27 de diciembre de 2024

¡S’órdenes jefe! : La Feria

Los seres humanos hacemos cosas que sin ser muy racionales, son generalmente aceptadas y hasta obligatorias. Cosas que vistas con sentido práctico no sirven para nada, pero hay que hacerlas para no ser considerado un bicho raro o peor, un sangrón.

Piense cuál es el sentido de que en Dolores Hidalgo haya en el museo de sitio una lamparita con una “flama eterna”: no va a resucitar don Miguel, no va a salvarse de que lo ejecuten, Dios no mandará sacarlo de los infiernos porque tiene flama el fiambre… pero hubieran visto el escándalo que se armó cuando Pepe -el más impresentable primo que tenerse pueda-, en cuanto oyó al guía del museo afirmar que jamás se había apagado ese pebetero, en honor al Padre de la Patria, lo apagó de un soplido.

Sí, qué lógica tiene ir en tropel tras el ataúd al camposanto, pudiendo todos despedirse en la funeraria y dejar el trámite a los enterradores, uno ni cava, ni palea, pero hay que ir. ¿Y celebrarle los 15 años a las señoritas de hoy?… ¿le parece razonable?… ¿a esa edad de veras todas se vuelven mujeres?, ¿de veras juegan con muñecas hasta la mañana del día de la fiesta?

La despedida de soltera es otra costumbre que no se entiende, menos cuando la núbil novia lleva nueve años viviendo con su futuro consorte. Y qué me dice de la costumbre de ir a visitar a una recién parida, porque la mamá de la nueva mamá se entiende que ande ahí y el esposo también ¿pero primos, sobrinos, tíos, amigos, consuegra y compañeros de oficina?… la señora está tendida, no raramente con una bolsa de hielo bajo las cobijas para que se le reacomode el fundamento, sudada, con los pelos parados, con ganas de estar sola… y nada, a aguantar el desfile de visitas como si un parto en México fuera algo rarísimo.

No comentemos nada de otras costumbres que sí son sagradas: enseñarle a los niños lo de los Reyes, Santa Clós y el Ratón que pone dinero a cambio de dientes de leche, por ejemplo. En cambio, otras, como la ceremonia de pedida de mano, en estos tiempos es casi burla, pues lo habitual ya es que mano y anexo completo, sean del más detallado y preciso conocimiento del novio (y no falta el papá de la doncella que se pone a dar consejos… ¡dioses!).

Y todo esto como anticipo de algo muy impropio, políticamente incorrecto, que su texto servidor desea preguntar sobre la reunión de ayer en Washington, de nuestro Presidente con el de los EUA y el Primer Ministro de Canadá: ¿sirven de algo estas “cumbres”?

Esta visita de nuestro Presidente a Washington, tiene unos antecedentes tantito incómodos: nuestro Ejecutivo invitó a don Biden a venir México tres veces: el 2 de marzo de este año, él lo informó en su mañanera, que lo quería llevar a conocer el Istmo de Tehuantepec, el Tren Maya y los caminos de Oaxaca para que observara las estrategias de desarrollo y bienestar (que muy amable, que claro que sí, que le echaba un telefonazo; lo que usted se imagine, pero no vino). Luego el 11 de agosto nuestro Presidente volvió a informar que había invitado a México al Joe, para fines de septiembre (que muy agradecido, que tenía muchas ganas, que luego sí, que con mucho gusto; pero no vino). Después, el 7 de octubre también de este año, de nueva cuenta el Presidente anunció que le había mandado “un saludo muy afectuoso al presidente Biden y la invitación para que cuando él pueda, nos visite… para un diálogo de alto nivel” (… ajá, sí, nomás reviso cómo ando, yo le aviso; y tampoco vino)… “cuando él pueda”, pues no pudo.

Pero eso sí, el 9 de noviembre pasado, la agencia Reuters publicó que según sus fuentes, Biden preparaba una Cumbre con Justin Trudeau y nuestro Presidente, a celebrarse en Washington la semana del 15 de noviembre. Y así fue: Biden convocó y nada de que checo mi agenda, deje veo cómo ando de compromisos, nada: como chiflido a Washington y bien peinado (porque sí se peinó).

No es que tenga uno la piel muy delgada, es que es un baño de realidad para nuestro Presidente: en este planeta todavía manda el tío Sam y a querer o no, si truena los dedos, todos se ponen ¡firmes!… todos.

Antes y con amargo sabor, fue la visita al Trump, que incluyo agradecimientos por su “respetuoso trato a México”. Ahora fue a ver a don Biden que no es un patán como el otro, pero es durísimo (Trudeau va de requinto, el que cuenta es el Biden).

Y la pregunta sigue flotando en el ambiente: ¿de veras era necesario verse personalmente?; ¿de veras hay algo que no puedan tratar por video-llamada?; todos los temas que oficialmente tratan los jefazos antes son discutidos cuidadosamente por el personal de cada uno y la reunión cuerpo a cuerpo es necesaria solo cuando se van a decir cosas en privado que no se quieren poner por escrito. Pues sí. A don Biden le urge apretar tuercas para que México contenga el flujo de migrantes y respete los contratos, todos, los energéticos también, pero con pincitas, porque su interés mayor es asegurar con México las cadenas de suministro que disminuyan y eventualmente eliminen la dependencia de importaciones de China. Es juego grande y no se resuelve con promesas ni doble discurso. Por si no lo sabe nuestro Presidente, está sentado en un brasero ardiendo.

Los primeros comunicados de nuestra Cancillería sobre esta visita de ayer, remarcan que Biden ofreció a México trato de iguales, lo que es casi ofensivo, imagínese a su suegro de usted diciéndole: -¿Sabe qué?, vamos a tratarnos como iguales –o sea, le hace la graciosa concesión… y lo peor es que les da gusto y lo presumen. Además, la Cancillería bien pudo revisar sus papeles para encontrarse que eso mismito dijo don Biden a nuestro Presidente en el telefonazo que le echó el lunes 21 de diciembre de 2020, con el agregado de que en esa ocasión, en su mañanera nuestro Presidente hizo saber al país: “(…) descarto de inicio la necesidad de un encuentro entre ambos para tratar asuntos de los dos países”.

¿De veras?… nomás mire las fotos en el Salón Oval, vea la actitud de uno y otro: a la hora buena: -¡S’órdenes jefe!

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LA FERIA:Tiradero

Sr. López. Tía Soco (Socorro, obviamente), aun para el estándar de las señoras de Toluca, era escandalosamente sumisa al salvaje con que según ella, Dios