22 de diciembre de 2024

Quedito: La Feria

SR. LÓPEZ

Aunque le parezca increíble, hubo tiempos en esta nuestra risueña patria, en los que si una señorita encargaba bebé sin los debidos trámites religiosos y civiles previos, era tragedia, grave. Y eso notificó por carta a su mamá la prima Silvita, que hacía dos años estudiaba en una universidad de Madrid, viviendo en una residencia de monjitas (eso sí), pidiéndole no dijera nada a su papá, tío Agustín, que era muy estricto en todo, y la aconsejara sobre si tener allá a su bebé. En el paleozoico mexicano una llamada telefónica de larga distancia era una hazaña y había que gritar, más si era al extranjero, por lo que su mamá, la atribulada tía Josefina, le mandó un telegrama urgente: “Regreso inmediato. Discreción. Avisa fecha aeropuerto” (se cobraba por palabra). Llegó Silvita, abrazó a su papá y al besar a su mamá le dijo al oído: -“Ya me bajó… pero reprobé año y no sé ni qué decirle a mi papá –la tía, para sorpresa de su marido, con una sonrisa de comer tostadas, le espetó: -¡Agustín!, la niña no pasó año, ni una palabra, ¡ni una palabra! –contado por Silvita que se dedicó a la milonga dos años y pidió consejo a Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, para evitar la bronca que le iba a meter su papá. Bueno, eso se le ocurrió.

Aunque usted no lo crea, diría Ripley, en salones y patios de Palacio Nacional a espaldas del Presidente, se debate a ratos en susurros y a ratos fuertecito, qué estrategia seguir: la moderada o la radical. Los de más confianza del mero mero, le comentan el asunto. Los oye, les suelta alguna de sus frases de archivo, pero no da indicios de qué va a hacer. Los moderados se preocupan, los duros se enchilan… sin dejarlo notar, claro.

No, no hablan de la iniciativa de reforma a la ley del sector eléctrico, eso es asunto del Jefe y problema de los que le dan cuerda, la Nahle y el Bartlett, quienes parecen no darse cuenta que si el tío Sam le aplica la quebradora a México, el Presidente va a hacer lo que siempre hace: echarse para atrás (caso de estudio: el cerrojazo a la migración), y si hay platos rotos, tiene a quién echarle la culpa y ¡listo!

Tampoco fomenta esos altercados la pandemia, su escandaloso número de fallecidos ni las mentiras seriales sobre la vacunación, esas son insignificancias mientras el Presidente esté satisfecho sobre cómo administra la catástrofe don López Gatell. Y si la cosa revienta, ahí está él, que no imagina ser lo que es: el perdedor designado… ¡ay, Gatell!

Lo que motiva esas discusiones son las elecciones del 6 de junio próximo, no por el batidero de Morena en la selección de candidatos, que a fin de cuentas es también asunto del que manda por ser quien los decide, no todos, no da para tanto, pero sí las postulaciones a gobernadores y en especial, las diputaciones federales, para asegurar lealtad durante el proceloso segundo trienio de su gobierno que es cuando, conforme se aproxima el relevo presidencial, se aflojan las tuercas de la fidelidad a toda prueba.

Lo que les apura de las elecciones son las encuestas que no se publican, en las que parece tienen seguro ganar buen número de gobiernos estatales, pero también una peligrosa disminución de diputaciones federales. Y eso sí está  pensarse: si llegaran a tener solo una apretada mayoría simple, la oposición se encarece, sabedora de que puede darles quebraderos de cabeza en todo, especialmente en la aprobación del presupuesto de egresos… lo que pondría en peligro los programas sociales que ablandan la voluntad del respetable (y eso rumbo al 2024 que no está tan lejos, es vital para los que ya se tatuaron en la frente ¡Es un honor estar con Obrador!); las obras emblemáticas de la 4T, que podrían quedar a medias cuando el sexenio esté terminando; y el previsible golpeteo que pueden sufrir con una Cámara de Diputados levantisca que sí obligue a comparecer al gabinete, y sí respalde a la Auditoría Superior en sus pliegos de observaciones y en las responsabilidades que determine… y eso por supuesto que no.

Eso es lo que crispa las discusiones entre moderados y radicales pues estos proponen que el Presidente dé luz verde a don Gertz Manero, fiscal General de la República, para que enchiquere a un verdadero pez gordo, de preferencia a un expresidente. La ausencia de Andrés Manuel López Obrador en las boletas quedaría subsanada, según ellos, si para el día de la elección de junio próximo, el país todavía experimenta las réplicas de un terremoto político de ese calibre. Los moderados dicen que no, que sería suicida y con muchas posibilidades de acabar haciendo un ridículo aún peor a los que hasta el momento han podido capotear.

No es un misterio quiénes son unos y otros: duros son personajes como el propio Gertz Manero, Santiago Nieto (el de Inteligencia Financiera, el Inquisidor Nacional), y varios de sus asesores extranjeros; y moderados son Ebrard, Olga Sánchez o el Secretario de la Defensa Nacional; sin embargo, nadie suelta prenda de quiénes están queriendo torcer la intención del Presidente de dejar en paz a los verdaderos peces gordos.

El Presidente se ensaña con la señora Robles, víctima de su propia soberbia; con un abogado como don Collado; con exgobernadores como César Duarte o Mario Marín por los que nadie derramará una lágrima; porque esos, junto con el Lozoya, García Luna y ahora el señor Ancira, le sirven para mantener el escándalo controlado con que tiene entretenido al tenochca simplex, nada más, pero sin tocar a ningún gallo del palo de hasta arriba con la excusa de que eso empantanaría la transformación del país, aunque los que saben entienden la verdadera razón: si se desatan las hostilidades, los del poder grandote no se tentarían el corazón y es muy grande el riesgo: esa gente suele tener información muy sólida. Y el Presidente también sabe eso, sabe que saben.

Sin embargo, los de enfrente saben otra cosa: no hay que humillar al Presidente con una sonora derrota, porque entonces ya con el sexenio perdido, es muy capaz de incendiar todo. Van quedito.

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