha faltado casi siempre un centro. Se asemeja a Kolakowski: Un liberal exige que el Estado garantice nuestra libertad, no que asegure nuestra felicidad. Insiste en la necesidad de encontrar al otro: para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros.
P.D.
Nuestra más profunda solidaridad para quienes forman la invisible mayoría en inferioridad. Hombres, sus derechos y nada más, mujeres, sus derechos y nada menos. Susan Anthony.