24 de noviembre de 2024

Derramar : sangre La Feria

Sr. López

Tío Emilio fue siempre un tramposo, simpático pero bribón. Vivía de vender, desde seguros de vida que no se podían cobrar ni muriéndose dos veces, casimires ingleses de Tlaxcala, impermeabilizantes sin garantía en caso de lluvia, vinos franceses hechos en Tepito hasta su máxima creación, los perfumes “Pasión” (que compraban con discreción señoras que parecían muy serias). Ya viejito, después de comprarle por ayudarlo, unos zapatos italianos hechos en Guanajuato, este menda le preguntó si no le molestaba la mala fama que tenía; sonrió con sus ojitos de ratón y dijo: -“Pues, mala, mala, pero sigo vendiendo” –y sí, era cierto.
Un problema no menor de ser Presidente de México es que mientras está en La Silla, nadie lo contradice o cuando menos, no en público, aunque hay algunos a los que ni en privado. Nuestro actual Presidente es de estos últimos. Se nota. Mucho.
Por eso es vano el afán del tenochca ilustrado que pretende encontrar tras sus dichos y hechos, razones que los expliquen o justifiquen. Cuando llegue (y llegará pronto, que tres años en escala histórica es un parpadeo), cuando llegue, repito, el tiempo en que nuestro Presidente sea evaluado ya sin la protección todo terreno que da la investidura, no le va a ir bien pues se descubrirá sin piedad que no pocos de sus actos no tuvieron ninguna motivación ideológica, social o de seguridad nacional, no, sino que fueron resultado de su arrollador amor propio, de su incontenible narcisismo (deformación incurable de la conducta, revise por su cuenta).
Efectivamente, su tercer día de ataques a la UNAM (ayer), desató análisis de los que saben o dicen que saben. Inútil esfuerzo. Estéril propósito. No hay ninguna intención de fondo. Lo único que hace que el Presidente traiga entre ceja y ceja a la UNAM es que, primero: es autónoma y no está a sus órdenes; y segundo: que tiene un presupuesto que a él parece inmenso (arriba de 46 mil millones de pesos anuales)… y más ácido le sube por la garganta al ver que las instituciones de educación superior federales (UNAM incluida), reciben poquito más de 96 mil 500 millones de pesos (algo más del 10% de todas las participaciones federales a todos los estados de la república, de ese tamaño).
Y eso es todo, él supone que su voz en todo el país, es voz de mando y en apego a la más ortodoxa tradición del macho mexicano: el que paga manda… y resulta que en la UNAM, no.
La UNAM ganó su autonomía en tiempos en los que el gobierno federal y el de la Ciudad de México, no se andaban con chiquitas y nadie tenía ni nociones de derechos humanos; en pleno 1929, con el país aun oliendo a pólvora y sangre, la UNAM armó el borlotazo con que consiguió su autonomía plena, para impedir que se implantara en su seno la “educación socialista” promovida por el régimen de ese entonces, ganando la cátedra libre que acoge toda ideología, sin aceptar dogmas ni verdades únicas; así, la UNAM echó de su seno y para siempre al poder político de turno. La UNAM se gobierna a sí misma y parece que mal, no lo hace, entre sus egresados tiene tres premios Nobel, once Nobel más en participación, ocho premios Príncipe de Asturias, seis premios Cervantes y de entre todos los reconocimientos y distinciones que se otorgan en México, diez son de la UNAM que es la sexta universidad más importante de América, segunda de América Latina y una de las primeras cien del mundo. Nomás.

Una estrategia de prudencia política no escrita en México, es no rascarle en mal lugar a la UNAM. No ha habido Presidente que desprecie su capacidad de movilización social. Entre los movimientos destacables de la UNAM que tuvieron repercusión nacional, están (aparte del de 1929), el de 1958 (estudiantil y magisterial); el de 1966, que consiguió la renuncia del rector Ignacio Chávez; el de 1968 (sin comentarios); el de 1970 que movilizó estudiantes en Tijuana, Mexicali, Culiacán, Sonora y Chihuahua; el de 1987 contra las reformas educativas del rector Jorge Carpizo que catedráticos y estudiantes identificaron con el neoliberalismo (ahí que alguien le cuente al Presidente); el muy violento de 1999-2000; y en el 2012, el de apoyo al #YoSoy132 nacido en la Universidad Iberoamericana.
Muy estudiado ha sido en el mundo este músculo universitario. México no es el único país en que los estudiantes de educación superior, tienen el arrojo de plantarle cara al poder, aún si es violento. Así a volapié recordemos que en 1956 le cantaron las claras al dictador Pancho Franco en España, tipo mandaba matar como quien pide otro de maciza, sí señor, pero con los estudiantes, se le vio prudente; también son de recordar el “Mayo de Francia” en 1968; el movimiento estudiantil de China en 1989, que contribuyó en buena medida a la liberalización económica, democrática y estado de derecho (la masacre de la Plaza Tiananmén, costó decenas si no es que cientos de vidas), que obligó al Partido Comunista a cambiar de modos… y mire a dónde han llegado.
Ayer el Presidente dijo que la UNAM “estaba dominada por lo más retrógrada que había y sigue existiendo”, que está “absolutamente seguro de que la UNAM se derechizó”; le reprochó que “no haya jugado un papel determinante en la crítica contra el neoliberalismo y se haya dejado cooptar” (“cooptar” no significa eso que quiso decir)… y también dijo que necesita “una buena sacudida”.
Hasta el momento las respuestas de los universitarios en defensa de la UNAM han sido juiciosas, casi cautelosas. Es larga su experiencia en sus tratos con el poder. Palabras no la soliviantan.
El asunto es que si no piensa hacer nada respecto de la UNAM, su impune insultarla queda en agravio inmerecido, pero si tiene pensado darle un empujón presupuestal o volver a insistir en que se “democratice”, se le anticipa que hará el ridículo: la UNAM sabe lidiar con toros muy toreados y este Presidente no es de esos, él sabe de grilla y de cómo conseguir encuestas de popularidad muy favorables, para “vender” su imagen que tanto adora, pero no de derramar sangre.

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